Benedicto XVI recibido con salvas en Cuba

Terminó una visita a México breve pero intensa

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Por Paloma Rives, enviada especial

ZENIT.org).- Este lunes 26 de marzo, el papa Benedicto XVI concluyó una, según sus palabras, «breve pero intensa» visita a México y emprendió el viaje a Cuba, donde fue recibido con salvas en el aeropuerto.

Eran las 5 de la mañana en León Guanajuato y algunos de los periodistas acreditados por la Santa Sede asistimos a la misa que todos los días nos ofrece la organización en una de las habitaciones del hotel.

Al centro de la sala de estar, el altar. A un costado un ventanal que nos mostraba espléndidamente las pocas luces encendidas del centro de la ciudad.

Faltaban una horas para partir hacia Cuba. Nos dimos la paz y en ese instante recorrimos mentalmente las imágenes de la misa que el Santo Padre ofició en el Parque Bicentenario.

Las sonrisas eran no únicamente de los mexicanos, eran también sonrisas que compartían con Benedicto XVI.

La expresión en el rostro del sumo pontífice era mas que elocuente. Mas aún cuando en su recorrido en el papamóvil portaba un sombrero de charro. Los charros son los mexicanos que, entre sus demostraciones de afecto y pertenencia a México, se encuentra la de usar orgullosamente un traje que por siglos ha caracterizado al hombre que es y se siente de ese país.

Así se apreciaba al santo padre. Como quien ama profundamente a México.

Hubo quienes expresaban su emoción, y hubo también quienes no dejaron de demostrar su sorpresa al encontrar en el papa esa sensibilidad que tal vez el pueblo mexicano no esperaba.

Tal vez por la idea que circulaba entre los fieles de aquel país, acerca de las percepciones respecto a un líder con amplia sabiduría pero con características de sobrada formalidad y acciones regidas más por la razón que por los sentidos.

No fue así. México conoció a Benedicto XVI y él le entregó el corazón a los mexicanos.

Por si no bastaban las largas vallas humanas que –durante kilómetros enteros- mostraban su alegría por recibir la visita pastoral del Vicario de Cristo, en la noche del domingo le llevaron serenata.

Nadie hubiera podido esconder la profunda alegría y esperanza que se vivieron en esos momentos. Nadie. Ni siquiera su santidad.

Ya son las 6 de la mañana. Bajamos el equipaje a la entrada del hotel donde, con impecable organización, el equipo de logística del Vaticano lo recibe y documenta para el vuelo papal. Nos entregan el boleto de avión y señalan el área para abordar los autobuses hacia el aeropuerto internacional de Guanajuato y así continuar acompañando a Benedicto XVI en su visita pastoral a América Latina.

Nos dirigimos al restaurante del hotel para tomar el desayuno. El comentario de los periodistas, meseros y staff es el mismo: se le veía contento, entregado, convencido de que México le recibió con la alegría y participación que ni siquiera muchos de nosotros, nos hubiéramos imaginado.

Ya es hora de subir a los autobuses. Basta con salir del hotel para encontrar nuevamente jóvenes, mujeres, niños que durante horas se han colocado en el trayecto para ver a su santidad. Si bien en Roma fuimos citados en el interior del aeropuerto para esperar abordar el avión de Alitalia, en esta ocasión llegamos a la zona de hangares.

Ahí una despedida: “Mi breve pero intensa visita a México llega a su fin. Pero no es el fin de mi afecto y cercanía a un país que llevo muy dentro de mí”.

Los cantos, las miradas, los aplausos indicaron que es recíproco. El papa alemán, el de la sabiduría que le ha caracterizado en su trabajo por la doctrina de la fe se entregó por completo.

“Queridos amigos mexicanos: les digo ¡adiós!, en el sentido de la bella expresión tradicional hispánica: ¡Queden con Dios! Sí, adiós; hasta siempre en el amor de Cristo, en el que todos nos encontramos y nos encontraremos. Que el Señor les bendiga y María Santísima les proteja”.

Estamos ya en nuestro asiento del avión y confirmamos que toda relación humana duradera y fructífera comienza precisamente conociendo lo verdadero del otro, lo profundo. El papa visitó México y México conoció a Benedicto XVI.

Abrimos el programa de actividades. Próxima ciudad: Santiago de Cuba.

En León Guanajuato se reunieron mas de 600.000 almas para conocer al papa. ¿Cuántos, cómo, quiénes le recibirán en Cuba? Hay una frase que menciona que es necesario conocer la historia –las relaciones humanas también tienen historia- para entender el presente.

¿Qué sucedió en aquella visita del antecesor de Benedicto XVI?

Llega Paloma Gómez Borrero a “visitar” la fila del avión donde nos encontramos. Paloma (es un honor llevar el mismo nombre) es una mujer que ha recorrido el mundo acompañando a la figura del líder de la Iglesia católica durante años. Es española y nos cuenta que tiene en sus costumbres enviar postales a algunos seres queridos desde todos los lugares que visita con su santidad.

Comentamos un poco sobre México y llegamos al tema de Cuba. “Cuando la visita de Juan Pablo II, hubo un momento en que estando reunido con Fidel Castro se escuchó un grito: ¡libertad! Y su santidad contestó: sí ¡la libertad que da Cristo!” Dice emocionada.

“Ahí, en la plaza de la revolución antes de empezar la misa Fidel fue a vernos. No habló con nadie. De hecho, en esa misa fue cuando un viento sumamente fuerte se comenzó a sentir y el papa dijo –es el viento del Espíritu que está sobre Cuba”.

En la conversación se deja entrever que Fidel Castro pudiera encontrarse con Benedicto XVI en la segunda misa de Cuba, después de la de Santiago. En la misa de La Habana que será el martes 27. Pudiera ser también que ahí se encuentre Chávez.

De hecho, el padre Federico Lombardi, portavoz de la Santa Sede confirmó ese mismo día, lunes 26 pero por la noche, que tiene conocimiento de que Hugo Chávez está en Cuba.

Quienes ahí conversábamos coincidimos en que, si un hombre con una enfermedad tan severa, incluso en peligro de muerte, quiere asistir a una misa para recibir la bendición, ¿qué sacerdote, qué papa podría negarse? Esperando que fuera esa (la enfermedad) el verdadero sentido de su interés.

Así continuamos la charla y estamos a menos tiempo de arribar a Santiago de Cuba.

Recibido en Cuba con salvas

Bajamos del avión. El presidente Raúl Castro lo espera y al bajar Benedicto XVI de inmediato se escucha un estruendo impactante. Son los cañones. Fueron varias detonaciones. El cuerpo militar cubano lleva las dos banderas y hace honores.

Algunos invitados especiales que se encuentran en una especie de balcón del aeropuerto, empiezan a gritar: “¡La juventud del Papa, aquí está!” Y al unísono corean: “Benedicto, ¡te queremos!”

Después de pasar por migración subimos a unos autobuses para trasladarnos al hotel designado. Ahí nos reciben con música, bebidas de frutas tropicales y mucha alegría.

Tenemos 10 y 15 minutos máximo para solicitar nuestra habitación, dejar la maleta de mano y bajar para ir a la misa de la plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba.

Logramos estar a tiempo y solo esperamos un poco a que la seguridad de ese país revise los autobuses y podamos subirnos.

Llegamos a la plaza. Datos proporcionados por la sala de prensa del Vaticano nos indican que fueron 200.000 personas en esa misa.

El altar simula una mitra. Es muy grande y ahí aguardan algunos sacerdotes. Comienza a escucharse la canción “Peregrino de la Caridad” y eso emociona aún más a los asistentes. Llega “cachita”. Llega la Virgen peregrina de la Caridad del Cobre haciendo un recorrido que conmueve a los presentes.

Una vez que la Virgen es colocada en su altar, anuncian que pronto llegará el papa. Así fue. Después de un recorrido por algunos pasillos es trasladado hacia la parte posterior del e
scenario y, antes de que pudiéramos verle en su llegada al altar, se escucha un grito: “¡Abajo el comunismo! ¡No queremos más dictadura! ¡No se dejen engañar!”

De inmediato la seguridad cubana lo detiene. Sigue la música –con más volumen que antes- y momentos mas tarde inicia la misa que preside el papa.

Llegamos a Cuba. Vimos la fe de los cubanos. El martes visitaremos la Habana y seguiremos reportando para todos ustedes.

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ZENIT Staff

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