La emigración de cristianos de Oriente Medio, una catástrofe para el islam

Entrevista con el consejero del muftí de la República del Líbano

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 24 octubre 2010 (ZENIT.org).- La emigración cristiana de Oriente Medio es un drama para los mismos musulmanes de la región, reconoce en esta entrevista concedida a ZENIT el sunní Muhammad al-Sammak, consejero político y religioso del muftí de la República del Líbano, enviado especial en el Sínodo de Obispos, que ha clausurado este domingo en el Vaticano Benedicto XVI. Al-Sammak ha recordado asimismo en esa cumbre episcopal que hay un documento, con frecuencia descuidado, que ratifica el deber religioso de todo musulmán de ser custodio de los cristianos y de sus lugares de culto «hasta el día de la resurrección».

–Esto que usted afirma, ¿representa la opinión de todos los musulmanes sunníes en Oriente Medio o es sólo la visión de una parte?

–Muhammad al-Sammak: Mi posición, expuesta en la intervención sinodal, representa la doctrina islámica, y soy un musulmán comprometido ya sea que hable en el Vaticano o en La Meca. Lo que he dicho es fiel a la enseñanza islámica, y no creo que un verdadero musulmán creyente pueda alejarse de esta posición. Por tanto, antes de preparar este discurso, hice una serie de consultas con el primer ministro libanés, con la Asociación Mundial de la Dawa Islámica, así como con el consejo general de la iniciativa del rey Abadalá para el diálogo entre las culturas y las religiones, dado que Arabia Saudita es la primera referencia en el mundo islámico. Por este motivo, creo que el texto expresa el parecer del mundo islámico en general.

–En su discurso al Sínodo, usted afirmó: «Facilitar la emigración de los cristianos significa obligarles a emigrar. Replegarse en sí mismos significa sofocarse lentamente». Desde su punto de vista, ¿que debería hacer la Iglesia para evitar la emigración de los cristianos?

–Muhammad al-Sammak: Está claro que el texto de mi intervención es una invitación no sólo a alentar a los cristianos a permanecer en sus países de origen, sino también ayudarles para lograr este objetivo. Y la ayuda no sólo debería proceder de instituciones como el Vaticano o el Sínodo de los Obispos; debería venir también de las autoridades políticas locales y de la sociedades civiles de las que ellos forman parte. Se da una responsabilidad común islámico-cristiana. Desde mi punto de vista, los cristianos deberían renunciar a la idea de la emigración de Oriente Medio. Y, por otra parte, los musulmanes deberían darse cuenta de que la emigración cristiana constituye verdaderamente una catástrofe en primer lugar para ellos. Por tanto, es un deber cívico de los musulmanes ofrecer su contribución para que la presencia cristiana en Oriente Medio recupere su papel y no se quede sólo en una mera presencia para que Oriente Medio vuelva a ser lo que ha sido con el pasar de los siglos: cuna de la religión, de la cultura y de la civilización.

–¿Qué posición deben tomar los cristianos como presencia social y política en el Líbano ante las divisiones internas en el islam entre sunníes y chiíes? ¿Es suficiente tomar una posición de «neutralidad positiva», como sugiere Sateh Nour ed-Din, líder de opinión político musulmán, cuando afirma: ¿la neutralidad propuesta no es más bien una posición pasiva, marginal, y por tanto negativa?

–Muhammad al-Sammak: Los cristianos en el Líbano no son meros espectadores, ni un elemento exterior para la reconciliación de los elementos internos a la estructura nacional, como si fueran factores externos. El Líbano, en su origen, nace como respuesta a la necesidad cristiana. Y la constitución de la nación libanesa tuvo lugar en el año 1920 como respuesta a esta necesidad particular. El papel de los cristianos en el Líbano no puede reducirse a la reconciliación entre las fuerzas políticas o religiosas. El papel cristiano es fundador y esencial. No es posible, por tanto, imaginar que los cristianos sean espectadores o consejeros pasivos. La nación les afecta en cada una de sus dimensiones. Y tenemos que dejar bien claro que gran parte del sufrimiento cristiano en Oriente Medio se debe a la disminución del papel cristiano en el Líbano, que se refleja negativamente en el espíritu de los cristianos del resto de la región. Favorecer la presencia cristiana en Oriente Medio debe comenzar necesariamente por el Líbano, que es la nación-mensaje de la convivencia civil entre musulmanes y cristianos.

–Usted afirma que el papel de los cristianos en el Líbano es «fundador y esencial», y durante su intervención en el Sínodo de los Obispos dijo: «Puedo vivir el islam con cualquier otro musulmán de todo Estado o etnia, pero como árabe oriental no puedo vivir mi esencia de árabe sin el cristiano árabe oriental». Sin embargo, hay otras visiones en el islam de Oriente Medio que ven en los cristianos un legado de las cruzadas, a los que hay que eliminar con todos los medios, como aliados y espías de Occidente, considerado como el reino político y religioso de los cristianos. Ante estas dos posiciones, los cristianos se encuentran ante un difícil dilema. ¿Cuál de estos dos es el auténtico rostro del islam?

–Muhammad al-Sammak: Este argumento exige un larga explicación que no es posible en este momento. Pero comencemos con los datos históricos. El cristianismo es más antiguo que el islam en Oriente. Hay iglesias que todavía están en pie y que fueron construidas mucho antes del profeta Mahoma y de la llegada del Islam. Basta citar un episodio, documentado, que narra la visita al profeta por parte de una tribu cristiana en Najran, en la península arábica. Los enviados llegaron para descubrir la nueva religión de la que habían recibido noticia. El profeta los acogió en su casa, que es el segundo lugar más sagrado del islam, donde hoy surge la mezquita de Medina. Estuvieron con el profeta durante todo un día, comiendo y cenando juntos, y cuando llegó la hora de la víspera, el profeta les invitó a rezar en su casa, pero ellos prefirieron rezar afuera. El resultado del encuentro fue un documento llamado «el pacto de Najran». Éste afecta a todos los musulmanes y les compromete religiosamente hasta el día de la resurrección. El deber de los musulmanes es respetar a los cristianos y proteger y tutelar sus lugares de culto. El pacto prohíbe al musulmán construir una casa o mezquita con piedras utilizadas precedentemente en iglesias cristianas. Hay otros temas interesantes que he incluido en un estudio de quince puntos que debe tener encuentra todo musulmán. Por tanto, cuando alguien dice que los cristianos son un añadido, algo nuevo en Oriente Medio, yo pregunto: ¿cómo pueden serlo, si su religión es más antigua que la de los musulmanes, como lo documentan los mismos escritos sagrados de la tradición islámica?

Se dice que los cristianos en Oriente Medio son una herencia de las cruzadas. ¿Cómo podrían serlo si ellos mismos fueron víctimas de esas cruzadas, comenzando por el saqueo de Constantinopla o por las costas occidentales del Mediterráneo. Estas afirmaciones de facciones del islam no son más que suposiciones basadas en datos erróneos. Además hay otro problema: algunos musulmanes ven Occidente como si se tratara de la cristiandad. Esto no es verdad. Sé muy bien que el fallecido Papa Juan Pablo II invocó con tenacidad las raíces cristiana de Europa en la constitución unificada de la Unión Europea. Pero el texto final se redactó sin la mínima referencia a estas raíces. Por tanto, no es justo echar la culpa al cristianismo y a los cristianos de las opciones de Occidente. No es justo echar la culpa a los cristianos por la responsabilidad del conflicto entre el islam y Occidente. Estos problemas no son conocidos por muchos musulmanes, que llegan a conclusiones equivocadas basándose en presupuestos erróneos. Por este motivo, es fundamental difundir una cultura correcta para corregir estos prejuicios.

–Hablando de emigración cristiana de Oriente Medio
algunos musulmanes afirman que es una gran pérdida en primer lugar para los musulmanes. ¿Qué hacen ustedes para evitar o acabar con este fenómeno?

–Muhammad al-Sammak: En la medida de nuestras posibilidades, tratamos de sensibilizar a los musulmanes sobre la grave pérdida que supone la emigración de los cristianos para Oriente Medio. A causa de este éxodo, Oriente pierde su identidad, su pluralidad, el espíritu de tolerancia y de respeto recíproco. Incluso a nivel de práctica religiosa, el musulmán necesita al cristiano para practicar los valores morales de su fe, como la tolerancia y el respeto. Por tanto, la emigración es un daño para el tejido de Oriente, debilitando nuestras sociedades y llevándolas a un peligroso precipicio.

Además, si los cristianos emigran, la imagen que transmitimos es que los musulmanes son intolerantes con los cristianos en Oriente Medio. Para los occidentales sería normal deducir que los musulmanes no saben y no pueden convivir con los demás y, por tanto, ¿cómo pueden convivir con nosotros? Esto se reflejaría de manera sumamente negativa en los 500 millones de musulmanes que viven en sociedades que no son musulmanas. ¿Cuál sería su destino? Por tanto, es una ventaja para los musulmanes preservar la presencia cristiana en Oriente Medio.

–En el Sínodo se ha hablado de «laicidad positiva», pero algunos obispos han sugerido que se modifique este término para que sea más adecuado con la sensibilidad islámica, sustituyéndolo por la expresión «Estado civil». ¿Es posible dogmáticamente para una religión como el islam, que se considera «religión de Estado» (D īn wa dunya), aceptar una idea de nación civil y pluralista?

–Muhammad al-Sammak: Esta cuestión no es nueva para el islam. En el Líbano, el fallecido imán Mohammad Shams el-Din había propuesto en su época el proyecto de Estado civil, es decir, la idea de una nación creyente, en la que el Estado respete la pluralidad de los credos, así como la increencia. La fe, de hecho, es una cuestión de conciencia, es la relación entre Dios y el hombre, y Dios juzga a cada uno. El Corán dice: «No hay coerción en la religión». Este versículo no significa sólo que «no hay que obligar a nadie a creer», sino también «no puede haber fe con coerción». Basándonos en este principio, podemos construir el concepto de Estado civil. El Estado debe respetar la religión, los ritos religiosos, convirtiéndose al mismo tiempo en una nación para todos. De esto ya se ha hablado en muchos encuentros musulmanes, de manera que es una cuestión sobre la que se puede discutir.

–El diálogo religioso es un fenómeno que tiene lugar desde hace décadas. Algunos, sin embargo, critican este diálogo, afirmando que sólo tiene lugar entre líderes religiosos y que sólo se queda en letra muerta, sin encarnarse en la vida diaria de la gente. ¿Qué opina usted, como miembro activo en el camino de diálogo entre musulmanes y cristianos?

–Muhammad al-Sammak: Ante todo, creo que no hay alternativa al diálogo. Cuando alguien dice: «el diálogo es inútil», yo respondo: «¿cuál es la alternativa?». Este es un punto de inicio fundamental.

Mi teoría sobre el diálogo es la siguiente: dialogar es el arte de encontrar la verdadera opinión del otro. Yo no poseo la verdad. El hecho de comenzar a dialogar con el otro significa que yo confieso que no tengo el monopolio de la vedad, sino que estoy en su búsqueda. Significa también que podría encontrarla en la opinión o la visión del otro y por eso respeto al otro y respeto su visión. Este concepto de diálogo tiende puentes de reciprocidad, distinguiéndose del respeto mutuo.

Y para nosotros el diálogo no es sólo algo teórico. No desperdiciamos ninguna oportunidad para llegar a la gente, a través de centros culturales, publicaciones, emisiones de televisión, entrevistas, encuentros. Organizamos también encuentros en los que reunimos a jóvenes musulmanes y cristianos, que pasan entre una y tres semanas juntos, trabajando juntos, escuchándose los unos a los otros, viendo cómo reza cada uno y cómo vive su vida y su fe. En estos encuentros participan jóvenes de diferentes países de Oriente Medio, así como de Europa. En los encuentros temáticos tocamos argumentos muy actuales, como la libertad de conciencia, los derechos de ciudadanía, la libertad religiosa. Pero todo esto no es suficiente. El trabajo debe ser más amplio, pero esto es lo que podemos hacer y creemos que es urgente difundir esta cultura en todas las franjas de la sociedad.

Por Tony Assaf y Robert Cheaib

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ZENIT Staff

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