Una experiencia de unidad y comunión sinodal

Entrevista con el Vicario del Patriarcado Latino para Israel

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ROMA, miércoles 3 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Durante el pasado Sínodo de Oriente Medio, los padres sinodales no solo llevaron a cabo un gran trabajo, sino que consiguieron crear entre ellos un buen espíritu de comunión y unidad.

Así lo afirma monseñor Giacinto-Boulos Marcuzzo, obispo auxiliar de Jerusalén, que es también Vicario del Patriarcado Latino para Israel, y que estuvo presente en las sesiones de la reciente Asamblea Especial del Sínodo de los obispos para Oriente Medio.

En esta entrevista concedida a ZENIT, monseñor Marcuzzo reflexiona sobre los logros del sínodo, especialmente sobre la experiencia de unidad y de comunión de los obispos reunidos en Roma, y cómo esto puede tener efecto en la región.

– Considerando la situación en Oriente Medio y en Tierra Santa y viendo las proposiciones finales, ¿podría explicar cuáles son los principales temas de interés en general, y para usted como obispo?

Monseñor Marcuzzo: En el Sínodo preparamos varias propuestas que han sido presentadas, junto con algunos otros documentos como el Mensaje al Pueblo de Dios, al Santo Padre. Estas propuestas son muy amplias, y recogen todos nuestros principales problemas en el Oriente Medio, y especialmente en Tierra Santa. Ese «paquete sagrado» de ideas se llama de una manera muy significativa y solemne: «Propuestas de la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos sobre el tema de la Iglesia Católica en Oriente Medio: Comunión y testimonio. «La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma» (Hch 4,32).

Hablando en general, son 44 propuestas que presentan asuntos diferentes, por ejemplo: La Palabra de Dios, un programa de pastoral bíblica, la identidad de las Iglesias orientales católicas, la participación en la Cruz, el estímulo para hacer peregrinaciones, las cuestiones sobre justicia y paz en todos los países, el diálogo interreligioso, la jurisdicción de los Patriarcas, etc. Por supuesto, hemos incluido en estas proposiciones también temas sobre el testimonio cristiano en los países del Medio Oriente, pasando por asuntos de la vida religiosa, la renovación litúrgica, las escuelas y los derechos humanos, el cuidado especial hacia los jóvenes.

-¿Qué contribuciones en particular han hecho los obispos de Tierra Santa?

Monseñor Marcuzzo: De manera especial para la Tierra Santa, nosotros, los obispos de nuestra asamblea, hemos contribuido mucho con nuestras intervenciones, en particular: sobre la unicidad de la Iglesia Madre de Jerusalén, sobre los lugares santos y las peregrinaciones, sobre la especificidad, el servicio y la complementariedad de la presencia Latina, la novedad de la presencia de una «comunidad cristiana palestina en Israel» autóctona y una «Kehilá (comunidad) católica de expresión hebrea», el problema de la emigración, el diálogo interreligioso, el fenómeno de las sectas, etc

-¿Y sobre su intervención oficial personal en el Sínodo?

Monseñor Marcuzzo: Mi documento personal leído en el Aula del Sínodo y abreviado para la prensa, trataba sobre lo que creo que es la prioridad dentro de las necesidades de las Iglesias en Oriente Medio y en nuestra Tierra Santa: la urgencia absoluta de la formación cristiana de laicos y sacerdotes, la necesidad de una mediación cultural e histórica de la fe, la importancia de la Teología de árabe o Patrología como una oportunidad de unidad y de inculturación.

– ¿Puede hablarnos de su papel en la preparación de las proposiciones?

Monseñor Marcuzzo: Nosotros, los obispos y otros miembros de la Tierra Santa en el Sínodo, hemos trabajado duro y hemos dado un firme apoyo a la redacción o a la complementación de algunas propuestas concretas sobre de nuestra situación, como las peregrinaciones, la buena inculturación de las nuevas comunidades o movimientos en la Iglesia local, el trabajo por la justicia, la paz y la reconciliación, la enseñanza y difusión de la literatura árabe cristiana. En otras palabras, podemos decir que comunicamos la rica experiencia de nuestro «sínodo pastoral diocesano diocesano para Tierra Santa» de los últimos años en el sínodo de los obispos de Oriente Medio.

– ¿Hay algún aspecto especial en el mensaje y en las propuestas que le haya impresionado más que otros?

Monseñor Marcuzzo: Lo que interesa es el hecho de que todas estas propuestas que aquí se mencionan son muy ricas en su contenido. Esto significa que este documento incluye todas las experiencias históricas y maravillosas de todos los obispos de todos los países de Oriente Medio. Esta documentación es realmente de una preciosidad y riqueza incomparables para la Iglesia, y especialmente para nuestras actividades en el futuro.

En segundo lugar, hay un espíritu del Sínodo, no sólo documentos. Y ese espíritu era de plena comunión y, si me lo permiten, de una democracia plena. A pesar de haber sido tan diferentes y completamente libres en nuestras manifestaciones, hemos sido y somos profundamente «un solo corazón y una sola alma» en torno a Nuestro Señor Jesucristo y su Vicario en la tierra, el Papa. Hemos experimentado un catolicismo y un universalismo sincero y alegre. Ese espíritu nos llenó de entusiasmo y nos dio voluntad para un comienzo nuevo y fresco, sobre todo en el testimonio cristiano del amor, la paz y la unidad.

– ¿Cuáles han sido el papel y la presencia del Papa en el Sínodo?

Monseñor Marcuzzo: Benedicto XVI participó en muchas de nuestras sesiones generales. Este es un bello signo de respeto por la venerable historia de las Iglesias en Oriente Medio y de consideración por su actualidad. Su apreciada participación fue una presencia de amor fraternal, de escucha atenta y de aliento para todos. De hecho, no olvidaremos fácilmente las tres reflexiones que nos dio durante el Sínodo: la homilía de la Misa inaugural, la primera meditación del lunes 11 de octubre, y la homilía de conclusión del Sínodo. Son tres obras maestras de reflexión maravillosa, profunda y sobrenatural sobre nuestras raíces y presencia en la especial situación de Oriente Medio.

El Papa ya ha recibido las propuestas de los padres sinodales. Con la ayuda de los siete elegidos y de tres miembros designados por el consejo sinodal, Su Santidad está reflexionando sobre ellas y considerando la mejor oportunidad para el uso final y oficial de las proposiciones. Como en los demás Sínodos, es probable que escriba para nosotros un documento llamado «Exhortaciones», una especie de guía pastoral y práctica relacionada con los puntos esenciales de las propuestas.

Estamos muy agradecidos al Papa por lo que ya hizo por las Iglesias de Oriente Medio, y ansiosos de recibir ese documento sinodal pontificio. Será en el futuro una especie de guía para nuestra vida diaria, en las decisiones y actitudes que las Iglesias de Oriente Medio adopten en los diversos campos. El futuro de nuestra Iglesia depende del Sínodo y de ese documento sinodal pontificio.

– ¿Hay algún asunto especial que afecte al Patriarcado de Jerusalén en particular?

Monseñor Marcuzzo: El sínodo no habla de ninguna Iglesia de Oriente, en particular, sino que habla de todas las Iglesias en Oriente Medio. El Patriarcado Latino es una de ellas. Como sabe, hay siete tradiciones cristianas en Oriente Medio, y la tradición latina es una de ellos. Fue una especie de descubrimiento ver que hay en Oriente Medio una Iglesia latina bien adaptada y arraigada. El sínodo es de carácter pastoral, y compartimos casi los mismos problemas, con algunas diferencias, entre los cristianos que viven en Iraq, en Líbano, en Egipto, en la Tierra Santa o en la región del Golfo, etc Básicamente, tenemos los mismos problemas.

Ahora tenemos que tratar de tener la misma experiencia, para aplicar juntos estas propuestas y vivir el mismo espíritu de «comunión y testimonio» en nuestras situaciones realistas y locales. El Síno
do no tendrá un resultado inmediato. Se necesita un cierto tiempo para dar frutos visibles, aunque esperamos ver ya un nuevo espíritu. La adaptación y aplicación de las nuevas propuestas o declaraciones de intención necesita paciencia y tiempo, pero lo más importante es caminar ya en la dirección adecuada, juntos, con un nuevo espíritu.

– Volviendo a Tierra Santa, ¿hablará a todos los párrocos del Patriarcado Latino para transmitirles toda la información necesaria obtenida aquí en el Sínodo para que puedan implementar los nuevos temas en su vida diaria en parroquias y comunidades?

Monseñor Marcuzzo: Los sacerdotes, los consagrados y los laicos ya estaban involucrados en la preparación del Sínodo y en el seguimiento, al menos espiritualmente, de su celebración. Ahora, desde nuestro propio sínodo pastoral, poco a poco en Tierra Santa nos dirigiremos a todos los sacerdotes, a todas las personas consagradas, a todos los monjes y monjas y religiosos, a todos los laicos y a todos los jóvenes. Cada vez más estamos trabajando juntos, tenemos una pastoral más común, por ejemplo, para los jóvenes, para la vida religiosa, para las vocaciones.

Cada vez más, a todos los niveles, nos vamos encontrando y decidiendo juntos sobre los principales problemas de los fieles en su vida religiosa y cotidiana: por ejemplo, los problemas sobre el matrimonio, la justicia y la paz en Tierra Santa. Esto se necesita urgentemente no sólo con el fin de evitar más conflictos, sino para dar un ejemplo de vida de comunión y de testimonio cristiano. Así, en Tierra Santa – gracias a Dios – ya practicamos muchas cosas juntos y tenemos que fortalecer y profundizar cada vez más ese trabajo en común.

– ¿Cuál es su tarea especial como obispo del Patriarcado Latino? ¿Está más relacionada con el cuidado pastoral, o está más relacionada con la educación y la formación de seminaristas y estudiantes?

Monseñor Marcuzzo: Naturalmente, como obispo, ahora estoy dedicado especialmente al trabajo pastoral. En años anteriores tenía a cargo a los seminaristas, las vocaciones y la formación de los futuros sacerdotes. Ahora, tengo que atender las necesidades pastorales de la gente, especialmente de los jóvenes. Estoy a cargo especialmente de atender a los cristianos que viven en Nazaret, en Galilea, en Israel. En general, en espíritu de cooperación con el Patriarca de Jerusalén y sus vicarios, tenemos que atender a los cristianos, árabes, judíos y demás, en unión con otros sacerdotes del Patriarcado Latino o de otras instituciones. Esta es mi responsabilidad pastoral diaria.

Como he dicho, después de nuestro Sínodo local en Tierra Santa, que se celebró en los años 90 y que concluimos en el jubileo del año 2000, y que nos dio el Plan Pastoral General, ahora estamos trabajando y cooperando cada vez más juntos. Esta es la razón por la que dij que para nosotros esta Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos en Roma con el Santo Padre no era exactamente la primera experiencia de este tipo. Aunque muy especial y única, para nosotros esta es la segunda importante experiencia de comunión y testimonio.

– Y ahora que el Sínodo ha concluido, ¿algunos pensamientos finales?

Monseñor Marcuzzo: Agradecemos con alegría a Dios por habernos dado luz y fuerza para este acontecimiento eclesial histórico. Damos las gracias al Santo Padre el Papa Benedicto XVI por haber confirmado nuestra fe y nuestros esfuerzos para ser “un solo corazón y una sola alma”, damos las gracias a todas las personas que trabajaron duro por el buen resultado de esta gran iniciativa, incluyendo a los periodistas, a todas las personas, especialmente las contemplativas, que han rezado continuamente por esta santa intención. Y ahora, con la intercesión y el ejemplo de María de Nazaret, ¡sigamos sirviendo a Dios y a nuestros amados fieles cristianos en Oriente Medio, en Tierra Santa, en la Santa Iglesia Madre de Jerusalén!

Por Gabriela Maria Mihlig, traducción del inglés por Inma Álvarez

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ZENIT Staff

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