Perú: 'No habrá justicia social si no ayudamos a la conversión de los corazones'

Entrevista con el obispo de prelatura de Ayaviri Kay Martin Schmalhausen SCV

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AYAVIRI, 30 septiembre 2012 (ZENIT.org).- En esta entrevista con monseñor Kay Martin Schmalhausen SCV, obispo de la prelatura de Ayaviri, Perú, el diálogo se detiene en rememorar lo que significó la Teología de la Liberación en el ámbito latinoamericano y los retos que afronta la Iglesia en el momento actual en esta comunidad eclesial.

Monseñor Kay Martin es miembro del Sodalicio de Vida Cristiana, una sociedad de vida cristiana fundada en Perú, de la que ha surgido una familia espiritual con varias ramas, entre ellas el Movimiento de Vida Cristiana.

La entrevista fue realizada por Johannes Habsburg para Donde Dios Llora, un programa semanal en cooperación con la fundación católica «Ayuda a la Iglesia Necesitada».

Perú es el país donde nació la Teoría de la Liberación que también trajo reflexiones muy hermosas e interesantes, pero que no es la respuesta a la pobreza y a la injusticia social y no es una respuesta auténticamente cristiana. ¿Por qué no es la Teoría de la Liberación esa respuesta que la Iglesia puede ofrecer ante estos retos de la injusticia y de la necesidad?

–Monseñor Kay Martin: Porque la perspectiva fue equivocada, lamentablemente muy equivocada. Necesitamos liberación, la liberación del corazón humano del pecado. Esa liberación no la hacemos nosotros, la hace Jesucristo: es él el que nos reconcilia, es él el que nos perdona, es él el que hace al hombre nuevo y nos hace a nosotros nuevos. Esa es la única, la auténtica liberación que es capaz de suscitar y de lograr un verdadero cambio social. Porque el cambio social comienza en el corazón del ser humano.

Pero con la Teoría de la Liberación se invirtieron los papeles…

–Monseñor Kay Martin: Sí, según ella, somos nosotros los que liberamos al hombre, los que liberamos la sociedad, somos nosotros los que estamos aquí para devolver la dignidad al ser humano y Jesucristo, el hijo de Dios hecho hombre, el Salvador pasó a ser un líder político. En esta inversión de los roles hemos perdido muchas energías, mucho tiempo y hemos dejado campo abierto para tanta confusión y desconcierto. En ese sentido no es posible pensar una Teoría de la Liberación que en alianza con los principios del marxismo, pretenda una reivindicación social de los pobres simplemente por razones económicas, sociales, políticas… olvidándonos que toda la cuestión del hombre está en su corazón. Y en que ese corazón sea transformado, transfigurado por el Señor y por su gracia.

Pero precisamente un planteamiento ateo-marxista lleva al corazón a más violencia y más conflicto.

–Monseñor Kay Martin: Creo que ahí tenemos un problema muy serio, la Teología de la Liberación planteaba directa oposición al Evangelio, cosa que no se ha querido ver. Una perspectiva conflictual que desdice radicalmente de la dinámica del amor y de reconciliación que el Señor ha venido a traer. No odio, sino unidad: unidad en la verdad y en el amor y eso es lo que hace la reconciliación.

Si esta no es la respuesta a las injusticias sociales, y las desigualdades siguen existiendo, ¿ qué podemos ofrecer como respuesta? ¿Cómo responde la Iglesia ante este reto?

–Monseñor Kay Martin: Yo creo que hay diversos niveles para responder esto, en primer lugar pienso que es un error que como Iglesia pretendamos sustituir al Estado, el Estado tiene su responsabilidad, su función social y debe asumir este rol y no pensar que lo van a hacer terceros. En la región donde yo vivo, por ejemplo, hay una gran ausencia del Estado y ciertamente es un grito, diríamos así, apremiante.

¿Y es ahí donde la Iglesia esta llamada a subsidiar?

–Monseñor Kay Martin: Si, la Iglesia no puede desentenderse de las preocupaciones y las angustias personales, familiares, sociales que vive el pueblo de Dios, que viven nuestros fieles y por lo tanto nos toca estar cerca a ellos. En la medida de nuestras posibilidades, hemos procurado, aunque ciertamente mi Prelatura, puedo decirlo así con toda honestidad, está en bancarrota, pero por ayudas de terceros, de católicos generosos también de algunas empresas que ven la importancia, la responsabilidad social que tienen en la zona, hemos podido a través de Caritas organizar algunas actividades de importancia a nivel de salud, a nivel de agua potable para las comunidades, a nivel de educación, y así ponemos nuestro grano de arena.

¿Pero esa es toda la ayuda que se espera de la Iglesia, solo a ese nivel?

–Monseñor Kay Martin: Exacto, eso es solo un nivel, y luego el otro nivel es el nivel de la evangelización, esto significa un anuncio del evangelio, cercano, claro, directo que realmente satisfaga el hambre de Dios que tienen los corazones de la gente. No hay justicia social, no habrá justicia social si no tocamos y ayudamos a la conversión de los corazones. Y no tengo reparo en decirlo, aquí donde vivo yo y donde la gran mayoría es gente muy pobre; sin embargo las injusticias entre ellos mismos pueden ser atroces…

Es decir todos necesitan una conversión de corazón, no solo los mas pudientes.

–Monseñor Kay Martin: Exacto. La primera tarea de la Iglesia siempre es esta, sin por eso descuidar el otro lado de la caridad efectiva, de la caridad que se hace ayuda concreta. Pero la primera tarea de evangelización de la Iglesia es la conversión del corazón. Por lo tanto, una prioridad para nosotros es la presencia de sacerdotes, de comunidades religiosas y de nuestros laicos bien formados – catequistas y animadores en las comunidades cristianas donde no hay sacerdotes – para que todos juntos seamos como un cuerpo que vayamos formándonos y creciendo y madurando en la fe.

Usted encontró su vocación cristiana plena en un movimiento de la Iglesia, ¿Cómo hacemos que despierte el seglar en Latinoamérica para transformar el mundo en Cristo? Es un reto porque el seglar muchas veces separa su fe de su vida real, ¿cómo rompemos esa barrera artificial que nos hemos creado?

–Monseñor Kay Martin: Necesitamos ayudar a que la vida cristiana se haga vida cotidiana, vida del día a día. Necesitamos superar ese divorcio que hay entre la fe que yo digo que profeso y luego la que a veces llevo que no tiene que ver nada con esa fe. Esto, en las comunidades parroquiales. Es indiscutible por otra parte que el Espíritu Santo ha suscitado en el seno de la iglesia – como lo hemos escuchado tantas veces a Juan Pablo II y a nuestro querido papa Benedicto XVI – la presencia de los movimientos. Ellos son un toque del Espíritu Santo, una acción del Espíritu Santo en la Iglesia, para colaborar en esta tarea de que los laicos puedan vivir un compromiso cristiano personal en una comunidad concreta en la que sienten que tienen una pertenencia y un arraigo y luego donde aprendan también a proyectar su fe en un compromiso en la sociedad.

Esta entrevista fue realizada por Johannes Habsburg para «Dios llora en la Tierra», un programa semanal de radio y televisión producido por la Catholic Radio y Television Network junto con la fundación internacional pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada.

Para obtener más información en la Red:www.WhereGodWeeps.org y www.acn-intl.org.

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ZENIT Staff

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