Pakistán: Indignación general por el linchamiento de un discapacitado mental

Fue quemado vivo, acusado de blasfemia por islamistas

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ROMA, miércoles 18 julio 2012 (ZENIT.org).- Al sur de Pendjab, un hombre sospechoso de profanación del Corán fue quemado vivo por una muchedumbre desenfrenada, guiada por jefes religiosos islamistas. Los responsables de las Iglesias, las ONG de defensa de los derechos humanos y también el gobierno de Pakistán condenaron unánimemente un «acto de una barbarie inconcebible».

El martes, 3 de julio –informa la agencia Eglises d’Asie–, como consecuencia de una queja depositada por los habitantes de la villa de Chani Ghoth, del distrito de Bahawalpur, al sur de Pendjab, la policía detuvo a un hombre acusado de haber profanado el Corán (según ciertas versiones, habría tirado páginas del Corán por la calle, según otros habría intentado quemarlo). La misma tarde, mientras que el hombre, que parecía no gozar de todas sus facultades mentales y «hasta no saber donde vivía», fue interrogado por los policías, jefes religiosos islamistas incitaron por altavoces a la población a que fuera a la comisaría para «castigar al blasfemo». En menos de una hora, una muchedumbre amenazadora de cerca de dos mil personas, se reunió delante de la comisaría de Chani Ghoth reclamando que la policía le entregara al hombre, mientras que su culpabilidad todavía no había sido verificada.

«Nos pidieron matarlo delante de ellos si no harían justicia ellos mismos», dijo Mohammed Azhar Gujar, uno de los oficiales de policía, presente en el momento de los hechos. Afirma que él y sus colegas intentaron proteger a la víctima lanzando bombas lacrimógenas sobre los agresores, pero que la muchedumbre era incontrolable y numerosa. Los agresores después de haber bloqueado el camino principal, comenzaron a quemar vehículos de policía y viviendas, antes de penetrar por la fuerza en la comisaría y arrancar de allí al sospechoso. Según las fuerzas del orden, una decena de policías habría sido herida gravemente en su tentativa para impedir a la muchedumbre que se llevara a la víctima.

Éste luego fué golpeado y torturado violentamente delante de la comisaría antes de ser arrastrado por la muchedumbre histérica hasta una encrucijada de Chani Ghoth. Después de haberlo rociado de gasolina, los locos quemaron vivo al “blasfemo” que, contrariamente a lo que pudo ser contado por la policía y ciertos medios de comunicación, estaba muy vivo en el momento de su inmolación pidiendo ayuda a la muchedumbre que asistía a su ejecución sin moverse (tanto lo que cuentan los testigos, como las fotos y los vídeos tomados por móviles no dejan ninguna duda sobre el desarrollo de los hechos).

Mientras que en los primeros informes se afirmó que la identidad y la religión de la víctima les eran desconocidas, hoy la policía como los medios de comunicación, le dan al hombre, aparentemente discapacitado mental, el nombre de Ghulam Abbas. Su edad rondaría los cuarenta años y habría sido musulmán. «Mientras que estaba en la celda, no dejaba de reírse y de salmodiar cosas incomprensibles», contó uno de los policías a la BBC. Según algunas informaciones de la Comisión Justicia y Paz de la diócesis católica de Multan, donde se encuentra Chani Ghoth (aunque no se pueda investigar en el mismo lugar, la zona aún no es segura), Ghulam Abbas no era de la región y nadie vino para reclamar o para identificar el cuerpo.

Por parte de los cristianos la reacción fue la más viva y más rápida. Tan pronto como la noticia de la ejecución fue conocida el 4 de julio, monseñor Andrew Francis, obispo de Multan, condenó vigorosamente «un acto inhumano y de extrema gravedad». Confiando a la agencia Fides el 6 de julio que se sentía «avergonzado de que este drama se haya producido en [su] diócesis», el obispo confirmó que toda la comunidad católica «siguen los hechos en la oración, con atención pero con prudencia». Como presidente de la Comisión para el Diálogo Interreligioso de la Conferencia Episcopal, aseguró que «la Iglesia redoblaría sus esfuerzos para dialogar con los responsables musulmanes» con el fin de poner fin a la violencia religiosa «en aumento constante en la región».

El distrito de Bahawalpur, que protege numerosas madrasas tenidas por islamistas, es el teatro de actos de violencia y de ejecuciones extrajudiciales recurrentes. El padre Samuel Raphael, de la iglesia St Dominic en Bahawalpur, confirma que los cristianos de la diócesis temen cada vez más por sus vidas. «[Este último acto de violencia] significa que una sociedad inhumana e intolerante está imponiéndose a un ritmo acelerado (…) –explica el sacerdote–, porque hoy es la población misma quien decide constituirse en la justicia».

Las intenciones del obispo de Islamabad-Rawalpindi, Mons. Rufin Anthony, el cual apeló a las autoridades «a comprender que era el momento de legislar para proteger a los inocentes» y de garantizar la seguridad de las personas acusadas con alegaciones simples no verificadas. «¡ Cuánta sangre deberá correr todavía, se indignó, antes de que cesen la impunidad, la ilegalidad y la libertad de la que gocen los que hacen justicia ellos mismos!».

Peter Jacob, secretario ejecutivo de la Comisión Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal de Pakistán (NCJP), comentó que desde principios de 2012, por lo menos tres personas (dos musulmanes y un cristiano) habían sido víctimas de ejecuciones extrajudiciales y otras 88 estaban aún en espera de juicio por blasfemia. Con diferentes ONG como la Fundación Masihi o Life for All, la NCJP pidió la intervención de la Corte Suprema de Pakistán con el fin de «garantizar el Estado de derecho en el país» y poner fin a los abusos de la ley antiblasfemia, que no dejan de aumentar.

En un gesto oficial más bien raro, el presidente Asif Ali Zardari expresó el jueves, 5 de julio, su «profunda pena» y se declaró «muy disgustado por este incidente tan atroz». El presidente paquistaní recordó que ninguno tenía derecho a sustituir a la justicia, cualquiera que sea el crimen cometido. Encargó a su ministro del Interior, Rehman Malik, presentarle un informe con urgencia sobre los hechos y la investigación en curso. Ninguno de los agresores ha sido aún arrestado.  

Traducido del francés por Raquel Anillo

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ZENIT Staff

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