Benedicto XVI: “La libertad religiosa es el camino a la paz”

Hoy durante el rezo del Ángelus

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CIUDAD DEL VATICANO, sábado 1 de enero de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la intervención del Papa Benedicto XVI hoy al introducir el rezo del Ángelus con los peregrinos de todo el mundo reunidos en la Plaza de San Pedro.

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Queridos hermanos y hermanas

En este primer Ángelus del 2011, dirijo a todos mi augurio de paz y de bien confiándolo a la intercesión de María Santísima, a la que hoy celebramos como Madre de Dios. Al inicio de un nuevo año, el Pueblo cristiano se reúne espiritualmente ante la gruta de Belén, donde la Virgen María dio a luz a Jesús. Pedimos a la Madre la bendición, y ella nos bendice mostrándonos al Hijo: de hecho, Él en persona es la Bendición. Dándonos a Jesús, Dios nos lo ha dado todo: su amor, su vida, la luz de la verdad, el perdón de los pecados; nos ha dado la paz. Sí, Jesús es nuestra paz (cfr Ef 2,14). Él trajo al mundo la semilla del amor y de la paz, más fuerte que la semilla del odio y de la violencia; más fuerte porque el Nombre de Jesús es superior a cualquier otro nombre, contiene todo el señorío de Dios, como había anunciado el profeta Miqueas: «Y tú, Belén … de ti me nacerá el que debe gobernar … Él se mantendrá de pie y los apacentará con la fuerza del Señor, con la majestad del nombre del Señor, su Dios … ¡Y él mismo será la paz!» (5,1-4).

Por esto, ante el icono de la Virgen Madre, la Iglesia en este día invoca de Dios, por medio de Jesucristo, el don de la paz: es la Jornada Mundial de la Paz, ocasión propicia para reflexionar juntos sobre los grandes desafíos que nuestra época plantea a la humanidad. Uno de estos, dramáticamente urgente en nuestros días, es el de la libertad religiosa; por ello, este año he querido dedicar mi Mensaje a este tema: “Libertad religiosa, camino para la paz”. Asistimos hoy a dos tendencias opuestas, dos extremos negativos ambos: por una parte el laicismo, que de forma a menudo oculta, margina la religión para confinarla a la esfera privada; por otra el fundamentalismo, que en cambio querría imponerla a todos con la fuerza. En realidad, “Dios llama a sí a la humanidad con un designio de amor que, a la vez que implica a toda la persona en su dimensión natural y espiritual, requiere corresponderle en términos de libertad y responsabilidad, con todo el corazón y con todo el propio ser, individual y comunitario» (Mensaje, 8). Allí donde se reconoce de forma efectiva la libertad religiosa, la dignidad de la persona es respetada en su raíz y, a través de una búsqueda sincera de la verdad y del bien, se consolida la conciencia moral y se refuerzan las propias instituciones y la convivencia civil (cfr ibid. 5). Por esto la libertad religiosa es el camino privilegiado para construir la paz.

Queridos amigos, dirijamos de nuevo la mirada a Jesús, entre los brazos de María su Madre. Mirándole a Él, que es el “Príncipe de la paz» (Is 9,5), comprendemos que la paz no se alcanza con las armas, ni con el poder económico, político, cultural y mediático. La paz es obra de conciencias que se abren a la verdad y al amor. Que Dios nos ayude a progresar en este camino en el nuevo año que nos concede vivir.

[Después del Ángelus dijo]

Queridos hermanos y hermanas, en el Mensaje de la Jornada de la Paz de hoy he subrayado que las grandes religiones pueden constituir un importante factor de unidad y de paz para la familia humana, y he recordado, a propósito de esto, que en este año 2011 se celebrará el 25° aniversario de la Jornada Mundial de Oración por la Paz que el Venerable Juan Pablo II convocó en Asís en 1986. Por esto, en el próximo mes de octubre, me dirigiré peregrino a la ciudad de san Francisco, invitando a unirse a este camino a los hermanos cristianos de las distintas confesiones, los representantes de las tradiciones religiosas del mundo, y de forma ideal, a todos los hombres de buena voluntad, con el fin de hacer memoria de este gesto histórico querido por mi Predecesor y de renovar solemnemente el compromiso de los creyentes de toda religión de vivir la propia fe religiosa como servicio a la causa de la paz. Quien está en camino hacia Dios no puede dejar de transmitir paz, quien construye paz no puede dejar de acercarse a Dios. Os invito a acompañar desde ahora con vuestra oración esta iniciativa.

En este contexto deseo saludar y animar a cuantos, desde ayer por la noche y durante la jornada de hoy, en toda la Iglesia rezan por la paz y por la libertad religiosa. En Italia, la tradicional marcha propuesta por la CEI, Pax Christi e Caritas tuvo lugar en Ancona, ciudad que acogerá en el próximo septiembre el Congreso Eucarístico Nacional. Aquí en Roma, y en otras ciudades del mundo, la Comunidad de San Egidio ha vuelto a proponer la iniciativa “Paz en todas las tierras”: saludo de corazón a cuantos toman parte en ella. Saludo también a los participantes en el Movimiento del Amor Familiar, que esta noche han velado en la Plaza de San Pedro y en la diócesis de L’Aquila, rezando por la paz en las familias y entre las naciones.

[En español dijo]

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana en este primer día del año, octava de la Navidad. La Iglesia celebra hoy la solemnidad de Santa María, Madre de Dios, y también la Jornada Mundial de la Paz. Os invito a entrar en la escuela de la Virgen Santísima, fiel discípula del Señor, para aprender de Ella a acoger en la fe y en la oración la salvación que Dios quiere derramar sobre los que confían en su paz y amor misericordioso. Feliz Año Nuevo.

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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