ROMA, domingo 4 marzo 2012 (ZENIT.org).- Mark Riedemann de Dios llora en la tierra, en cooperación con la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada, entrevistó a monseñor José Luis Ponce de León IMC, vicario apostólico de Ingwavuma en Sudáfrica, la región con el mayor porcentaje de infecciones por el vih/sida en el mundo entero.
Usted nació en Buenos Aires, Argentina en 1961. ¿Cuándo supo que quería ser sacerdote?
—Mons. Ponce de León: Yo tenía 18 años y fue en el grupo de jóvenes que conocí a los Misioneros de la Consolata. Al conocerlos, descubrimos algo que nunca habíamos visto antes, que era la obra misionera de la Iglesia. Me hizo pensar en la posibilidad de convertirme en un misionero laico. Fue un domingo de abril, en que rezábamos por las vocaciones. Por alguna razón recuerdo que estaba en mi habitación pensando, tal vez Dios me está llamando no a ser un misionero laico, sino un sacerdote. Mi llamado fue una especie de paquete: religioso, sacerdote, y sacerdote misionero, las tres cosas juntas.
¿Cómo fue para usted, que es latinoamericano llegar a África? ¿Cuál fue el mayor desafío que tuvo que superar?
—Mons. Ponce de León: Usted sabe que se dice que es más fácil para la gente de América del Sur ir a África por la forma en que nos relacionamos con la gente. El reto, probablemente es que no tenemos los recursos financieros detrás de nosotros y por lo tanto no podemos escribir de vuelta a casa, a las organizaciones en nuestros países o a quien sea para obtener ayuda financiera, a menos que hayas estudiado y trabajado en Europa o en América del Norte. El otro reto fue llegar, como una persona blanca en el contexto del fin del apartheid. La Iglesia católica es sólo el 4%, por lo que no todos sabían que yo era un sacerdote. Su primera impresión fue de que yo era una persona de raza blanca, los que tienen el poder y el dinero, y uno de aquellos que controlaba todo hasta ayer en Sudáfrica.
¿Así es que había una desconfianza instintiva?
—Mons. Ponce de León: Inicialmente la había, pero afortunadamente lo primero que hice, y todavía lo hago, es decir algo en zulú y cambia por completo todo el asunto.
Su primera diócesis en Sudáfrica fue Dundee y como usted ha mencionado, aprendió el idioma zulú. Usted se convirtió en un ciudadano sudafricano, ¿acaso es esta su casa ahora?
—Mons. Ponce de León: Sí. Cuando me uní a los Misioneros de la Consolata nunca pensé que me iría a otro país sólo por unos pocos años. Para mí era de por vida. Pero luego fui trasladado a Roma y un año más tarde fui elegido secretario general de los Misioneros de la Consolata. Pensé que esto sería lo último. Nunca iba a volver a Sudáfrica… hasta que recibí esa simpática llamada telefónica del nuncio apostólico en Sudáfrica que dijo: “Felicitaciones, el santo padre lo ha nombrado obispo de Ingwavuma”.
¿Y usted dijo que sí?
—Mons. Ponce de León: Estaba muy confundido. Yo estoy muy a favor de una Iglesia local con el sacerdote local, y el obispo local a cargo. Yo era un religioso, un extranjero en un contexto zulú; no tenía sentido, pero al mismo tiempo me decía: “Bueno, es un vicariato y no una diócesis. Hay mucho trabajo por hacer mientras se convierta en una diócesis, tal vez por eso he sido llamado como misionero de la Consolata, así es que que estaremos allá para desarrollar la Iglesia local y trasladarme a otro sitio”.
Es una zona preciosa, pero también es una zona de sufrimiento. Sudáfrica tiene una de las más altas tasas de sida del mundo y creo que su área tiene una de las tasas más altas dentro de la propia Sudáfrica. ¿Cómo trabaja usted en este contexto?
—Mons. Ponce de León: Llegué a conocer la zona por Hlabisa, donde está la catedral. Es famosa porque se dice que es la zona con el mayor porcentaje de sida del mundo, y yo no sabía dónde estaba. Más tarde estaría yo allí, en la catedral. Realmente creo que la Conferencia Episcopal tuvo una idea brillante en el año 2000 cuando se decidió coordinar todos los proyectos en Pretoria, desde la casa Khanya, que es la oficina principal de la Conferencia Episcopal, porque se trataba de una pandemia y habría sido muy difícil para cualquiera de nosotros el ir solos, a como lo estamos haciendo hoy.
¿De qué número estamos hablando en KwaZulu Natal?
—Mons. Ponce de León: En nuestra zona, se dice que entre el 30 y el 40% de las personas son vih positivas, lo que significa que no hay una sola familia, que no esté afectada por esta pandemia. Recuerdo que hace años, cuando el alcalde de un pueblo dijo que era uno de cada tres, decía: “Mira a tu izquierda y a tu derecha: uno de ustedes es positivo”. Y es tan simple como eso. Por otra parte, esto afecta a personas entre los 15 y 40 años. En el año 2000, yo tenía 40 años en ese momento, y en la misión donde yo trabajaba el 50% de las personas que enterré eran más jóvenes que yo. No se discutía: Sentíamos que muchas personas se estaban muriendo y sabíamos que eran muy jóvenes.
¿Cuál fue la respuesta?
—Mons. Ponce de León: La educación es la respuesta. El gobierno optó por la política del AFP (abstinencia, fidelidad y preservativos). En la práctica, se daba el PFA (preservativos, fidelidad, abstenerse). Pero no funcionó. La pandemia no se detuvo y el gobierno comenzó a preguntarse qué salió mal. Algunas personas creen que tienen la respuesta correcta para la pandemia del sida en Sudáfrica, como si hubiera una respuesta fácil. Yo les digo que vengan y se queden por un tiempo en Sudáfrica y entonces comprenderán que es un problema difícil, y que son muchas las razones por las que la pandemia sigue creciendo.
¿El gobierno lo está haciendo de nuevo en su programa?
—Mons. Ponce de León: Así es, y ahora siempre involucran a la Iglesia en sus planes. Se dice que nosotros, la Iglesia católica, somos los mayores proveedores de cuidado de la salud en Sudáfrica. Fuimos pioneros en varios aspectos. Cuando el gobierno tenía problemas para tomar decisiones o adoptar medidas, la Iglesia católica lo hizo. Sabíamos que el programa antiretroviral era esencial para nosotros pero no nos lo podíamos permitir. Así que el Consorcio de ayuda al Sida (AIDS Relief Consortium) vino en nuestro rescate y así fue como empezamos.
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¿Cuál es su mayor necesidad ahora en Sudáfrica?
—Mons. Ponce de León: En nuestro caso está siempre en el campo del vih. Mi principal temores el siguiente: el programa antiretroviral es excelente e incluso tenemos en mi vicariato, que es una zona rural, dos contenedores de transporte que se han transformado en un laboratorio de análisis de sangre. Seguimos a los pacientes en el vicariato, así que no tenemos que enviar las muestras de sangre a Johannesburgo para ver lo que está pasando.
Por lo tanto, ¿la parroquia se convierte en un hospital, en una clínica?
—Mons. Ponce de León: Todo se hace allí, cuidamos totalmente de la persona. Y hemos visto cómo las personas que están muriendo son capaces de recuperar su dignidad, se levantan
de nuevo. Son capaces de volver a trabajar para cuidar de sus familias. Sin embargo, los retrovirales sólo sirven para prolongar sus vidas y sólo en la medida en que podamos ofrecerlos, y este es mi mayor temor, quedarnos sin fondos y no ser capaces de apoyar nunca más a la gente. No se trata sólo de los enfermos, sino también de sus familias. Se trata de toda una generación, del futuro de este país, y tenemos que asegurarnos de que ellos vayan a la escuela para que puedan prepararse mejor y miren el futuro con esperanza. Eso es lo principal para nosotros.
Esta entrevista fue realizada por Mark Riedemann para “Dios llora en la tierra”, un programa semanal de televisión y radio producido por Catholic Radio y Televisión Network, en conjunto con la fundación pontificia internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Para obtener más información en: www.WhereGodWeeps.org y www.acn-intl.org.
Traducido del inglés por José Antonio Varela V.