CIUDAD DEL VATICANO, viernes 19 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Monseñor Raúl Eduardo Vela Chiriboga se encontraba de retiro espiritual, luego de haber renunciado a la arquidiócesis de Quito por límite de edad, cuando se enteró de que el Papa Benedicto XVI lo había convocado para formar parte del Colegio Cardenalicio.
Tanto él como el arzobispo de Aparecida en Brasil, monseñor Raymundo Damasceno Assis, son los dos latinoamericanos que serán creados cardenales en el consistorio que celebrará mañana el Papa en San Pedro.
Dijo que el dijo que los cardenales “Tenemos que estar dispuestos a dar la vida por el bien de la Iglesia, fundada por Jesús”. De 76 años, el futuro cardenal habló con ZENIT sobre su misión estos 38 años como obispo y sobre su nuevo nombramiento.
– Su primera misión episcopal fue como obispo auxiliar de Guayaquil. ¿Cómo fue esta experiencia?
Cardenal Vela: Cuando fui nombrado obispo por el Papa Pablo VI en 1972 llevaba 4 años trabajando como secretario de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana y seguí ejerciendo ambas funciones, tareas compatibles pero un poquito fuertes.
Bendigo al Señor el haber tenido como maestro pastoral y espiritual a quien luego fue cardenal, su eminencia Bernanrdino Echavarría (1912 – 2000) un obispo de larga trayectoria pastoral, quien fue el segundo arzobispo de Guayaquil. Sobre todo, diría yo, en el servicio a los más necesitados y también en el espíritu de oración que sabía transmitir en todos sus colaboradores.
– Luego pasó a ser obispo de Azogues…
Cardenal Vela: Allí estuve durante 14 años. Era una diócesis pobre y nueva, yo era el segundo obispo. Había muchísimos hermanos indígenas. Pude trabajar en el aspecto espiritual, que es lo fundamental para mi tarea, pero también en el aspecto promocional y social.
Coincidí en aquella época la reforma en aquellos predios que la Iglesia tenía, sobretodo en las diócesis del interior de la sierra. La Iglesia resolvió repartir y entregar a los indígenas y justamente durante los años que estuve sirviendo en Azogues, me tocó vivir de cerca esa problemática y esa promoción que hicimos no sólo de entrega física de los terrenos sino que se les acompañó con asistencia técnica y crediticia.
Valoro mucho la religiosidad de ese pueblo, quizá sea necesario purificarla cada vez más y más, pero considero importante su hondo sentido de responsabilidad en sus relaciones con el Señor y sus relaciones con los demás.
-¿Por qué dice que es necesario purificar cada vez más la religiosidad popular en esta diócesis?
Cardenal Vela: Porque a veces la religiosidad popular, si no la purificamos, se va tiñendo de ciertas cositas que no son ni doctrinalmente, ni pastoralmente, ni dogmáticamente de acuerdo a la fe de nuestros antepasados. Entonces viene cierta confusión, cierto dualismo, que se quisiera introducir, que no tiene nada que ver con un sano y recto sentido religioso, que se pone en relación con Dios.
– Luego pasó usted a ser arzobispo castrense…
Cardenal Vela: Una experiencia también maravillosa durante 14 años. A veces la gente se puede preguntar ¿qué puede hacer un obispo en medio de los militares que se supone que son personas adiestradas para matar, para resguardar el orden a base de violencia quizás con el uso de las armas?
Yo creo que pasé con ellos una gratísima experiencia. Mucho aprendí de ellos en el sentido de honestidad, de rectitud, de servicio a los demás. Sobre todo me interesó mucho el campo de la familia del militar, porque es uno de los peligros grandes que tiene, porque no siempre se ven comprometidos a vivir juntos, dado el traslado de un lugar a otro. Me puse de acuerdo con el hecho de que la familia tiene que estar siempre unida.
Luego existe la facilidad de que tú dispones de los fieles en el momento de que entras al cuartel, naturalmente en forma libre, pero es el momento para infundirles, enseñarles, aconsejarles, lo que la Iglesia enseña como rectitud de vida frente a la persona y frente a los demás.
También fue un campo muy bueno para el cultivo de las relaciones humanas, buscando la dignidad de todos, desde los grandes militares hasta los soldados más humildes. Yo les explicaba que para mí no era importante eso de coronel o general o sargento o soldado, para mí lo importante es que son hijos de Dios. Eso creaba un clima de respeto muy bonito.
– ¿Y su experiencia como arzobispo de Quito?
Cardenal Vela: Cuando Juan Pablo II me propuso pasar al servicio de Quito en 2003 ya tenía recorrido, mi vida episcopal. No fue fácil aceptar. Yo le decía al Señor “confío en ti” fue una diócesis grande, compleja, tuve el apoyo de los obispos auxiliares, la Santa Sede, de mis sacerdotes, de mis comunidades, sobretodo en el aspecto de oración y la mayor fuente de inspiración, el estar con el Señor y estar con mis hermanos en el apostolado, con la vivencia más clara y definida de llevar adelante el propósito que tiene la Iglesia de llevar adelante y anunciar el reino de Dios, es lo primero y lo principal.
– La vida política de Ecuador no es nada sencilla. Tres golpes de estado entre 1997 y 2005, ¿cómo vivió usted estos momentos primero como arzobispo castrense y luego como primado de Ecuador?
Cardenal Vela: Ahí pude descubrir, ¡Qué compleja que es la vida política! ¡Qué complejo es el manejo de la cosa pública! Una persona que va a dirigir una nación debe ser un estadista sereno, tranquilo, porque los asuntos se presentan tan de repente y tan seguidos durante el día que a cualquiera de nosotros nos puede asustar.
Hay que saber convenir y combinar los anhelos de un pueblo que están referidos sólo al bien común, ahí está la complejidad. El hecho de cómo manejar los asuntos, y resulta muchas veces que los intereses se cruzan.
Pero cuando el bien común se deja de lado comienza el conflicto, surgen las diferencias, las discrepancias, los roces y eso lleva a la enemistad y, Dios no permita que lleve esto a la piedra, a la ruptura de vidrios y lastimosamente puede llevar a esta divergencia y división dentro del pueblo. Eso resulta muy doloroso.
En América Latina estamos muy atentos para luchar por todos los medios a dialogar, conversar. No podemos vivir así sólo de la pelea diaria, amaneciendo a ver qué nos pasa. El diálogo es todo un arte. No podemos pensar que mi idea tiene que salir de todas maneras. Cuando vamos al dialogo debemos procurar ir desarmados.
–Ahora que terminó su servicio episcopal en la arquidiócesis de Quito y que comienza su vida como cardenal, ¿a qué se va a dedicar?
Cardenal Vela: Vamos a ver qué dice el Santo Padre. Formo parte del Colegio Cardenalicio, que como bien lo dice el Código de Derecho Canónico, somos los escogidos por el Santo Padre para el consejo, la ayuda, la visión de la problemática a nivel universal como universal es la Iglesia.
Espero que el Señor me inspire y me de la gracia. Es allí cuando uno se siente pequeño y un poquito necesitado de la luz para la palabra oportuna, la discreción necesaria y sobretodo, el testimonio. Como sabe, ahora en la sotana llevaremos el color rojo. Nos recuerda la sangre, también el amor.
Por Carmen Elena Villa