Por Nieves San Martín
ROMA, jueves 21 junio 2012 (ZENIT.org).- El presidente de la Comisión de los Episcopados de la Comunidad Europea (COMECE), el cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Munich, ha hecho pública una declaración, titulada “Nuestra responsabilidad común por el mundo de mañana”, a propósito de la conferencia de la ONU sobre desarrollo sostenible Río+20, que se celebra en Brasil.
En su declaración, el cardenal Marx recuerda que esta cumbre se produce veinte años después de la “Cumbre de la Tierra” celebrada también en Río de Janeiro en 1992.
“Innumerables personas –afirma- esperan que se adopten medidas concretas en esta conferencia, con el fin de avanzar hacia un modelo de desarrollo más equitativo y duradero. En un mundo donde millones de personas no tienen acceso a una alimentación suficiente, al agua potable, la energía, los servicios de salud y educación y que además está amenazado por el cambio climático producido por el calentamiento global, estas medidas concretas son más urgentes y necesarias que nunca”.
El cardenal Marx recuerda que ya en el conferencia de Río de 1992 el concepto de “sostenibilidad” fue central. En este sentido apunta que “el reconocimiento de la dignidad del hombre está en la base de todo desarrollo sostenible”. Señala también que la conferencia de 1992 “había ya enunciado como principio de base que el hombre debería estar en el centro de las reflexiones sobre el desarrollo sostenible. Este tiene derecho a una vida sana, en armonía con la naturaleza”.
El presidente de la COMECE subraya que “considerar la sostenibilidad como un principio del desarrollo humano integral mira a llegar a un equilibro entre las necesidades esenciales de la generación actual sin por lo tanto comprometer la vida de las generaciones futuras. La sostenibilidad se aplica así a una solidaridad más allá del espacio y del tiempo. Los esfuerzos para desarrollar un marco para ‘una economía verde en el contexto del desarrollo duradero (GESDPE)’ y las políticas correspondientes sobre las que trabaja la conferencia actual, deben ser juzgados a la luz de su capacidad de responder a las necesidades esenciales de todos los hombres, y especialmente los pobres, los marginados así como de las generaciones futuras”.
Además de la sostenibilidad, el presidente de la COMECE afronta en su declaración el tema de la responsabilidad: “Somos todos responsables de la protección y del cuidado de la creación. Esta responsabilidad no conoce fronteras. Según el principio de subsidiariedad, es importante que cada uno se comprometa a su propio nivel, trabajando para superar la supremacía de los intereses particulares”, afirma citando a Benedicto XVI, en su mensaje de la paz de 2010.
También el presidente de la COMECE afronta el tema del desarrollo. A este respecto afirma: “la alimentación es el primer medio para combatir la pobreza y de nutrir a una población mundial creciente. Por esto es primordial desarrollar un sector agrícola sostenible así como regímenes de propiedad de la tierra justos y eficaces”.
Advierte también de que “la emergencia de una ‘era post petróleo’ pesa sobre la utilización de las tierras agrícolas fértiles. Hemos así asistido estos últimos años a una competición creciente entre ‘cosechas alimentarias’ y ‘cosechas de biocarburantes’, lo que ha entrañado el aumento de los precios alimentarios. Nuestro estilo de vida, basado en un sobreconsumo de energía asociada a la necesidad de reducir nuestras emisiones de CO2 de carburantes fósiles, amenaza la seguridad alimentaria de los países emergentes. Por ello ‘la economía verde y sostenible’ debería dedicarse intensivamente al desarrollo de producciones energéticas propias e inteligentes y que no impacten sobre la producción alimentaria”.
El presidente de la COMECE aborda también el argumento de la cooperación que “será imperativa en el futuro. Las instituciones deberían, a todos los niveles de decisión, mejorar su cooperación para llegar a un sistema de gobernanza mundial sólida y capaz de asegurar una coherencia de las políticas emprendidas”.
El cardenal Marx sugiere por último “una conversión de los corazones y de los espíritus”: “El desarrollo no es unidimensional. No se trata únicamente de luchar con determinación contra la pobreza y el hambre, el acceso al agua potable, a los cuidados de salud y la educación para más de dos mil millones de seres humanos. Depende también del compromiso crucial para desarrollar a nivel mundial un modo de vida sostenible que aporte ‘la conversión fundamental de los corazones y de los espíritus de los países ricos y desarrollados’”.
“En lugar de dejarnos guiar por el materialismo y nuestros intereses individuales –subraya–, estamos llamados a mostrarnos generosos y solidarios. Debemos trabajar en una nueva cultura de respeto por la creación, de solidaridad y justicia, con el fin de alcanzar un desarrollo humano verdadero y auténtico”.
Y concluye con un llamamiento a la cumbre: “El mundo espera de sus dirigentes reunidos en Río que se muestren a la altura de su responsabilidad y rindan cuentas de sus compromisos. La Comisión de los Episcopados de la UE les desea que tengan el coraje de elegir las soluciones justas”.