Por Salvatore Cernuzio
CROTONE, Lunes 21 mayo 2012 (ZENIT.org). – De Jerusalén a la Calabria, región del sur de Italia. La devoción mariana puede crear un largo puente que va desde Tierra Santa a la ciudad italiana que se asoma en el mar Jónico. Lo ha demostrado el patriarca latino de Jerusalén, monseñor Fuad Twal, con la visita que hizo a la ciudad de Crotone para rendir homenaje a la Virgen de Capocolonna, histórica devoción que está radicada en el corazón de los crotoneses.
En esta ciudad, monseñor Twal concedió una entrevista a ZENIT, “de la cual -dijo-, soy un asiduo lector desde hace varios años.”
Beatitud, usted declaró que Jerusalén tiene una vocación específica: ser una ciudad de paz. ¿Qué impedimentos encuentra?
-Mons. Twal: Como todas las vocaciones humanas, no siempre son alcanzables, debido a la voluntad y a la libertad humana. Es necesario recordar además que en Jerusalén no existe solamente la dimensión espiritual que nos une a todos, sino también intereses privados, la agenda de los políticos y tantos otros factores que uniéndose impiden alcanzar plenamente la paz. Hoy existen períodos de calma, pero la verdadera paz, aquella que da plena libertad de movimiento, la plena libertad de acceso a los lugares sacros, la plena libertad de vivir de los cristianos de Medio Oriente, hasta ahora nunca existió.
¿Cuál es la situación de los cristianos en Tierra Santa, considerando también los recientes episodios de vandalismo de algunos jóvenes israelíes hacia símbolos e imágenes sagradas?
-Mons. Twal: Estos eventos son siempre tristes que lamentablemente los cristianos de Jerusalén siempre tuvieron que soportar. Los cristianos en Jerusalén son casi todos parte integrante de la población árabe y palestina: sufren y se alegran con la población local y aspiran al mismo objetivo, o sea a la paz. Una paz que, como decía antes, se traduce en justicia, en libertad de expresión, de movimiento, de trabajo, en aquella libertad que al fin de cuentas nunca tuvieron.
Tenemos poblaciones cristianas que vinieron desde el exterior –-últimamente por ejemplo, numerosos filipinos-–, que llegaron a Jerusalén como mano de obra, que se encuentran ahora en una posición vulnerable porque podrían ser expulsados de un momento a otro. Por este motivo, la iglesia intenta darles un buen servicio religioso o asesoría legal, para ayudarlos a vivir y que no olviden su propia identidad cristiana.
Usted dijo que está “fuertemente preocupado” más por el fenómeno de la emigración de la población cristiana que por la inmigración. ¿Continúa la fuga de los cristianos desde estas tierras?
-Mons. Twal: Lamentablemente sí. La salida de los cristianos de Tierra Santa se puede definir como una verdadera hemorragia humana. Nosotros sufrimos mucho por esto, porque somos pocos y por lo tanto, una sola persona que se vaya tiene su peso. También muchos judíos –familias enteras–, dejan el país, así como tantos musulmanes que no están contentos de la situación contingente. Pero ellos son muy numerosos en la zona, por lo que una familia que se va o diez, no es particularmente preocupante. Nosotros los cristianos en cambio somos pocos, y la emigración a este ritmo puede representar un riesgo…
¿A que se debe todo esto?
-Mons. Twal: A la ocupación, a la situación política, a la difícil condición de vida, a la falta de trabajo, de confianza. Es casi normal que surja esta posibilidad de emigrar, porque el único remedio verdadero y radical, la paz, está aún lejos.
¿Cuándo la población cristiana no parte, como reacciona?
-Mons. Twal: En la sociedad civil, sea judía o árabe, hay numerosos grupos compuestos por cientos de madres que perdieron a sus familiares más queridos. Son madres no solamente cristianas, sino también musulmanas, judías, palestinas, de todas las nacionalidades, que se reúnen porque cansadas de la venganza y de la violencia, piden solamente la paz. A su lado tenemos tantas congregaciones religiosas contemplativas, que no salen de sus monasterios, pero que a través de la oración constante ofrecen una contribución más fuerte y eficaz.
En esa dirección, son muchas las realidades y los movimientos –eclesiásticos o no–, que están trabajando para reforzar las raíces y la presencia de los cristianos en Tierra Santa. ¿Qué piensa de esto?
-Mons. Twal: ¡Que todos son bienvenidos!. Quiero agradecer de manera especial al Movimiento Cristiano de Trabajadores que se ha comprometido más directamente con la iglesia local. No todos los otros movimientos lo están de la misma manera… Es una lástima, porque creo que todos son una riqueza del Espíritu Santo, y por lo tanto si se integraran más mejorarían muchas situaciones. Confieso que no veo por parte de todos la misma buena voluntad, por esto quiero hacer un llamado a que sean más sensibles a las necesidades de la iglesia local, de la población y de sus sufrimientos. Cada uno tiene que hacer un examen de conciencia y reflexionar si puede hacer algo más de cuanto está ya haciendo.
¿Cuáles son las iniciativas y proyectos que la Santa Sede están llevando adelante y que tienen que ser apoyadas?
-Mons. Twal: Las instituciones, las escuelas, las universidades antes que todo. También la construcción de habitaciones para jóvenes matrimonios cristianos palestinos, con la ayuda de la cooperación italiana. Los proyectos de este tipo son indispensables y espero que se repitan. Desde el año pasado hemos instituido además una universidad, gracias al apoyo del santo padre y de la conferencia episcopal italiana.
¿Se refiere a la Universidad Católica en Jordania inaugurada hacia finales de 2011, como un deseo expresado por el santo padre en la visita de 2009?
-Mons. Twal: ¡Exactamente! Una persona graduada y bien preparada puede garantizar a sí mismo y a los otros un futuro mejor. La formación es un elemento fundamental: significa preparar a las nuevas generaciones, preparar líderes más responsables, abrir la mente de los jóvenes a las novedades y a la colaboración con los otros. También la población de Jordania lo ha entendido, a tal punto que la universidad que ha abierto sus puertas en octubre del año pasado ya tiene 300 alumnos.
¿En qué está empeñado el patriarcado de Jerusalén?
-Mons. Twal: En todo: desde la participación al sínodo de la nueva evangelización de octubre, y al encuentro de las familias en Milán, así como a la visita del papa en el Líbano y en el congreso eucarístico internacional de Dublín. ¡Todo tiene que volver a partir de Jerusalén!
Una pregunta casi obligatoria en este mes mariano: ¿cómo se vive en Tierra Santa la devoción a la Virgen?
-Mons. Twal: Tenemos necesidad de María. Somos vulnerables en este momento y estamos buscando una ayuda y una protección. Seguramente no confiamos en los políticos, con ellos no hay esperanza. En cambio la Virgen nunca nos ha desilusionado, porque es verdaderamente nuestra madre. Y es aún más sensible ante nuestros problemas pues ella era de Nazaret, o sea es una “parroquiana” nuestra…