ROMA, jueves 31 mayo (ZENIT.org).- Como cierre del mes de mayo ofrecemos a nuestros lectores un artículo del padre dominico Hernán Jiménez sobre la devoción del rezo del santo rosario.
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Por el padre Hernán Jiménez OP
Santo Domingo ha promovido y divulgado la oración del Rosario, como alabanza a la Santísima Virgen María. Rezar el Rosario es una invitación a reflexionar sobre los misterios de Cristo, en compañía de la Virgen, que está asociada de manera especial a la Encarnación, Pasión y Resurrección de su Hijo. Santo Domingo, que era un hombre de elevada oración, dedicó mucho tiempo a su encuentro personal con Jesús y estudió su persona con gran dedicación. Estaba dotado de una exquisita sensibilidad espiritual, que no pasó desapercibido por sus hermanos. De hecho, fueron los que mantuvieron sus «Modos de orar».
Según una leyenda, la misma Señora enseñó a santo Domingo a rezar el Rosario, que es una oración muy poderosa para vencer a los enemigos de la fe. Gracias a esta oración muchos pecadores se han convertido y aún hoy se convierten a la fe católica y la recitan para interceder y obtener muchas gracias.
Santo Domingo nos recuerda que en el corazón de la Iglesia debe arder el fuego misionero que empuja incesamente a transmitir el Evangelio donde se necesite: Cristo es el bien más preciado y valioso, que cada hombre y mujer de todo tiempo tiene derecho a conocer y amar. En la iconografía, a santo Domingo se le asocian varios símbolos, entre ellos el Santo Rosario, que fue una gran ayuda en su predicación. A la Virgen le agrada la oración del Rosario, porque es la oración de los sencillos, de los humildes, y que puede ser rezada por todos. Se puede rezar en cualquier lugar y a cualquier hora. Es un honrar a Dios y a la Virgen. Ella lo ha hecho ver cada vez que se ha aparecido: en Fátima, en Lourdes. Especialmente en Fátima se identificó con el título de «Señora del Rosario». En cada aparición, recomienda esta oración a sus hijos para alabar, agradecer y pedir apoyo y gracia a Jesús.
Fue el papa Pío V quien instituyó la fiesta de Nuestra Señora del Rosario después de la batalla de Lepanto. Se dice que el papa estaba en Roma rezando el Rosario para obtener la victoria sobre el ejército turco, cuando salió de la capilla y, guiado por una inspiración, anunció la victoria por parte de la armada cristiana e instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias, añadiendo a las letanías el título de «Auxilio de los cristianos». A lo largo de los siglos, los papas han recomendado el rezo del Rosario y lo han enriquecido con muchas indulgencias. Los últimos papas han subrayado la importancia de esta devoción, especialmente el Rosario en familia, porque es una manera práctica para fortalecer la unidad familiar.
Santo Domingo había encontrado en esta devoción un arma para evangelizar a los hombres de aquel tiempo. Había descubierto el medio por el cual orar, meditar y contemplar. De hecho, recitando esta oración, alababa a Jesús a través y en unión con su Santa Madre María. Meditando sobre los misterios y la vida de Jesús y reflexionando sobre estos hechos podía llegar a la contemplación de la Única Verdad: Jesucristo. Podemos decir que nos muestra el camino por el cual llegamos a la unión con Jesús y con Dios, nuestro Padre amoroso. Desde el comienzo de la vida dominica, la oración y la contemplación fueron un elemento integrante e indispensable de la vida de los frailes.
En referencia a esto, el papa Benedicto XVI en una de sus audiencias generales, lo expresó así: «El lema de los frailes predicadores —contemplata aliis tradere–, nos ayuda a descubrir un anhelo pastoral en el estudio contemplativo de esta verdad, por la necesidad de comunicar a los demás el fruto de su propia contemplación. Y es el mismo santo Domingo, con su santidad, quien nos indica dos medios indispensables para que la acción apostólica sea eficaz. En primer lugar, la devoción mariana, que él cultivó con ternura y dejó como preciosa herencia a sus hijos espirituales, los cuales en la historia de la Iglesia han tenido el gran mérito de difundir el rezo del Rosario, tan querida por el pueblo cristiano y tan rica de valores evangélicos, una verdadera escuela de fe y piedad». El segundo medio, según él, es la vida monástica: granos vivos del Rosario son las monjas de clausura que, viviendo 24 horas en oración, aparecen como pétalos de rosas del Ave María.
Terminando esta meditación invito a todos a asumir la responsabilidad sobre la devoción al rezo del Santo Rosario, acogiendo la exhortación del papa: «Queridos hermanos y hermanas, la vida de Santo Domingo de Guzmán, nos insta a ser fervientes en la oración, valientes en la vivencia de la fe, profundamente enamorados de Jesucristo» (Audiencia general, 3 de febrero 2010).