Kenia: Todo lo que tenemos lo compartimos

Entrevista a la hermana Lucía Thuo, misionera en el país africano

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ROMA, domingo 24 junio 2012 (ZENIT.org).- Mark Riedemann para “Dios llora en la tierra”, en colaboración con la fundación internacional pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada, entrevistó a la hermana Lucía Thuo, superiora de la Comunidad de San José en Kenia.

Sor Lucía, el carisma de la comunidad es difundir el amor de Jesús como “maestro, profeta y misericordioso”. ¿Cómo viven ustedes este carisma?

–Hna. Lucía: Vivimos entre la gente común, haciendo lo que ellos hacen y ayudándoles en lo que sea necesario, principalmente en sus necesidades básicas como educación, salud y agricultura.

¿Puede hablarnos acerca de la vida en Kenia en este momento?

–Hna. Lucía: La vida en Kenia no es fácil. La economía no va bien, el costo de la vida es caro y la renta para la mayoría es muy baja. Así que hay personas que sobreviven con casi nada.

¿De cuánto estamos hablando, solo para dar una idea?

–Hna. Lucía: Una comida al día, pero ni siquiera una comida completa…, tienen que buscar algo más para complementar. Te despiertas en la mañana y alguien está llamando a la puerta porque tiene hambre o tiene un hijo enfermo y no tiene dinero para llevar al niño al hospital. Nos encontramos con esto todos los días.

¿Y cómo responden? Ustedes viven como viven ellos, por lo que no tienen mucho que compartir. ¿Deben compartir el poco “pan” que tienen, y darles también eso?

–Hna. Lucía: Es cierto que no tenemos mucho que compartir y la vida para nosotros también es muy difícil. La mayor parte de las hermanas no ganan mucho dinero con su trabajo. Lo que tenemos en la casa lo compartimos. Si recibimos una donación, entonces la damos. En nuestras escuelas ofrecemos el almuerzo, una comida al día, por lo que ese niño que viene sin haber comido nada es capaz de volver a casa con algo. Esto es lo mejor que podemos hacer.

¿Ustedes han construido sus propias escuelas para servir a los más pobres?

–Hna. Lucía: Sí, las tenemos. Hay niños hoy que no pueden ir a la escuela debido a la falta de recursos para la matrícula. Tal es la realidad. Estamos tratando de construir escuelas para abordar estas cuestiones. Hemos construido cuatro y una está en construcción. Confiamos en la Divina Providencia. Eso es lo que estamos tratando de hacer en nuestras escuelas que están abiertas a todo el mundo. Y las becas, si logramos conseguirlas, se les da a los más pobres entre los pobres.

Ustedes también están gestionando orfanatos, ¿Cuál es la realidad de los niños de la calle en Kenia? ¿Por qué hay necesidad de orfanatos?

–Hna. Lucía: Sí, también tenemos orfanatos y programas para niños de la calle. A menudo hay niñas que dan a luz y tal vez no los quieren o no pueden cuidar de sus hijos. Y es así que abandonan a estos niños. La policía los recoge y nos los traen. Otros son abandonados en el hospital. Otros son niños cuyos padres han muerto de vih/sida. Tenemos que cuidar de estos niños. Recogemos a los huérfanos y les brindamos la educación gratuita y para aquellos que tienen casas –algunos son reclamados por sus familiares–, los seguimos en sus casas a ver que estén siendo alimentados. Es como una atención domiciliaria. Los que se quedan con nosotros, les ofrecemos la formación vocacional.

¿Cómo lidiar con las secuelas psicológicas de rechazo a una edad tan temprana?

–Hna. Lucía: Tratamos de hacer que los niños se sientan como en casa tanto como sea posible. Por lo general son retraídos, ya que no quieren hablar, no quieren involucrarse. Algunos se molestan fácilmente y sin ninguna razón. El amor es lo primero que les damos y les queremos. Tenemos hermanas con licenciaturas en psicología infantil y que son entrenadas como consejeras.

Usted hizo una distinción entre los niños de la calle y los orfanatos. ¿Cuál es la situación de los niños de la calle en Kenia? ¿De dónde están viniendo?

–Hna. Lucía: Tenemos un programa de la calle conocido como los “Nietos de Abraham”, para ayudar a los niños y niñas de las calles. Ellos vienen de otras partes de Kenia a la capital, que es Nairobi. Algunos huyen de sus padres debido a la pobreza, quizá en busca de pastos más verdes, pero terminan en las calles. Otros son huérfanos y no tienen parientes con excepción de los chicos de la calle. Si es posible, tratamos de rehabilitarlos y después de un tiempo reunirlos con sus familiares. A algunos les damos una educación gratuita y si reúnen los requisitos para la educación secundaria, buscamos benefactores. Es un proceso largo, y son muchos. No los podemos mantener por mucho tiempo. Tratamos de rehabilitarlos y ayudarlos a continuar, para que podamos dar espacio a otros.

¿Cuántas solicitudes reciben, por ejemplo, en una semana?

–Hna. Lucía: Es un número enorme y esto es lo doloroso. Nuestra casa solo puede albergar a 60 y no podemos tener más de 60.

Leí en su sitio web que hay chicas muy jóvenes que llegan hasta ustedes porque huyen del matrimonio. ¿Por qué se dan los matrimonios entre los muy jóvenes?

–Hna. Lucía: Estas chicas son obligadas a casarse a una edad muy temprana –algunas de tan solo 13 años–, arreglado sobre todo por sus padres.

¿…Una hija es prometida a un hombre que no conoce?

–Hna. Lucía: Sí, el matrimonio forzado sigue siendo una parte de la cultura en algunas zonas de Kenia, en la medida que el hombre puede permitirse dar unas pocas vacas. Muy a menudo, este hombre tiene la edad de su padre e incluso la pobre muchacha a veces ni conoce al hombre. Las madres no están de acuerdo con la idea. Si una niña es obligada a contraer matrimonio, la madre a menudo nos advierte que su hija está siendo llevada a tal o cual lugar, y tratamos de rescatar a esa chica. Tenemos un centro de rescate dirigido por las Hermanas de la Caridad. Algunas de estas chicas están embarazadas, por lo que son cuidadas hasta que dan a luz y luego, cuando están estables, tratamos de involucrar a la familia. No es fácil, ya que está culturalmente arraigado.

Otra área de su servicio es lo referido al vih/sida. ¿Cuál es el trabajo que realizan?

–Hna. Lucía: Nuestras hermanas gestionan un refugio contra el vih/sida, que se llama Refugio San José de la Esperanza. Una de nuestras hermanas, que inició el programa, vio las necesidades de muchas familias que estaban muriendo sin atención en el hospital, por lo que comenzó un programa de atención domiciliaria. Las hermanas van a los hogares con alimentos y proporcionan todo lo posible para ayudar a los pacientes. Vienen haciendo esto por varios años. Esta misma hermana acaba de poner un hospital. No está aún completo, pero pronto estará en funcionamiento. Muchas personas van a este centro y debo decir que hemos podido, no curar, pero al menos proporcionar un camino hacia una muerte digna y en paz. Ayudamos al paciente a aceptar la realidad de que, aunque reciban el antiviral, este no es una cura sino simplemente una prolongación a sus vidas.

¿Así que la clínica en efecto es un hospicio donde la gente viene a morir?

–Hna. Lucía: En parte, y la otra parte está abierto para todo el mundo, porque la gente no quiere que sea identificado solo como un hospital del sida. Al hacer que esté abierto para todo el mundo, vienen como cualquier otro paciente sin un estigma, y lo que hable con el médico es un asunto personal.

¿El estigma del SIDA sigue siendo un gran problema? ¿Las familias los rechazan?

–Hna. Lucía: Realmente ya no son rechazados por sus familias, gracias a la educación, porque antes se pensaba: “Si me siento contigo, y tú estás infectado, me voy a infectar”. Ahora las familias están asumiendo el cuidado de los suyos. El estigma no es lo que solía ser.

Muchos de sus pacientes no son cristianos. ¿Cómo abordan esta cuestión? ¿Están ellos abiertos a la Palabra de Dios?

–Hna. Lucía: Acabamos de hablar con ellos acerca de Dios; Dios como sanador, un Dios que no rechaza ni juzga. Incluso cuando están muy enfermos, son muy bien acogidos y algunos quieren ser bautizados incluso en el último minuto. Aquellos que han recorrido con las hermanas durante mucho tiempo, son conscientes y la mayoría de ellos van a la iglesia. Para los no-cristianos les damos una opción: ¿Quiere que oremos con usted o quiere que alguien venga a orar con usted?

¿Cómo hacen frente espiritualmente a este sufrimiento?

–Hna. Lucía: El reto es cómo encuentras la situación del paciente. Vienes a traerle la medicina y unas palabras de consuelo, y te das cuenta de que esta persona tiene hambre. Él o ella no solo necesitan el medicamento, sino también un sustento. Y entonces no se tiene nada para darle. Solo se tiene la medicina, pero hay muchos otros aspectos básicos que hacen falta. Se ora y se siente empatía, aunque se siente que no se ha dado lo suficiente.

Traducido del inglés por José Antonio Varela V.

Esta entrevista fue realizada por Mark Riedemann para “Dios llora en la tierra”, un programa semanal de televisión y radio producida por Catholic Radio and Television Network, en colaboración con la fundación pontificia internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada.

En la red: www.WhereGodWeeps.org y www.acn-intl.org.

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ZENIT Staff

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