La creación continúa

Habla el padre Sabino Maffeo, miembro de la “Specola Vaticana”

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ROMA, domingo 28 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- ¿Es verdad que Dios no existe? ¿La hipótesis de que exista un creador, la creen sólo los que profesan una religión monoteísta abramítica? ¿Se puede ser científico y creyente?

Se trata de preguntas cada vez más frecuentes y a pesar del intento de la Iglesia católica de explicar de maneras diversas y articuladas que religión y fe discurren por líneas paralelas y en muchos puntos convergentes, resuenan las intervenciones de ateos militantes que insisten en la incompatibilidad absoluta entre ciencia y fe.

Para profundizar en el debate abierto, ZENIT ha entrevistado al padre Sabino Maffeo, sacerdote jesuita y miembro de la Specola Vaticana, el observatorio astronómico dependiente de la Santa Sede.

– En su último libro, Stephen Hawking sostiene que Dios no sirve para explicar el nacimiento del universo. ¿Qué opina usted al respecto?

Padre Maffeo: La razón humana puede enriquecerse con conocimientos de distintos grados, es decir, en tres niveles: en base a la experiencia sensible mediante los instrumentos proporcionados por la física, la química, la biología y la matemática; en base al razonamiento filosófico, que no utiliza instrumentos materiales sino que argumenta sobre la realidad en base a las exigencias innatas de la razón; y en base a la revelación por parte de Dios. Se tiene así el conocimiento de cosas nuevas debido a la fe sobrenatural que es un don que Dios intenta hacer a todos.

Nota importante: Estos tres niveles no son compartimentos estancos en el sentido de que cuando la mente humana trabaja en el primer nivel, y estudia por ejemplo el ojo humano, o la estructura de un panal de miel, o el orden geométrico de una telaraña y tantas otras cosas maravillosas, no puede dejar de maravillarse ante el orden que hay en la naturaleza y pasar al nivel superior de conocimiento para preguntarse cómo explicar este orden, con el caso o con la finalidad debida a una mente ordenadora, y de aquí pasar al tercer nivel para encontrar confirmación en la fe por lo que nos dice la revelación.

Permaneciendo en el primer nivel no se puede decir nada sobre Dios, ni que existe ni que no existe. La búsqueda de Dios, su existencia, su creación del mundo, etcétera, no entra en el primer nivel en cuanto realidad no susceptible de ser experimentada por los sentidos.

El error de Hawking es doble: razona sobre Dios como si fuera una realidad que puede descubrirse con argumentos de física y matemáticas, que son instrumentos del primer nivel; tiene un concepto erróneo de creación en cuanto que habla de un Dios considerado por los creyentes como necesario para dar inicio al mundo, que una vez creado, va adelante por sí solo (Dios relojero).

En realidad, la creación es un acto continuo de Dios que dio inicio al mundo de la nada y lo mantiene en el ser (continúa creándolo) en todo instante para que continúe existiendo (creación continua).

Todo esto podemos decir que lo sabemos por la razón pero sólo porque está ayudada muchísimo por la fe. Sólo por la fe sabemos que el mundo no ha sido creado ab aeterno sino en el tiempo.

– El Pontífice Benedicto XVI sostiene que la hipótesis del creados es la más razonable. ¿Qué piensa usted de ello?

Padre Maffeo: Estoy de acuerdo. Pero, dado que sólo con la razón puedo decir poco o nada del creador, dudo que haya personas que admitan la existencia de Dios en base únicamente a la razón, sin tener una fe en Dios.

– ¿Puede indicarnos cuáles son las razones por las que cree en la existencia de un creador?

Padre Maffeo: Me convencen las Vías de Santo Tomás, que, en principio, deberían bastar para convencer sólo a la razón pero de hecho, dada la debilidad causada por el pecado original, no convencen como que dos más dos son cuatro.

En este sentido, el Catecismo de la Iglesia católica en los números 36 y 37 sostiene que “Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza con la luz natural de la razón humana partiendo de las cosas creadas”, citando el Concilio Vaticano I.

– Nuestro planeta es el único que tiene vida en el sistema solar y más allá. Y no tiene sólo flora y fauna, sino que también está poblado por seres humanos. ¿Cómo explica esta unicidad?

Padre Maffeo: Nadie sabe cómo se ha originado la vida. ¿Nació por sí sola o fue necesaria una intervención de Dios? Los ateos deben decir que nació por sí sola, pero no tienen pruebas. Éstas se tendrán sólo el día en que la vida se realice en el laboratorio a partir de materia no viva.

Yo, creyente, tengo dos posibilidades: la vida apareció por sí sola, o por intervención de Dios. Pero en lo que respecta al ser humano, la fe me dice que en la transición del no hombre al hombre es necesaria la intervención de Dios, es decir, el alma de todo ser humano está creada por Dios.

Respecto a la vida en otros cuerpos del sistema solar, parece demostrado que sus condiciones físicas y químicas no permiten la vida que conocemos. Quizás fue posible en Marte en tiempos muy remotos, lo cual podrá demostrarse con futuras exploraciones del planeta. ¡Permanece siempre sin embargo el problema de saber si la vida vino por sí sola o por intervención de Dios!

– Algunas personas creen que un creyente no puede hacer ni hablar de ciencia. ¿Puede poner algún ejemplo de científicos creyentes y católicos en particular?

Padre Maffeo: Casi todos los observatorios astronómicos italianos tuvieron su origen en seminarios y órdenes religiosas y estaban dirigidos por astrónomos que eran también sacerdotes. Se puede ver información sobre esto la web http://www.disf.org/altriTesti/Chinnici.asp. Un ejemplo actual es la Specola Vaticana donde los astrónomos son todos padres jesuitas.

Se puede ver también el volumen de Ivan Tagliaferri y Elio Gentili: Scienza e Fede – I Protagonisti” [Ciencia y fe – Los protagonistas] (De Agostini), de cerca de 300 páginas con centenares de científicos creyentes.

Me vienen a la mente algunos de los científicos de fama mundial: Nicola Cabibbo, fisico; Ennio de Giorgi, matemático; Max Plank, fisico; Johan Gregor Mendel, genetista; y después Galileo Galileo; Isaac Newton; Giovanni Keplero; Niccolò Copernico; Georges Lemaître; Antonio Stoppani, y Angelo Secchi.

Por Antonio Gaspari y Maurizio Tripi

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ZENIT Staff

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