Proteger a los niños

Un regalo de Dios para el mundo

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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, domingo 6 mayo 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos el artículo de nuestro colaborador habitual el obispo de San Cristóbal de las Casas, México, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel que se centra esta vez en la protección a los niños.

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+ Felipe Arizmendi Esquivel

HECHOS

Algunos comentaristas, incapaces de asimilar el éxito de la reciente visita del papa a nuestro país, a cuyo paso el pueblo se volcó entusiasta, intentaron restarle méritos sólo porque no abordó el tema de la pederastia clerical, no pidió perdón, no se reunió con esas víctimas. No resaltaron el profundo contenido de sus mensajes. Quizá carcomidos por la envidia, por su persistente sadismo de seguir recordando heridas difíciles de sanar, por su obstinación de contrarrestar la autoridad moral de nuestra Iglesia, quisieran que a todas horas se tratara el asunto. Como si no hubiera cuestiones más trascendentes, como la pobreza y la violencia. Salvo dos vergonzosos casos que los medios han ventilado, aquí no abundan esos abominables crímenes como en otros países, donde el Papa ha enfrentado valientemente la situación.

Por otra parte, en estos días se cumplen cinco años de que la Asamblea Legislativa del Distrito Federal legalizó el aborto, y ya son casi ochenta mil los registrados oficialmente. Son niños inocentes e indefensos, asesinados impunemente. Esos mismos comentaristas celebran y aplauden estos crímenes, como si fuera el logro de un gobierno moderno. ¡Cuánta contradicción!

CRITERIOS

El papa, con gran sabiduría y prudencia, hizo una referencia indirecta al asunto, cuando, frente a los incontables niños en Guanajuato, que no cesaban de aclamarle confiadamente, dijo: “He venido para que sientan mi afecto. Cada uno de ustedes es un regalo de Dios para México y para el mundo. Su familia, la Iglesia, la escuela y quienes tienen responsabilidad en la sociedad han de trabajar unidos para que ustedes puedan recibir como herencia un mundo mejor, sin envidias ni divisiones. Por ello, deseo elevar mi voz invitando a todos a proteger y cuidar a los niños, para que nunca se apague su sonrisa, puedan vivir en paz y mirar al futuro con confianza. Ustedes, mis pequeños amigos, no están solos”.

A los obispos nos dijo en la catedral de León: “En el horizonte pastoral y evangelizador que se abre ante nosotros, es de capital relevancia cuidar con gran esmero de los seminaristas, animándolos a que no se precien «de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado» (1 Co 2,2). No menos fundamental es la cercanía a los presbíteros, a los que nunca debe faltar la comprensión y el aliento de su obispo y, si fuera necesario, también su paterna admonición sobre actitudes improcedentes. Son sus primeros colaboradores en la comunión sacramental del sacerdocio, a los que han de mostrar una constante y privilegiada cercanía”.

A buen entendedor, pocas palabras… Sin embargo, para no dejar dudas de nuestra actitud ante estos casos, la Comisión Episcopal para la Familia emitió un comunicado por el “Día del Niño”, en que expresa en nombre de todos los obispos: “Estamos conscientes de todas las flaquezas existentes en nuestra Madre la Iglesia y en quienes la formamos. Nos sentimos profundamente apenados y pedimos perdón a Dios y a ustedes, por las ocasiones en que nuestras debilidades los han herido y han dado motivo de escándalo en la sociedad. Como responsables de la Iglesia en México queremos seguir comprometidos a velar por toda la niñez”.

PROPUESTAS

La pederastia no es un crimen exclusivo de algunos clérigos; lamentablemente acontece en muchos ambientes, empezando por la propia familia. Por tanto, además de medidas legislativas y de adecuados procesos penales para combatirla, es de primera importancia formar moralmente las conciencias de padres de familia, hermanos mayores, maestros, sociedad en general, para que todos protejamos y defendamos la integridad de niñas y niños, y nunca se apague su sonrisa.

En cuanto a nuestra responsabilidad como obispos, para cuando se llegaran a presentar estos deplorables casos, en la pasada asamblea aprobamos el protocolo a seguir: cero tolerancia, atención prioritaria y justa a las víctimas, colaboración con las autoridades civiles, suspensión del ministerio presbiteral, proceso de curación y atención pastoral a todos los implicados, también al sacerdote culpable, para su salvación.

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ZENIT Staff

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