LONDRES, miércoles 26 de enero de 2011 (ZENIT.org).- El ex presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos fue homenajeado por el arzobispo anglicano de Canterbury con una cena y con la concesión de la Cruz de Lambeth.
El arzobispo anglicano Rowan Williams fue el anfitrión de la cena en honor al cardenal Walter Kasper el pasado jueves, con el apoyo del club Nikean, asociación ecuménica de la Iglesia de Inglaterra.
Durante la noche el cardenal fue galardonado con la Cruz de Lambeth, que se concede a los líderes religiosos que han ofrecido un servicio excepcional a la causa de la unidad de los cristianos, y en particular en la comunión con los anglicanos.
En un discurso realizado esa noche, el cardenal Kasper expresó “mi profunda gratitud y mi alta estima” para el arzobispo y sus colaboradores, “que siempre fueron muy serviciales con los oficiales del Consejo Pontificio”.
El prelado señaló concretamente que durante la visita que Benedicto XVI realizó a Reino Unido el pasado septiembre, el Papa “fue bien recibido por Su Majestad la Reina, por el arzobispo de Canterbury, por el gobierno y especialmente por la gente, fueran anglicanos o católicos”.
“Sabemos que la unidad de la Iglesia no es un fin en sí misma”, dijo, “sino que ayuda a cumplir la misión de la Iglesia que consiste en difundir el Evangelio y sus valores en un mundo que lo necesita mucho, a fin de lograr más justicia, libertad y paz”.
“De un modo particular”, añadió el cardenal, “nuestro viejo continente europeo con su gran herencia cultural pero también una confusa desorientación espiritual, necesita una nueva guía espiritual y una nueva evangelización”.
“Sólo juntos podemos hacerlo y deberíamos intentar hacerlo lo más unidos que podamos”, dijo.
También el cardenal Kasper afirmó, “es nuestra responsabilidad común cumplir la última voluntad de Nuestro Señor “Que todos seáis uno, para que el mundo crea”.
Aseguró a sus oyentes que “el Santo Padre, mi sucesor en el Consejo Pontificio y la Iglesia católica romana en su conjunto tienen la voluntad y la decisión más que nunca de continuar este camino de diálogo sincero que comenzamos tras el Concilio Vaticano II, hace casi cincuenta años”.
Retos
El prelado reconoció algunos de los problemas a los que se enfrenta este diálogo, el primero de todos en la definición de “¿qué significa ser la única Iglesia de Cristo entre las muchas iglesias?”
Añadió, “¿Qué significa darse cuenta de que esta catolicidad, en sí misma no confesional, abarca todo el significado original?”
Sabemos que ésto toca el problema de la primacía”, observó el cardenal, “lo que para ambos no es una cosa sencilla, porque esto, además de las cuestiones teológicas que surgen, está profundamente arraigado en la conciencia de este país y en su historia y también en nuestras convicciones católicas”.
El cardenal Kasper destacó un segundo reto: “¿Cómo acercarnos con nuestro mensaje a esta mentalidad moderna o postmoderna en nuestra sociedad occidental secularizada y plural?”
“Aquí aparecen problemas éticos y pastorales y nuestra fidelidad al mensaje del Evangelio es desafiada”, afirmó, reconociendo el esfuerzo por definir “fidelidad más allá del fundamentalismo y liberalismo”
Estas “no son preguntas fáciles”, afirmó el prelado, “pero por el bien de nuestra gente no nos podemos permitir ceder”.
Añadió, “ es nuestro deber hacerlo lo mejor posible con el fin de encontrar respuestas comunes, esta es nuestra intención en el nuevo comienzo de la tercera fase de las conversaciones de nuestra Comisión Internacional Anglicana-Católica”
El cardenal expresó su esperanza debida a “el crecimiento y aumento de la cooperación ecuménica y espiritual entre los grupos y comunidades de diferentes iglesias en las oraciones cotidianas y en las reuniones donde juntos leen la Biblia, intercambiando experiencias espirituales y rezando juntos”.
“El ecumenismo no está muerto”, afirmó, “está vivo y está entrando en una nueva y esperanzadora fase de su historia”.
[Traducción del inglés por Carmen Álvarez]