SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, domingo 30 septiembre 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos a los lectores el artículo de nuestro colaborador habitual, el obispo de San Cristóbal de Las Casas, México, quien pone como ejemplo de diálogo el próximo encuentro que se tendrá en este país con el tema de la paz.
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+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
HECHOS
Los días 3 y 4 de octubre, varias instituciones hemos organizado un Diálogo por la paz en México, con el objetivo de que, creyentes y no creyentes, pongamos en común nuestros puntos de vista sobre cuatro temas, a cual más apasionante: Dolor y sufrimiento de un país; diálogo que nos reconcilia; estrategias para la reconstrucción y esperanzas para el futuro. Hemos invitado a personas de muy diversas tendencias, que generosamente han aceptado compartir su visión, pues estamos convencidos de que no podemos quedarnos en quejas y lamentos ante la situación que vivimos, sino proponer caminos para salir adelante, sobre todo en bien de quienes más sufren.
Las instituciones convocantes somos el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, el Centro de Investigación y Docencia en Economía, la Universidad Pontificia de México, el Instituto Mexicano de Doctrina Social, la Universidad Iberoamericana, el Centro Universitario Cultural y la Dimensión de Pastoral de la Cultura del episcopado mexicano, que presido.
El Diálogo se llevará a cabo en la ciudad de México, y sigue la inspiración del Atrio de los Gentiles, propuesto por el Papa. Tendremos una representación del Pontificio Consejo de la Cultura. Culminaremos con un Concierto por la Paz.
¿Qué nos mueve al organizar este encuentro? La convicción de que es tiempo de escucharnos todos con respeto, en vez de sólo descalificarnos con desconfianzas y condenaciones. La fe no es ajena al mundo de la cultura, la ciencia, la política, la economía; tiene mucho que ofrecer. El ambiente amplio de quienes generan pensamiento, cultura, opciones sociales y políticas, puede escuchar a quienes nos confesamos discípulos de Jesús. Todos podemos aportar al bien común lo que somos y pensamos.
CRITERIOS
El Papa Benedicto XVI, en su encíclica Caritas in veritate, dice claramente: “La religión cristiana y las otras religiones pueden contribuir al desarrollo solamente si Dios tiene un lugar en la esfera pública, con específica referencia a la dimensión cultural, social, económica y, en particular, política. La doctrina social de la Iglesia ha nacido para reivindicar esa carta de ciudadanía de la religión cristiana. La negación del derecho a profesar públicamente la propia religión y a trabajar para que las verdades de la fe inspiren también la vida pública, tiene consecuencias negativas sobre el verdadero desarrollo. La exclusión de la religión del ámbito público, así como el fundamentalismo religioso por otro lado, impiden el encuentro entre las personas y su colaboración para el progreso de la humanidad. La vida pública se empobrece de motivaciones y la política adquiere un aspecto opresor y agresivo. Se corre el riesgo de que no se respeten los derechos humanos, bien porque se les priva de su fundamento trascendente, bien porque no se reconoce la libertad personal. En el laicismo y en el fundamentalismo se pierde la posibilidad de un diálogo fecundo y de una provechosa colaboración entre la razón y la fe religiosa. La razón necesita siempre ser purificada por la fe, y esto vale también para la razón política, que no debe creerse omnipotente. A su vez, la religión tiene siempre necesidad de ser purificada por la razón para mostrar su auténtico rostro humano. La ruptura de este diálogo comporta un coste muy gravoso para el desarrollo de la humanidad” (No. 56).
PROPUESTAS
En las familias, en la escuela, en los sindicatos, entre los partidos políticos, entre las religiones, entre los grupos eclesiales, entre las diferentes tendencias que hay en la sociedad y en las Iglesias, es necesario aprender a dialogar, a escucharnos unos a otros con respeto, pero sobre todo con humildad, para aprender de los demás, para dejarnos ayudar a ser más fieles a nuestra identidad y vocación. Imaginar que los otros están equivocados en todo y que nada nos pueden ofrecer, es una actitud de soberbios y engreídos. Los verdaderamente sabios están abiertos a apreciar los valores que otros poseen y enriquecerse con sus aportes. Jesucristo, siendo Dios, se humilló y se hizo uno como nosotros. Aprendamos de El.