MATAGALPA, 27 septiembre 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos el texto completo del mensaje del la Conferencia Episcopal de Nicaragua, con motivo de las próximas elecciones municipales.
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A los sacerdotes, religiosos, religiosas y agentes de pastoral, a todo el pueblo católico y a todos los nicaragüenses, hombres y mujeres de buena voluntad:
Como colaboradores de dios y servidores de cristo
1. Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, con la conciencia de haber sido llamados a ser «colaboradores de Dios» (1 Cor 3, 9) y «servidores de Cristo» (1 Cor 4, 1) en el anuncio del Evangelio, invocamos sobre nuestro país «la gracia y la paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo» (Rom 1,7). Al mismo tiempo deseamos ofrecerles, como pastores de la Iglesia, algunas reflexiones sobre la realidad nacional a la luz de la fe, nacidas al contacto con los fieles de nuestras comunidades y maduradas en nuestra oración y discernimiento espiritual.
«El que gobierna sea como el que sirve» (lc 22, 26)
2. La proximidad de las elecciones municipales de este año, a celebrarse el próximo 4 de noviembre, son una ocasión propicia para reflexionar sobre el modo con el que actualmente se ejerce el poder y se practica la política en nuestro país. La problemática política trasciende el tema de las elecciones municipales y debemos prestarle atención. Para ello volvemos la mirada a Jesús que en el evangelio hace una observación que puede parecer muy dura pero que es sumamente iluminadora: «Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos y los que las oprimen se hacen llamar bienhechores» (Lc 22, 25). Jesús condena este modo de concebir y ejercer la autoridad en la sociedad, pues genera un ambiente permanente de enfrentamiento por la búsqueda del poder o por mantenerlo a toda costa, dando lugar al autoritarismo, al caudillismo, a la manipulación de las conciencias, a la corrupción, la injusticia, la ilegalidad y la violencia.
3. Jesús propone un nuevo modo de concebir la autoridad a través de un principio evangélico fundamental: «El que gobierna sea como el que sirve, el más grande entre ustedes ha de ser como el más pequeño» (Lc 22, 26). La única autoridad legítima, según Jesús, es la que se pone al servicio de los demás, la que sacrifica sus propios intereses por el de los otros, la que no busca la propia grandeza o la acumulación de riquezas, sino el bienestar de los demás. Cada vez que alguien, basándose en cualquier tipo de posible derecho, se sirve de los otros para conseguir sus fines, se vuelve «señor» del otro, deshumanizando así a quien domina y deshumanizándose igualmente a sí mismo.
4. La vida política del país está hoy dominada por un estilo de ejercer la autoridad en modo autocrático y abusivo, que se manifiesta a través de la concentración de poder y el deseo desmedido de conservarlo y perpetuarse en él, la manipulación de la ley y de las instituciones y la destrucción de los principios fundamentales que constituyen las bases del Estado de Derecho: la subordinación del poder a la ley, la supremacía de la Constitución, la jerarquía de la norma jurídica y la separación e independencia de los poderes del Estado, entre otros. Igualmente los partidos políticos de oposición, que aspiran a llegar al poder, se debaten en luchas internas y descalificaciones recíprocas, que no tienen su origen precisamente en motivaciones democráticas, sino en la búsqueda de mayores espacios de poder y en ambiciones personales. Estos partidos no han logrado interpretar el sentir de la población, no renuevan a sus líderes y no ofrecen estrategias políticas alternativas claras que conduzcan a la elaboración de un proyecto de nación, en lo referente a la educación, la política social y la economía, entre otros temas relevantes. Tanto en el ejercicio del poder como en la lucha por conseguirlo, se constata, por tanto, una gran incapacidad para concebir y practicar la política en función del bien común de la sociedad.
5. Consideramos que la situación que vive el país exige urgentemente replantear el funcionamiento integral del sistema político. El poder se sigue concibiendo como patrimonio personal y no como delegación de la voluntad popular expresada en la Constitución y en la ley. Esto suscita inevitablemente polarización, arrogancia, ambición e irrespeto a la ley, corrupción, intolerancia y luchas inútiles en la sociedad. Esta forma de concebir y ejercer la política no sólo contradice el ideal evangélico del servicio y del sacrificio por los otros, a imagen de Jesús, que siendo el Señor y el Maestro, está en medio de sus discípulos «como el que sirve» (Lc 22,27), sino que «semejantes desviaciones de la actividad política con el tiempo producen desconfianza y apatía, con lo cual disminuye la participación y el espíritu cívico entre la población, que se siente perjudicada y desilusionada» (Centesimus Annus, 47).
Las próximas elecciones municipales
6. Reconocemos como algo positivo que según lo establecido en la Constitución Política se realicen periódicamente elecciones municipales, como derecho ciudadano, con el fin de elegir a alcaldes, vicealcaldes y concejales en los distintos municipios del país. Es siempre digna de apreciar toda práctica social que «asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes» (Centesimus Annus, 46).
7. Sin embargo, la experiencia de las últimas elecciones municipales del 2008 y las nacionales del 2011, en las cuales hubo serias denuncias de actos fraudulentos y graves irregularidades, ha creado en un gran sector de la población una profunda desconfianza en las autoridades del Consejo Supremo Electoral, que siguen siendo las mismas que administraron los comicios del 2008 y del 2011, y frente a una ley electoral que no se ha renovado debidamente al servicio de la democracia. Esto ha provocado una gran apatía hacia las próximas elecciones, que muchos consideran decididas de antemano y de las cuales opinan no sólo que es inútil participar en ellas, sino que hacerlo sería legitimar un organismo electoral fraudulento y convertirse en cómplices de otro grave atropello a la democracia y a la voluntad popular. Por otra parte hay ciudadanos y partidos de oposición que han optado por participar en las elecciones municipales, con la finalidad de afianzar la estructura democrática del voto ciudadano, no dejar todo el espacio político al partido de gobierno y, sobre todo, responder a las fuertes demandas de participación electoral de algunas zonas del país en donde la oposición ha sido siempre mayoritaria. Tanto unos como otros, personas y partidos que han decidido participar como quienes no lo harán, fundamentan su decisión en razonamientos válidos en la actual coyuntura política que vive el país.
8. Como pastores de la Iglesia exhortamos a cada nicaragüense a que decida desde su conciencia, mediante un discernimiento práctico, lo que es más justo y bueno en la actual situación del país, según la razón y la ley de Dios (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1777-1782). Para ello cada persona debe analizar personalmente y también escuchar «los consejos de personas entendidas» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1788) en todo lo referente a la problemática política actual, el modo en que se está ejerciendo el poder y practicando la política tanto en el país como en el propio municipio, igualmente cada ciudadano debe hacer una valoración objetiva y crítica acerca de la confiabilidad y legalidad del Consejo Supremo Electoral. En segundo lugar, cada quien debe orar para pedir al Señor que le ilumine en su decisión, la cual debe orientarse a buscar lo mejor para el presente y el futuro del país y de
l propio municipio. Finalmente cada persona debe decidir desde su conciencia, libremente y sin ningún tipo de coacción exterior, a través de un juicio de la razón, lo que va a hacer, convencido desde su interior que está haciendo lo más justo y recto en este momento de la historia en beneficio de la sociedad (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1787).
9. Quienes decidan ir a votar deben madurar su decisión reflexionando con seriedad delante de las distintas propuestas de los candidatos, elegir a quien consideren mejor y más adecuado para el bien común de su propio municipio y, finalmente, depositar su voto en la urna en secreto y sin dejarse coaccionar por ninguna persona o institución.
10. De cara a estas elecciones, insistimos a las autoridades del Consejo Supremo Electoral, con las mismas palabras con que lo hemos hecho en ocasiones anteriores, aunque no hemos encontrado nunca eco a nuestro llamado, exigiéndoles «ejercer sus funciones con responsabilidad y honestidad, actuando con tal transparencia en el escrutinio de los votos que no permita ni la más mínima duda acerca del respeto a la voluntad popular en estas elecciones» (Mensajes de la CEN del 7.10.11, n. 13 y del 16.11.11, n. 3).
Más allá de las elecciones municipales
11. Lo importante es ver hacia el futuro, tomar conciencia de los grandes problemas que vive el país y comprometerse en la construcción de una sociedad más justa y democrática. Exhortamos, por tanto, en primer lugar, a las autoridades de la nación a observar la Constitución Política y a restaurar con urgencia el Estado de derecho a través de acciones concretas que ayuden a fortalecer una gobernabilidad auténticamente democrática. «Corresponde a los que ejercen la autoridad reafirmar los valores que engendran confianza en los miembros del grupo y los estimulan a ponerse al servicio de sus semejantes» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1917). Invitamos igualmente al gobierno, a los partidos políticos, a los sectores empresariales, a los medios de comunicación y a las organizaciones de la sociedad civil a comprometerse en la reconstrucción del tejido social del país, que se encuentra fragmentado y polarizado, éticamente débil de valores y carente de objetivos comunes, promoviendo, cada quien desde su propio ámbito, diálogos francos, críticos y constructivos, que ayuden a formular e impulsar un nuevo proyecto de nación, fundado en el Estado de Derecho, la legalidad y la solidez institucional y, al mismo tiempo, que sirvan para establecer un plan estratégico de desarrollo social y económico sostenible del que puedan gozar todos los ciudadanos» (cf. Mensaje de la CEN, 16.11.11).
12. Cada ciudadano debe tener presente que, independientemente de lo que haya decidido de cara a las elecciones municipales, tiene el derecho y la obligación de ser sujeto activo en la construcción de la sociedad, no sólo a través de una conducta recta y responsable en la familia, en el trabajo y en las relaciones sociales (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1914), sino por medio de acciones concretas de compromiso activo en la vida pública (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1915), luchando por la defensa de la democracia, la paz, la justicia, el respeto a los derechos humanos y denunciando todo lo que se opone a ello. «El fraude y otros subterfugios mediante los cuales algunos escapan a la obligación de la ley y a las prescripciones del deber social deben ser firmemente condenados por incompatibles con las exigencias de la justicia» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1916).
13. Creemos firmemente en la bondad y la capacidad del pueblo de Nicaragua para construir un presente más digno y un futuro más luminoso para todos. Como pastores les invitamos a liberarnos de la resignación, del indiferentismo y del conformismo y no dejarnos llevar nunca del odio y de la violencia. Podemos tener una patria mejor. No perdamos la esperanza. Vivir con esperanza es sobre todo creer que Dios quiere una vida mejor para todos y colaborar activamente para que ésta sea una realidad. (Cf. Fil 2,12-13). Vivir con esperanza es tener confianza en Dios y perseverar «creyendo contra toda esperanza» (Rom 4,18). Vivir con esperanza es abrirnos a la fuerza de Cristo Resucitado que hace nuevo este mundo con su Espíritu y comprometernos responsablemente para que esta novedad llegue a la historia y a la sociedad (Ap 21,5). Invitamos a todos nuestros fieles a orar por nuestra patria y que la Virgen María, Nuestra Señora de la Merced, acompañe a nuestro pueblo en su caminar histórico y nos ayude a vivir siempre abiertos con esperanza a la novedad del Reino de Dios.
Dado en la ciudad de Matagalpa a los veintiséis días del mes de septiembre del dos mil doce.