CIUDAD DEL VATICANO, martes 19 junio 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos el prefacio del cardenal Nicola Eterovic al Instrumentum Laboris para la XIII Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre «La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana», así como un enlace al texto completo del documento.
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PREFACIO
“Auméntanos la fe” (Lc 17,5). Es la súplica de los Apóstoles al Señor
Jesús al percibir que solamente en la fe, don de Dios, podían establecer una
relación personal con Él y estar a la altura de la vocación de discípulos. El
pedido era debido a la experiencia de los propios límites. No se sentían
suficientemente fuertes para perdonar al hermano. La fe es indispensable
también para realizar los signos de la presencia del Reino de Dios en el
mundo. La higuera seca hasta las raíces sirve a Jesús para dar coraje a los
discípulos: “Tened fe en Dios. Yo os aseguro que quien diga a este monte:
‘Quítate y arrójate al mar’ y no vacile en su corazón sino que crea que va
a suceder lo que dice, lo obtendrá” (Mc 11, 22-24). También el evangelista
Mateo subraya la importancia de la fe para cumplir grandes obras. “Yo os
aseguro: si tenéis fe y no vaciláis, no sólo haréis lo de la higuera, sino que
si aun decís, a este monte ‘Quítate y arrójate al mar’, así se hará” (Mt
21,21).
Algunas veces el Señor Jesús reprocha a “los Doce” porqué tienen
poca fe. A la pregunta sobre porqué no han logrado expulsar al demonio,
el Maestro responde: “Por vuestra poca fe” (Mt 17,20). En el mar de Tiberíades, antes de calmar la tempestad, Jesús amonesta a los discípulos: “¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?
(Mt 8,26). Ellos deben entregarse confiadamente a Dios y
a la providencia, y no preocuparse por los bienes materiales. “Pues si la
hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste,
¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?” (Mt 6,30); cf.
Lc 12,28). Análoga actitud se repite antes de la multiplicación de los panes.
Frente a la constatación de los discípulos de haber olvidado de tomar el
pan al pasar a la otra orilla, el Señor Jesús dice: “Hombres de poca fe,
¿por qué estáis hablando entre vosotros de que no tenéis panes?¿Aún no
comprendéis, ni os acordáis de los cinco panes de los cinco mil hombres, y
cuántos canastos recogisteis?” (Mt 16,8-9).
En el Evangelio de Mateo la descripción de Jesús que camina sobre
las aguas y llega hasta la barca donde están los apóstoles suscita una
especial atención. Después de haber disipado en ellos el miedo, Jesús acoge
la propuesta condicionada de Pedro: “Señor, si eres tú, mándame ir hacia
ti sobre las aguas” (Mt 14,28). En un primer momento, Pedro camina sin
dificultad sobre las aguas, acercándose hacia Jesús. “Pero, viendo la
violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó:
‘¡Señor, sálvame!’ ”. E inmediatamente Jesús “tendiendo la mano, le
agarró y le dice: ‘Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?’ ” (Mt 14,30-31).
Jesús y Pedro suben juntos a la barca y el viento amaina. Los discípulos,
testigos de esta grande manifestación, se postran delante del Señor y hacen
una profunda profesión de fe: “Verdaderamente eres Hijo de Dios” (Mt
14,33).
En la persona de Pedro es posible reconocer la actitud de muchos
fieles, así como también la de enteras comunidades cristianas, sobre todo
en los Países de antigua evangelización. Varias Iglesias particulares, en
efecto, saben lo que significa no sólo el alejamiento de los fieles, a raíz de
la poca fe, de la vida sacramental y de la praxis cristiana, sino incluso que
algunos podrían ser contados en la categoría de los no creyentes (–B4FJ@4;
cf. Mt 17,17; 13,58). Al mismo tiempo, no pocas Iglesias experimentan
también, después de un primer entusiasmo, el cansancio, el miedo frente a
situaciones bastante complejas del mundo actual. Como Pedro, temen el
clima hostil, de tentaciones de diversas índoles, de desafíos que exceden sus
fuerzas humanas. La salvación, tanto para Pedro como para los fieles,
considerados personalmente y como miembros de la comunidad eclesial,
proviene solamente del Señor Jesús. Sólo Él puede tender la mano y guiar
hacia el lugar seguro en el camino de la fe.
Las breves reflexiones sobre la fe en los Evangelios nos ayudan a
ilustrar el tema de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los
Obispos: “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”.
La importancia de la fe en este contexto aparece reforzada por la decisión
del Santo Padre Benedicto XVI de convocar al Año de la fe a comenzar del
11 de octubre de 2012, en el recuerdo del 50º aniversario de la apertura del
Concilio Ecuménico Vaticano II y del 20º aniversario de la publicación del
Catecismo de la Iglesia Católica. Ambos eventos tendrán inicio en el curso
de la celebración de la Asamblea sinodal. Una vez más se cumple la
palabra del Señor Jesús dirigida a Pedro, roca sobre la cual el Señor ha
construido su Iglesia ( cf. Mt 16,19): “yo he rogado por ti, para que tu fe no
desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos” (Lc
22,32). Todavía una vez más se abrirá ante todos nosotros “la puerta de la
fe” (Hch 14,27).
Como siempre, también hoy la evangelización tiene como finalidad
la transmisión de la fe cristiana. Ésta se refiere, en primer lugar, a la
comunidad de los discípulos de Cristo, organizados en Iglesias
particulares, diócesis y eparquías, cuyos fieles se reúnen regularmente para
las celebraciones litúrgicas, escuchan la Palabra de Dios y celebran los
sacramentos, sobre todo la Eucaristía, preocupándose por transmitir el
tesoro de la fe a los miembros de sus familias, de sus comunidades, de sus
parroquias. Lo hacen a través de la propuesta y del testimonio de la vida
cristiana, del catecumenado, de la catequesis y de las obras de caridad. Se
trata de evangelización en sentido general, como actividad habitual de la
Iglesia. Con la ayuda del Espíritu Santo, esta evangelización, por así decir
ordinaria, debe ser animada por un nuevo ardor. Es necesario buscar
nuevos métodos y nuevas formas expresivas para transmitir al hombre
contemporáneo la perenne verdad de Jesucristo, siempre nuevo, fuente de
toda novedad. Sólo una fe sólida y robusta, propia de los mártires, puede
dar ánimo a tantos proyectos pastorales, a medio y a largo plazo, vivificar
las estructuras existentes, suscitar la creatividad pastoral a la altura de las
necesidades del hombre contemporáneo y de las expectativas de las
sociedades actuales.
El renovado dinamismo de las comunidades cristianas dará un nuevo
impulso también a la actividad misionera (missio ad gentes), urgente hoy
más que nunca, considerando el alto número de personas que no conocen
a Jesucristo, no sólo en tierras lejanas, sino también en los Países de
antigua evangelización.
Dejándose vivificar por el Espíritu Santo, los cristianos serán luego
sensibles a tantos hermanos y hermanas que, no obstante haber sido
bautizados, se han alejado de la Iglesia y de la praxis cristiana. A ellos, en
modo particular, desean dirigirse con la nueva evangelización para que
descubran la belleza de la fe cristiana y la alegría del encuentro personal
con el Señor, e
n la Iglesia, comunidad de los fieles.
Sobre estas temáticas se desarrolla el Instrumentum laboris que aquí
es presentado. Orden del día de la próxima Asamblea sinodal, este
<p>Documento es el resultado de la síntesis de las respuestas a los Lineamenta,
llegadas de parte de los Sínodos de los Obispos de las Iglesias Orientales
Católicas sui iuris, de las Conferencias Episcopales, de los Dicasterios de
la Curia Romana y de la Unión de los Superiores Generales, como también
de parte de otras instituciones, de comunidades y de fieles, que han querido
participar en la reflexión eclesial sobre el tema sinodal. Con la ayuda del
Consejo Ordinario, la Secretaría General del Sínodo de los Obispos,
valiéndose también de la colaboración de válidos expertos, ha redactado
el presente Documento en el cual han sido recogidos muchos aspectos
sobresalientes de la actividad evangelizadora de la Iglesia en los cinco
continentes. Al mismo tiempo se indican varios temas que han de ser
profundizados para que la Iglesia pueda continuar a desarrollar en modo
adecuado su obra evangelizadora, teniendo en cuenta los no pocos desafíos
y dificultades del momento presente. Confiando en la palabra del Señor:
“No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí” (Jn
14,1) y bajo la iluminada guía del Santo Padre Benedicto XVI, los Padres
sinodales están disponiéndose a reflexionar en un ambiente de oración, de
escucha y de comunión afectiva y efectiva. En esta tarea no están solos,
pues están acompañados por tantas personas que rezan por los trabajos
sinodales. Los miembros de la XIII Asamblea General Ordinaria,
dirigiendo la mirada también a la comunión de la Iglesia glorificada,
confían en la intercesión de todos los santos y, en particular, de la Virgen
María, bienaventurada porque “ha creído que se cumplirían las cosas que
le fueron dichas de parte del Señor” (Lc 1,45).
Dios, bueno y misericordioso, constantemente tiende su mano al
hombre y a la Iglesia, siempre dispuesto a hacer prontamente justicia a sus
elegidos. Ellos, sin embargo, están invitados a aferrar su mano y con fe
pedirle ayuda. Esta condición no puede darse por supuesta, como se puede
percibir de la incisiva pregunta de Jesús: “Pero, cuando el Hijo del hombre
venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra? (Lc 18,8). Por este motivo, también
hoy la iglesia y los cristianos deben repetir asiduamente la súplica: “¡Creo,
ayuda a mi poca fe!” (Mc 9,24).
Para que la Asamblea sinodal pueda responder a estas expectativas
y necesidades de la Iglesia en nuestro tiempo, invoquemos la gracia del
Espíritu Santo, que Dios “derramó sobre nosotros con largueza por medio
de Jesucristo nuestro Salvador” (Tt 3,6), suplicando una vez más al Señor
Jesús: “Auméntanos la fe” (Lc 17,5).
+ Nikola ETEROVIĆ‚
Arzobispo titular de Cibale
Secretario General del Sínodo de los Obispos
Vaticano, 27 de mayo de 2012
Solemnidad de Pentecostés
Se puede acceder al documento completo del Instrumentum Laboris en este enlace:
http://www.vatican.va/roman_curia/synod/documents/rc_synod_doc_20120619_instrumentum-xiii_sp.pdf.