ROMA, jueves 19 julio 2012 (ZENIT.org).- Las bombas, los disparos, la violencia, los gritos, los muertos su suceden en la ciudad de Damasco, Siria, en este momento. La población “sufre, espera, huye, reza, en estas horas trágicas, dirige su mirada a los beatos mártires de Damasco, cuya memoria se ha celebrado el 10 de julio”, declara monseñor Samir Nassar, arzobispo maronita de Damasco.
El arzobispo describe a la agencia Cides la situación en la capital siria: “Por las calles de Damasco se ven personas que huyen, hay refugiados que, desesperados, cruzan la ciudad en busca de refugio. La falta de estructuras de caridad, el embargo y los limitados recursos disponibles no ayudan a hacer frente a esta emergencia y ayudan a alimentar la ansiedad”.
En su testimonio, el arzobispo dice: “En esta etapa de violencia ciega, nuestras voces son ahogadas por el largo calvario de la nación y por una complejidad que está bloqueando cualquier solución diplomática. El país se hunde en el dolor y la violencia gratuita y aún no se vislumbra el final, vivimos desde hace más de dieciséis meses en un conflicto prolongado”.
Monseñor Nassar hace hincapié en la práctica grave de los secuestros extorsionistas: “Más allá de las divisiones políticas, del desempleo y de la inseguridad han favorecido el fenómeno terrible de los secuestrados para pedir rescates. A menudo son secuestrados en la escuela o la fábrica, y son hijos o padres de familia. Deberíais ver el pánico y la ansiedad de las familias que luchan para reunir entre los familiares, vecinos, amigos y la parroquia una cantidad de dinero suficiente para salvar a un hijo, un hermano o un padre secuestrado. Esta horrible práctica paraliza la vida social. La práctica de la religión se ha debilitado, los niños ya no vienen al catecismo y languidecen las actividades pastorales. Muchas familias cristianas, aterradas, sólo piensan en cómo salir del país”.
“La comunidad cristiana, agotada –concluye el Arzobispo- se dirige, en silencio y oración, hacia sus mártires, que el pasado 10 de julio hemos recordado solemnemente: los tres hermanos, Francisco, Abdel-Mooti y Raffaele Massabki, laicos católicos maronitas, beatos y martirizados durante la persecución desencadenada por los turcos en 1860 contra la Iglesia. Ellos nos recuerdan lo que Jesús dijo a los suyos: No temáis”.