Luis Fernando Montoya, técnico de fútbol que ganó el campeonato de la vida

Quedó tetrapléjco tras recibir dos balazos hace seis años

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MEDELLÍN, domingo 7 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).-  «El campeón de la vida», es el apelativo que ha recibido el técnico de fútbol colombiano Luis Fernando Montoya, quien hace casi seis años estuvo a punto de perder la vida en un atentado, en el que perdió la capacidad de moverse del cuello para abajo, pero no la fe ni la esperanza.

El profe, como lo llaman cariñosamente en su país, aceptó compartir su historia con ZENIT, desde su casa situada en una pequeña localidad llamada Caldas, ubicada a 17 kilómetros de la ciudad de Medellín en Colombia.

Allí tiene muy visible la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, cuya intervención ha sentido tan fuerte en los últimos años como la de los mismos médicos, que se han empeñado para devolverle la esperanza de vivir y de poder ir recuperando algunas facultades.

Una Navidad empañada por la mano delincuente

Era el 22 de diciembre de 2004. Adriana, la esposa de Luis Fernando regresaba de comprar algunos regalos para los niños pobres cuando un delincuente intentó robarle un dinero. Estaba en  la puerta de su casa por lo que El profe, al oír los ruidos extraños, salió a defenderla a ella y a su pequeño hijo, José Fernando, que en ese entonces tenía tres años. El entrenador recibió dos disparos.

Luis Fernando estaba justo en el momento más brillante de su carrera. Era el director técnico del equipo de fútbol Once Caldas, que hacía unos meses había obtenido el primer título de la Copa Libertadores de América. Era el segundo título de este tipo que obtenía un equipo de fútbol colombiano.

Pasados algunos meses del atentado, aunque ya estaba fuera de peligro de muerte, el panorama no parecía ser muy alentador: tendría que permanecer conectado de por vida a un ventilador mecánico y a un marcapasos diafragmático. Difícilmente podría recuperar el habla y no podría hacer ningún movimiento del cuello para abajo. Los disparos le seccionaron la médula espinal y lo dejaron tetrapléjico.

Hoy El profe ya no necesita del marcapasos ni del ventilador, ha podido volver a hablar y logra hacer leves movimientos con los dedos de las manos y de los pies.

«La vida hay que lucharla hasta el final», repite constantemente Luis Fernando desde que recuperó el habla.

Destacó «el impulso de Dios y de la santísima Virgen» para poder sobreponerse a todas las dificultades. «También ha sido indispensable el cariño de mi hijo José Fernando, que hoy tiene nueve años y de mi esposa Adriana», confiesa El profe.

Y aunque no puede moverse del cuello para abajo, de alguna manera sigue entregándose a su gran pasión que es el fútbol. Hoy, con su silla de ruedas, da clases teóricas de fútbol en dos institutos tecnológicos de Medellín y Caldas. Durante el mundial de Sudáfrica 2010 fue comentarista para un canal local de televisión y es columnista deportivo del diario El Espectador de Bogotá. Como no puede escribir, le dicta sus artículos a su esposa o a algún voluntario.

«En la salud y la enfermedad»

Adriana Herrera, esposa de Luis Fernando confiesa a ZENIT que recientemente estuvo en una boda  «y justo cuando se cumplía el rito del matrimonio y los novios hacían sus promesas: ‘en la salud, en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza’…,  yo pensaba, que realmente en mi matrimonio he pasado por todos esos momentos».

La esposa recuerda que cuando Luis Fernando fue herido de muerte oró a Dios diciendo: «si es tu voluntad, llévatelo, que en mejores manos no puede estar, pero, si quieres, déjalo, que lo vamos a acompañar».

Para ella, la experiencia de la enfermedad le cambió la vida completamente. «Tuve que dejar los vestidos elegantes del trabajo, la oficina, los horarios, la rutina para dedicarme a cuidar a mi esposo», recuerda Adriana, quien trabajaba en una entidad bancaria, que le otorgó hace seis años una licencia remunerada para que cuide a su marido. «No tengo cómo pagar el gesto que han tenido conmigo», dice.

«Cuando a Luis Fernando le dieron de alta, mi casa parecía una unidad de cuidados intensivos, con muchos miembros del personal de salud», recuerda su esposa.

Dice que la clave para aceptar el cambio que esto le ha dado en su vida es «hacerlo todo con amor», así como «aceptar que cada día trae su afán» y, por otro lado, «jamás sentir que esto se hace una carga».

«Cada gesto que hago, lo quiero hacer pensando en su recuperación, no mirando las cosas negativas. Eso vuelve a las personas amargadas», asegura la esposa de El profe.

Adriana dice que la lenta pero satisfactoria recuperación de Luis Fernando «me inyecta de fuerzas y me muestra que estamos en la lucha. Me hace ver que Dios me da cosas muy grandes, que nos está escuchado y así nos vamos fortaleciendo».

Profesionales y amigos

Además de un equipo de médicos y profesionales que han estado detrás de la recuperación de Luis Fernando Montoya, el técnico de fútbol ha contado durante estos seis años con la ayuda de la terapista Cecilia Inés Granada, religiosa de la comunidad de las Hermanitas de la Anunciación, quien al enterarse de la noticia del atentado decidió llamar a la clínica donde estaba internado para ofrecer su ayuda.

«Además de la terapia empecé a llevarle la Sagrada Comunión con el permiso del párroco», dice a ZENIT la religiosa, quien es especialista en reflexiología. «Desde el principio le dije: usted tiene que recibir al Señor que es nuestra fuerza».

La hermana Cecilia, de hábito blanco y velo negro, viaja todos los lunes desde Medellín con la psicóloga Clara Micolta, quien aprovecha para escuchar y aconsejar El profe. Para ella esta experiencia es «como poner el amor en movimiento». Luis Fernando por su parte dice que la ayuda de la religiosa es «como el ángel que llegó del cielo» que le ha permitido mover los dedos de los pies y manos.

«Después de todas las operaciones que me han hecho me doy cuenta de que Dios nos creó tan perfectos que todo nuestro organismo es hecho con una exactitud que ni nosotros mismos nos  damos cuenta», reconce Luis Fernando a ZENIT.

«El solo hecho de poder caminar o movernos es algo hermoso. Al ver el aparato circulatorio, vemos que fuimos creados de una manera precisa, de un modo detallado, como Él nos quiere a nosotros», señala.

Luis Fernando ganó para su equipo, el Once Caldas, una anhelada copa sudamericana, pero ahora ha ganado para sí mismo y sus seres queridos el campeonato de la vida, de la esperanza y de la confianza en Dios; el valor de las cosas esenciales, que es lo que más ha aprendido en estos seis años de lucha por sobrevivir, como él mismo dice.

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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