Benedicto XVI: Nuestra debilidad se vuelve en verdadera oración gracias al Espíritu Santo

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En audiencia general de ayer saludó a la institución Teresiana y a la comunidad Shalom

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CIUDAD DEL VATICANO, Jueves 17 mayo 2012 (ZENIT.org).- La oración en las cartas de san Pablo. Este fue el tema central que Benedicto XVI explicó a los varios miles de peregrinos que participaron de la audiencia de ayer miércoles en la Plaza de San Pedro en el Vaticano. El santo padre también habló de la familia y del trabajo, e invitó a evitar que entren en conflicto, de manera que el reposo dominical sirva para reforzar los lazos familiares.

Al iniciar la audiencia que se desarrolló en la plaza de San Pedro, el papa recordó: “En las últimas catequesis hemos reflexionado sobre la oración en los Hechos de los Apóstoles”, en cambio “hoy quisiera empezar a hablar de la oración en las cartas de san Pablo, el apóstol de las gentes”.

Benedicto XVI indicó un primer elemento que el apóstol quiso hacer entender: “La oración no tiene que ser vista como una simple obra buena realizada por nosotros hacia Dios, una acción nuestra. Es sobre todo un don, fruto de la presencia viva, vivificante del Padre y de Jesucristo en nosotros”.

San Pablo plantea un problema en la carta a los Romanos cuando dice: “No sabemos cómo rezar de manera conveniente”. Ante lo cual el papa propone que “solamente podemos abrirnos, poner nuestro tiempo a disposición de Dios, esperar que Él nos ayude a entrar en el verdadero diálogo”. Y como la “ausencia de palabras, o este deseo de entrar en contacto con Dios es oración que el Espíritu Santo no sólo entiende, sino lleva, interpreta hacia Dios”.

O sea que “esta debilidad nuestra se vuelve –gracias al Espíritu Santo–, verdadera oración, verdadero contacto con Dios. El Espíritu Santo es casi el intérprete que nos hace entender a nosotros mismos y a Dios qué es lo que queremos decirle”.

“En la oración –prosiguió el santo padre–, nosotros experimentamos más que en otras dimensiones de la existencia, nuestra debilidad, nuestra pobreza, el ser creaturas, pues somos puestos delante de la omnipotencia y la trascendencia de Dios”. Y añadió que “para san Pablo la oración es sobre todo el operar del Espíritu en nuestra humanidad, para hacerse cargo de nuestra debilidad y transformarnos de hombres atados a la realidad material, a ser hombres espirituales.

El papa quiso evidenciar tres consecuencias en nuestra vida cristiana “cuando permitimos operar en nosotros no al espíritu del mundo, sino al espíritu de Cristo como principio interior de todo nuestro actuar.” Una segunda consecuencia, añadió Benedicto XVI, “se verifica en nuestra vida cuando dejamos operar en nosotros al espíritu de Cristo, de esta manera la relación con Dios se vuelve tan profunda que no puede ser afectada por ninguna realidad o situación”.

El santo padre no dejó de abordar problemas difíciles al indicar que “muchas veces, en nuestra oración, le pedimos a Dios que nos libere del mal físico y espiritual, y lo hacemos con gran confianza. Entretanto, muchas veces tenemos la impresión de que no somos escuchados y entonces corremos el riesgo de desanimarnos y de no perseverar”.

Y recordó que la oración no nos exenta del sufrimiento si bien la oración nos permite vivirla y enfrentarla con una fuerza nueva, con la misma confianza de Jesús, quien –según la Carta a los Hebreos–, ante sus fuertes gritos y lágrimas, la respuesta de Dios “no fue la liberación de los sufrimientos, sino un exaudir mucho más grande, una respuesta mucho más profunda: a través de la cruz y de la muerte, Dios respondió con la resurrección del Hijo, con la nueva vida”.

Y en tercer lugar, el papa recordó que la oración del creyente se abre a las dimensiones de la humanidad y de todo lo creado, vale decir que la oración, sostenida por el espíritu de Cristo que habla en lo íntimo de nosotros mismos nunca se queda cerrada en si misma, nunca es una oración solamente para mi, sino que se abre para compartir los sufrimientos de nuestro tiempo y de los otros.

Al concluir la audiencia Benedicto XVI invitó a respetar el descanso dominical y a la familia. El trabajo, dijo, “no debería ser un obstáculo para la familia, sino más bien sostenerla y unirla, ayudarla a abrirse a la vida y a entrar en relación con la sociedad y con la Iglesia”. Invitó además a respetar “el domingo, el día del Señor y pascua de la semana”, para que “sea el día de reposo y ocasión para reforzar los lazos familiares”.

Quiso saludar también, “a los grupos de lengua española, en particular al de la institución Teresiana, en el centenario de su fundación y fiel servicio a la iglesia, a la comunidad “Shalom” por su 30 aniversario de fundación, así como a los peregrinos provenientes de España, México, Costa Rica, Guatemala, Argentina y de otros países latinoamericanos”.

Se puede leer el mensaje completo en: www.zenit.org/article-42228?l=spanish

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ZENIT Staff

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