CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 31 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI presentó este domingo a Szilárd Bogdánffy, obispo y mártir de tiempos del comunismo rumano, como consuelo para los que hoy son perseguidos a causa del Evangelio.
Al concluir la oración mariana del Ángelus, el pontífice se unió espiritualmente a todos los que participaron, en la localidad rumana de Oradea Mar, en la beatificación del prelado, nacido en Kálmánd, Hungría, el 29 de octubre de 1911, y fallecido en la cárcel rumana de Nagyenyed, el 2 de octubre 1953.
«Cuando tenía 38 años, fue consagrado obispo en la clandestinidad y luego fue arrestado por el régimen comunista de su país, Rumanía, con la acusación de conspiración. Después de cuatro años de sufrimientos y humillaciones, murió en la cárcel», recordó el Papa.
«¡Demos gracias a Dios por este heroico pastor de la Iglesia que siguió al Cordero hasta el final! Que su testimonio consuele a todos los que también hoy son perseguidos a causa del Evangelio», deseó.
La beatificación, presidida por el cardenal Peter Erdö, primado de Hungría en cuanto arzobispo de Estztergom-Budapest, y actualmente presidente del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa, se celebró en Oradea, pues esa diócesis esperaba al obispo como pastor tras su ordenación, pero su arresto tuvo lugar un mes y medio después de la consagración episcopal.
Según explicó el cardenal Erdö en la homilía de la celebración eucarística, la persecución comunista no cambió su capacidad para amar y ésta es la enseñanza de vida que sigue dejando hoy día a una época «tan cansada, y en el fondo decepcionada».
Al mismo tiempo, el cardenal Erdö subrayó que «la beatificación del obispo mártir Szilárd Bogdánffy rompe el silencio de muchas décadas e inaugura con la majestad y la fuerza misteriosa de la liturgia el culto público de esos numerosos testigos, que sufrieron como mártires y confesores por la verdad de Cristo y de la Iglesia», en Rumanía.
Recordó que el año pasado fue beatificado el obispo mártir Zoltán Meszlényi, de Hungría, «primer mártir reconocido de esa época».
«En las cárceles se encontraron ancianos y jóvenes, rumanos y húngaros. Les bastaban pocas palabras para comprenderse, porque tenían en común la fe y la esperanza», recordó.
El arzobispo Angelo Amato, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, quien será creado cardenal el 20 de noviembre, afirma que quien arrestó a monseñor Bogdánffy «no estaba movido por motivos objetivos, sino por el odio a la fe. Se le quiso obligar con todos los medios a abjurar de su fe católica».
El prelado italiano recuerda: «La gente decía que en el campo de trabajos forzados de Capul Midia sólo había una puerta, la de entrada. Era un verdadero infierno: poca comida, maltratos continuos, falta de descanso (no se podía dormir tumbado, sino sólo apoyado en los lados de la cama», interrogatorios agotadores (con frecuencia duraban hasta 82 horas sin interrupción), frío, suciedad».
«Todo estaba programado para aniquilar psicológica y físicamente a los detenidos –concluye el futuro cardenal–. Obviamente la acusación de alta traición o de espionaje presentada contra el obispo Bogdánffy no contaba con ningún apoyo concreto. Meses después fue llevado a la prisión de Nagyenyed, a la celda número 120. Para entonces ya estaba demasiado debilitado físicamente tras años de sufrimientos y torturas. Enfermo de neumonía, le negaron la atención médica».