Más lo critican, y más gente corre a escucharlo

Benedicto XVI animó a las familias del mundo a alimentar la civilización del amor

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Por Antonio Gaspari

ROMA, lunes 4 junio 2012 (ZENIT.org).- Lo critican, traicionan su confianza, algunos escandalizan con sus acciones, incluso hay quien pide su renuncia. Sin embargo, justo cuando parece que se viene lo peor, el papa Benedicto XVI muestra a los pueblos del mundo la razón, la belleza y el poder regenerador del cristianismo.

Le han dicho que es muy anciano para conducir y renovar la Iglesia, que es demasiado académico para ser entendido por la gente, que es demasiado dogmático para dialogar con la modernidad, que es demasiado débil para hacer frente a la traición, a la corrupción, a la pérdida de fe.

Pues bien, al igual que decía san Pablo: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte», el papa Benedicto XVI ha mostrado en Milán, en el VII Encuentro Mundial de las Familias, la renovada capacidad del cristianismo para convertir los corazones y dar esperanza a los pueblos del mundo. En un mundo donde todo parece derrumbarse, las finanzas, las ideologías, los ídolos, los partidos políticos, los edificios públicos e incluso los religiosos, el papa reunió a ochenta mil jóvenes confirmandos y sus catequistas en el estadio de Milán, y a más de un millón de familias de todas partes del mundo, para decirles que el futuro pertenece a aquellos que tienen fe en Jesucristo.

A los funcionarios de la administración pública, el obispo de Roma explicó que para superar la crisis: «No sólo se necesitan decisiones técnico-políticas valientes, sino de aquella “gratuidad” que deben motivar las decisiones de los cristianos». «Contra la crisis –subrayó–, la justicia no es suficiente a menos que sea acompañada del amor por la libertad», y es en este contexto que la política debe convertirse en «una forma superior del amor» para las personas y para el bien común.

A los jóvenes que colmaron el estadio ‘Giuseppe Meazza’, el Pontífice ha indicado la santidad como «el camino normal del cristiano», y los llamó a ser «disponibles y generosos hacia los demás, porque el egoísmo es el enemigo de la verdadera alegría». «Sean abiertos a lo que sugiere el Señor –los exhortó–, y si los llama a seguirlo ¡no le digan que no!», porque «Jesús llenará su corazón para toda la vida».

A las familias, Benedicto XVI les ha reiterado que son «el principal recurso de toda sociedad». «Queridos esposos –dijo el papa–, en la vivencia del matrimonio ustedes no donan cualquier cosa o actividad, sino la vida entera. Y su amor es fecundo sobretodo por ustedes mismos, porque desean y realizan el bien uno para el otro, experimentando la alegría del dar y del recibir». El Pontífice explicó que el matrimonio entre un hombre y una mujer «es fecundo en la procreación, es generoso y responsable; y en los hijos, en el cuidado amoroso hacia ellos y en una educación cuidadosa y sabia».

«Es fecunda para la sociedad –dijo–, porque la vida en familia es la primera e insustituible escuela de las virtudes sociales, tales como el respeto a las personas, la gratuidad, la confianza, la responsabilidad, la solidaridad, la cooperación». En el contexto de un baño de multitudes en cada encuentro en Milán, Benedicto XVI ha mostrado su determinación firme y serena para dirigir la ‘barca de Pedro’, iluminando e inflamando los corazones y las mentes del mundo entero.

Cuando fue elegido, el 19 de abril de 2005, el pontífice dijo que era «un humilde trabajador en la viña». Hasta ahora ha cumplido su promesa: está podando la viña, haciéndola más libre y fuerte ante los intentos de influencias y contaminación. El papa Ratzinger es anciano y parece frágil de cuerpo, pero la manera en que está limpiando la casa de Pedro, volviéndola transparente y abierta, es algo extraordinariamente heroico. Ningún papa ha logrado en tan poco tiempo cortar las partes secas, liberar las ramas de los obstáculos y hacer crecer la vid en medio de tantas dificultades.

Para los católicos y para el mundo, el papa asume cada vez más la forma de una «bendición de Dios». 

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ZENIT Staff

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