Por José Antonio Varela Vidal

ROMA, domingo 16 septiembre 2012 (ZENIT.org).- El último día de la visita del papa Benedicto XVI al Líbano dejará una huella imborrable en las comunidades cristianas del Medio Oriente, y en otras religiones como la musulmana. Y es que todos han vivido tres días de auténtica concordia alrededor de la figura del sucesor de Pedro, un hombre de paz.

Y los católicos no solo fueron “confirmados en la fe” por el santo padre, sino también recibieron la tarea que él mismo les señaló: reflexionar y poner en práctica la tan esperada Exhortación Apostólica Post-Sinodal “Ecclesia in Medio Oriente” (cf. Una síntesis del documento en: www.zenit.org/article-43124?l=spanish )

Un día para recordar

Hoy llegaron cerca de 350.000 personas para encontrarse con el papa en el Beirut City Center Waterfront, y celebrar juntos la Eucaristía, milagro de amor y también de paz...

Durante su homilía, Benedicto XVI invitó a los presentes y a los millones que lo siguieron por los medios de comunicación y redes sociales, “a llegar al corazón de la identidad de Jesús” y a comprometerse a seguirlo, porque quien “vive en comunión con él, en la comunidad de los discípulos, puede tener un conocimiento verdadero” del Maestro.

Y para seguir una ‘Hoja de Ruta’ no solo entregó la Exhortación Apostólica firmada de su puño y letra, sino una invitación urgente a vivir el Año de la fe, que comenzará el próximo 11 de octubre, a fin de que “a lo largo de todo este año, se profundice la reflexión sobre la fe, para que sea más consciente, y para fortalecer la adhesión a Jesucristo y su evangelio.”

En referencia al Medio Oriente, “donde la violencia no cesa de extender su rastro de muerte y destrucción”, el santo padre hizo un llamado urgente “a servir a la justicia y la paz, en aras de una sociedad fraterna, para fomentar la comunión.”

Pidió al mundo árabe –-y el pueblo libanés le respondió con su presencia y entusiasmo en cada acto--, que todos sean “servidores de la paz y la reconciliación”, a fin de que puedan vivir pacíficamente y con dignidad. “Es un testimonio esencial que los cristianos deben dar aquí”, dijo, recordándoles así la importancia de la coherencia.

Y parte de esta identidad con Cristo es el servicio. El cual, según el papa “debe entrar también en el corazón de la vida misma de la comunidad cristiana.”

En clara alusión a la necesaria unidad entre las comunidades cristianas, recordó que “todo ministerio, todo cargo en la Iglesia, es ante todo un servicio a Dios y a los hermanos. Este es el espíritu que debe reinar entre todos los bautizados, en particular con un compromiso efectivo para con los pobres, los marginados y los que sufren, para salvaguardar la dignidad inalienable de cada persona.”

Mencionó también a los que padecen las consecuencias de la violencia y de la falta de entendimiento, consolándolos por que “vuestro dolor no es inútil; Cristo servidor está cercano a todos los que sufren. Él está a vuestro lado, os colma de esperanza.”

Al final de su homilía, pidió la paz de Dios para el Líbano, “y a toda la querida región del Medio Oriente”.

Terminada la concelebración eucarística, el papa distribuyó de manera simbólica algunos ejemplares de la Exhortación Apostólica a los patriarcas, jefes de las iglesias orientales sui iuris, al Patriarca Latino quien es también presidente de la Conferencia de los Obispos Latinos de la Región Árabe, así como a los representantes de las conferencias episcopales de Irán, de Turquía y también del Líbano, a través de un grupo de fieles laicos. 

Durante este acto, reiteró que este documento debe ser “una guía para avanzar por los caminos multiformes y complejos en los que Cristo os precede”, como lo es para la región la unidad y la paz. Les pidió también “que la comunión fraterna sea una ayuda en la vida cotidiana y signo de la fraternidad universal que Jesús, el primogénito entre muchos, vino a instaurar en esta región, que vio sus obras y recogió sus palabras hace 2000 años.”

¿Por qué tanta muerte?

Al llegar el mediodía, el santo padre se unió a la Iglesia universal para el rezo del Ángelus. En las palabras que antecedieron a la oración mariana fue muy explícito sobre los conflictos y la violencia que no cesan en la región.

“Desgraciadamente, el ruido de las armas continúa escuchándose, así como el grito de las viudas y de los huérfanos”, atribuyendo esto a la violencia y el odio que invade muchas vidas, e identificando a las mujeres y a los niños como las primeras víctimas.

Y como si fuera un grito al cielo se preguntó: “¿Por qué tanto horror? ¿Por qué tanta muerte?”, invocando a la responsabilidad de la comunidad internacional y de los países árabes para que propongan soluciones viables que respeten la dignidad de toda persona humana, sus derechos y su religión.

“Quien quiere construir la paz debe dejar de ver en el otro un mal que debe eliminar”, fue su sentencia.

La unidad de los cristianos

Luego de despedirse de la Nunciatura Apostólica donde estuvo hospedado estos días, el papa se dirigió al Patriarcado siro-católico en Charfet para el encuentro ecuménico previsto en el programa. Allí fue recibido por el patriarca de Antioquía de los Sirios, Su Beatitud Ignace Youssif III Younan. Fuera del Patriarcado lo esperaban los obispos del Sínodo siro-católico, así como sacerdotes y seminaristas de Charfet.

El encuentro ecuménico se llevó a cabo en el Salón de Honor del Patriarcado, hasta donde llegaron los patriarcas ortodoxos, los representantes de las confesiones protestantes del Líbano y los patriarcas católicos del Líbano. El Patriarca Católico Sirio, después de unas palabras introductorias, presentó individualmente al santo padre a los participantes, quienes recibieron de manos del Pontífice una copia de la Exhortación Post-sinodal "Ecclesia in Medio Oriente".

Allí hizo un llamado final a la unidad, a la vez que reconoció la constancia, incluso hasta el martirio, de algunas iglesias cristianas como la Siríaca de Antioquía. Recordó también a la Iglesia copta ortodoxa de Egipto y a la Iglesia etíope ortodoxa, que acaban de perder a sus patriarcas.

“Es mi deseo volver”

Acto seguido, Benedicto XVI se trasladó en automóvil hasta el aeropuerto internacional "Rafiq Hariri" para la Ceremonia de Despedida, donde escuchó las palabras de agradecimiento y saludo del presidente de la República, el ex general Michel Suleiman. 

En sus palabras finales, el santo padre manifestó su pesar por dejar el país “y el deseo de volver”. En un discurso matizado con símbolos de la cultura libanesa --entre los cuales mencionó la comida, para explicar el calor y la acogida con que le han recibido los pueblos del Medio Oriente--, hizo una invocación “para que Dios conceda al Líbano, a Siria y al Oriente Medio el don de la paz de los corazones, el silencio de las armas y el cese de toda violencia, y que los hombres entiendan que todos son hermanos.”

Consciente quizás, de la atención que ha generado su visita en los países árabes y en aquellos lugares donde el cristianismo no vive en libertad sino en conmoción, el papa destacó que durante la visita todos han podido ver “a los cristianos y a los musulmanes reunidos para celebrar la paz.”

No quizo despedirse sin mencionar a la Virgen María, “nuestra Madre, que comprende nuestras preocupaciones y necesidades”. Para luego encomendarle el Medio Oriente bajo su materna protección, junto a los patriarcas y los obispos allí presentes.

Todos los discursos y la homilía del papa de hoy en: www.zenit.org/moredocs-0?l=spanish 

Para ver los videos de las ceremonias: www.vatican.va/video/index.html