Por Edward Pentin
ROMA, domingo 6 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- En esta época del año, la comunidad de laicos de San Egidio de Roma reúne a estudiosos musulmanes y cristianos y a líderes políticos y religiosos para realizar una conferencia de un día, sobre la situación en Medio Oriente.
Cada uno de ellos arroja luz sobre esta problemática región y ofrece una esperanza, pero el evento de este año, que tuvo lugar el pasado 23 de febrero, fue especialmente esperanzador y oportuno a la luz de los acontecimientos sucedidos en el norte de África y en Medio Oriente.
Muchos de los ponentes expresaron sus esperanzas de que los cambios de regímenes que han tenido lugar – y los más probables – ofrecieran una oportunidad para que la región finalmente abrazase la libertad religiosa y la democracia, sin ignorar el problema de los extremistas que secuestran los altos niveles de poder.
El ministro italiano de Asuntos Exteriores, Franco Frattini, abrió la conferencia abogando por gastar más fondos de la Unión Europea en el diálogo entre cristianos y musulmanes en la región, “dinero que debería ser gastado y que se gastaría bien”. Destacó, también, que existe una oportunidad para estos países de llegar a la transición a una democracia que incluya los principios de libertad religiosa en sus nuevas constituciones. Esto sólo puede pasar, dijo, si viene del pueblo, “y no dictado por Bruselas o Roma”, y uno de los beneficios añadidos podría ser el final de la emigración de los cristianos de la región”.
El cardenal Antonios Naguib, el patriarca copto católico de Alejandría, dijo que los cristianos y los musulmanes tienen “raíces espirituales en común que son un puente de unión y un terreno fructífero donde encontrarse y cooperar”. Él destacó que la vocación de la Iglesia es el servicio, y que cada miembro está llamado a realizarlo en sus vidas, “sin el sincretismo o el relativismo sino con humildad, respeto, sinceridad y amor”.
A pesar de las diferentes nociones que las religiones tienen del hombre, sus derechos y libertades, el cardenal dijo que “debemos emprender el camino y encontrar juntos bases bien definidas para actuar en común, por el bienestar de nuestras sociedades y nuestros países”.
“Los derechos humanos son un terreno común que compartimos”, añadió, e hizo un llamamiento a los cristianos y musulmanes para “trabajar juntos y poder preparar un nuevo amanecer en el Medio Oriente”, apoyados por la oración, el entendimiento y por el amor fraternal a través del mundo.
Mohammed Sammark, erudito musulmán sunita y co-secretario general del Comité nacional para el diálogo entre Cristianos y Musulmanes en Líbano, dio un punto de vista, más realista pero también esperanzador, de la situación. Centrándose en la cuestión del papel que los cristianos juegan en Medio Oriente, destacó que los cristianos, que han sufrido mucho bajo los regímenes autócratas de la región en el pasado, podrían estar ante un futuro más brillante, pero que dependía de la “cuestión crítica” de si la libertad política va acompañada de la libertad religiosa.
En este momento, dijo, hay demasiadas incertidumbres, especialmente sobre cómo los nuevos gobiernos tratarán las realidades regionales y las cuestiones como la libertad religiosa. Aunque Sammark destacó que los alzamientos no se habían realizado bajo consignas religiosas, o anti-americanas, anti-imperialistas o anti-sionistas. “Los eslóganes hablaban estrictamente de libertad, democracia, dignidad, transparencia, anti-corrupción, el imperio de la ley y el estado de derecho -eslóganes vinculados directamente con los derechos y valores humanos”, dijo. “Esta es la esencia de los cambios que están teniendo lugar en Medio Oriente”.
Sin embargo, él no quiso decir que los islamistas no “intentarían saltar al asiento del piloto” y cambiar los ideales de los manifestantes, ni tampoco que los cambios serían fáciles. Comparó los sucesos con “un tremendo terremoto político y social”. Y como todos los hechos de esa naturaleza, dijo esperar muchas réplicas antes de la vuelta a la normalidad.
“Nuestra esperanza es que estas manifestaciones y levantamientos se establezcan en la base del reconocimiento de la identidad nacional y el respeto de los derechos plenos de la ciudadanía”, dijo, antes de concluir: “No habrá Medio Oriente sin cristianos o musulmanes que se complementen los unos a los otros, construyendo la misma civilización y compartiendo la misma identidad nacional”.
Arrojando alguna luz sobre un posible camino a seguir, Tarek Mitri, un profesor griego-ortodoxo de la Universidad Americana de Beirut, destacó que en el contexto de las relaciones de cristianos y musulmanes, sería esencial que la democracia y los derechos humanos “estuviesen íntimamente relacionados con la ciudadanía y el estado de derecho”.
“Los derechos humanos como la libertad religiosa no debe aplicarse nunca de manera selectiva o instrumentalizada en el contexto de la dominación externa o utilizados por un grupo de personas contra otro”, advirtió. “Es crucial afirmar su indisolubilidad, para reconciliar los derechos individuales con aquellos de las comunidades porque la genuina ciudadanía no puede coexistir con la homogeneización política de las comunidades”. Mitri, ex ministro de cultura del Líbano, destacó que la pluralidad política dentro de las comunidades promueve la ciudadanía, pero que sólo puede ser alcanzada por los políticos que gobiernan en vez de dominar y que “promueven la política cívica”.
Dos oradores presentes en la Plaza Tahrir durante el derrocamiento del régimen de Mubarak, ofrecieron algunos testimonios oculares esperanzadores de la sublevación. Mohammed Esslimani, profesor de teología musulmana sunita en Arabia Saudí, leyó su informe de ese momento, diciendo que algunas de las cosas que vio, nunca se habían visto antes en el mundo árabe, como todas las religiones, partidos políticos y grupos de distintas etnias y nacionalidades actuaron juntos en lo que él llamó un tipo de “sufí” (termino islámico para místico).
“La convivencia fue hermosa y además fue desarrollada espontáneamente sin interferencias externas”, dijo. Esta fue la expresión de una civilización real, que tiene sus raíces en la fe auténtica y plena que proviene de sabias enseñanzas del pasado y la amargura del presente. Se formó un mosaico tan hermoso y lleno de vida que sirvió de inspiración al mundo entero”.
Dijo también, que algunos informes de los medios de comunicación eran falsos y que lo que sucedió en la Plaza Tahrir “mostró una unión real” entre cristianos y musulmanes. Recordó que vio a una chica con una cruz al cuello que ofreció su cara bufanda de diseño a un musulmán para que la pudiera usar como una alfombra de oración, así como a un cristiano transmitiendo las palabras de un imán a unas dos mil personas, que no eran capaces de escuchar al predicador.
Muhammad Rifaa al Tahtawi, ex portavoz de la universidad Al.Azhar del Cairo, recordó como los musulmanes podrían ayudar a proteger a los cristianos para que estos pudiesen rezar y viceversa. “Hubo un resurgimiento del espíritu de Egipto y de Oriente que es un espíritu de unión”, dijo. “Todo el mundo dejó a un lado las desavenencias y se concentró en un objetivo común: la democracia, la prosperidad, la justicia y los valores comunes”.
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Shahbaz Batthi
El extremismo islámico, sin embargo no parece estar muy lejos, tratando de socavar cualquier aspiración a la convivencia pacífica.
El asesinato en Islamabad, el pasado 2 de marzo, de Shahbaz Batti, ministro católico de las minorías, fue especialmente doloroso para la Comunidad de San Egidio, que había trabajado estrechamente con él en el pasado, tratando de m
ejorar las relaciones entre cristianos y musulmanes en el país. La Comunidad está presente en 10 ciudades pakistaníes.
En una declaración, San Egidio describió a Bhatti como un “hombre valiente y amable”, que había pasado su entera vida política trabajando en aras de una convivencia pacífica de todas las religiones del país. Se dice que la última persona que habló con Bhatti fue un miembro de la Comunidad, por teléfono, un cuarto de hora antes del trágico suceso.
En la conferencia de la semana pasada, Franco Frattini había hablado del ministro, diciendo que el gobierno italiano estaba animado por su inclusión en el gabinete y por el hecho de que hubiese un ministro en el gobierno que se dedicase a las minorías.
“La muerte de Bhatti es una gran pérdida para Pakistán, por las razones del diálogo y por todos nosotros, dijo Marco Impagliazzo, presidente de San Egidio.
“Aunque en este momento la tristeza y la angustia prevalecen en todos los cristianos de Pakistán”, añadió, “seguimos creyendo y esperando que su sacrificio y ejemplo guíen a Pakistán hacia un mejor futuro y a una nueva era de colaboración y entendimiento entre los creyentes”.
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Edward Pentin es un escritor freelance que vive en Roma.
Puede contactarse con él en : epentin@zenit.org
[Traducción del inglés por Carmen Álvarez]