Relación entre Iglesia y Estado

Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel

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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 13 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, sobre la relación entre Iglesia y Estado.

 

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Estando los obispos del país reunidos en asamblea plenaria, nos visitó el Presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, con algunos de su gabinete. Nos presentó su visión sobre la inseguridad y la violencia, así como la estrategia que sigue el gobierno para combatir el narcotráfico y la corrupción. Nos habló de la situación económica, la generación de empleos, la atención a la salud y la prioridad de la educación. Por nuestra parte, se le expusieron algunos puntos que nos preocupan y ofrecimos nuestra leal colaboración para trabajar junto con todas las instancias en la reconstrucción de nuestra patria, en justicia, verdad, libertad, paz y reconciliación, teniendo como base la dignidad de la persona humana, más allá de credos políticos o religiosos.

En días pasados, el Presidente Nicolás Sarkosy dijo en Roma, después de su entrevista con el Papa: «Francia no olvida que con la Iglesia tiene una historia común de dos mil años y que hoy comparte con ella un tesoro inestimable de valores morales, de cultura, de civilización, que se han inscrito en su identidad. La Iglesia, con los medios espirituales que le son propios, la República Francesa con sus medios políticos, sirven a muchas causas comunes. Entonces, ¿por qué no se hablan? ¿Por qué no podrían trabajar juntas? Creo en la distinción de lo espiritual y lo temporal como un principio de libertad. Creo en la laicidad como un principio de respeto. Pero la Iglesia no puede quedar indiferente ante los problemas de la sociedad a la que pertenece, así como la política no puede quedar indiferente ante el hecho religioso y los valores espirituales y morales. No hay religión sin responsabilidad social, no hay política sin moral».

JUZGAR

No faltará quien critique que el Presidente de nuestro país dialogue con los obispos, alegando que se viola el laicismo del Estado y se atenta contra la separación. No tengan temor. No buscamos alianzas estratégicas con fines electorales, ni bendecir todo lo que haga un gobierno, sino juntos enderezar las baterías contra los enemigos comunes, como dijo el Papa Benedicto XVI al recibir al nuevo Embajador de Chile ante la Santa Sede:

«Quisiera subrayar que, si bien la Iglesia y el Estado son independientes y autónomos en su propio campo, ambos están llamados a desarrollar una colaboración leal y respetuosa para servir la vocación personal y social de las mismas personas. En el cumplimiento de su misión específica de anunciar la buena nueva de Jesucristo, la Iglesia busca responder a las expectativas y a los interrogantes de los hombres, apoyándose también en valores y principios éticos y antropológicos que están inscritos en la naturaleza del ser humano. Cuando la Iglesia alza su voz frente a los grandes retos y problemas actuales, como las guerras, el hambre, la pobreza extrema de tantos, la defensa de la vida humana desde su concepción hasta su ocaso natural, o la promoción de la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer y primera responsable de la educación de los hijos, no actúa por un interés particular o por principios que sólo peden percibir los que profesan una determinada fe religiosa. Respetando las reglas de la convivencia democrática, lo hace por el bien de toda la sociedad y en nombre de valores que toda persona puede compartir con su recta razón». Y agrega algo que también se puede afirmar de la Iglesia en nuestra patria: «A este respecto, el pueblo chileno sabe bien que la Iglesia en esa nación colabora sincera y eficazmente, y desea seguir haciéndolo, en todo aquello que contribuya a la promoción del bien común, del justo progreso y de la pacífica y armónica convivencia de todos los que viven en esa hermosa tierra» (7-X-2010).

ACTUAR

Escuchémonos con respeto, y no queramos imponer sólo nuestra voz, menos con demagógicos gritos estentóreos y con descalificaciones sistemáticas a quienes piensan y actúan en trincheras distintas. Todos somos corresponsables del país y debemos aprender a unir fuerzas, siendo independientes y autónomos, pero con una colaboración leal y respetuosa, buscando sólo el bien nacional.

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ZENIT Staff

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