CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 3 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- El cristiano debe dejar que Jesús entre en su conciencia e ilumine las suciedades y errores que hay en ella. Es el mensaje que, según el Papa Benedicto XVI, transmite aún hoy santa Margarita d’Oingt, a quien dedicó la audiencia general.
Dentro de su ciclo de autores cristianos medievales, que desde el comienzo del curso está dedicando a mujeres, el Papa presentó hoy a esta monja francesa perteneciente a la Cartuja, a los miles de peregrinos reunidos en el Aula Pablo VI.
De esta autora mística de origen noble, que vivió en el siglo XIII, hay pocos datos biográficos, más allá de sus propios escritos espirituales, en los que habla de su propio camino de purificación interior hasta llegar a tener profundas experiencias místicas.
“A primera vista esta figura de cartuja medieval, como toda su vida, su pensamiento, parecen muy lejanos de nosotros, de nuestra vida, de nuestra forma de pensar y actuar”, reconoció el Papa.
Sin embargo, añadió, “si miramos a lo esencial de esta vida, vemos que nos afecta también a nosotros y que debería ser esencial también en nuestra propia existencia”.
Margarita “consideró al Señor como un libro, fijó la mirada en el Señor, lo consideró como un espejo en el que aparece también su propia conciencia. Y de este espejo entró luz en su alma”.
El mérito de esta mujer fue, explicó el Papa, que “dejó entrar a la palabra, la vida de Cristo en su propio ser y así fue transformada; su conciencia fue iluminada, encontró criterios, luz y fue limpiada”.
Cada día, desde la mañana, “Margarita se dedicaba al estudio de este libro. Y, cuando lo había mirado bien, comenzaba a leer el libro en su propia conciencia, que mostraba las falsedades y las mentiras de su propia vida”.
Esto lo realizaba “para hacer que cada día su existencia estuviera marcado por la confrontación con las palabras y las acciones de Jesús, con el Libro de la vida de Él”.
“Precisamente de esto necesitamos también nosotros: dejar entrar las palabras, la vida, la luz de Cristo en nuestra conciencia para que sea iluminada, comprenda lo que es verdadero y bueno y lo que está mal; que sea iluminada y limpiada nuestra conciencia”.
La inmundicia, advirtió, “no está sólo en distintas calles del mundo. Hay basura también en nuestras conciencias y en nuestras almas”.
“Sólo la luz del Señor, su fuerza y su amor es el que nos limpia, nos purifica y nos da el camino recto”.
Concluyó exhortando a los presentes a seguir a la santa “en esta mirada hacia Jesús. Leamos en el libro de su vida, dejémonos iluminar y limpiar, para aprender la vida verdadera”.