Ibrahim Mikhail Ibrahim, eparca de los griegos melquitas católicos de Canadá, ha escrito una carta a los sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, fieles y amigos de la diócesis, «protegidos de Dios». Inicia la misiva con esta cita: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel” (Mi 5, 1- Mt 2, 6). Ofrecemos el texto íntegro de la carta.
*****
Con este versículo del profeta Miqueas yo inauguro este año mi carta de Navidad para vosotros, con el encargo de mi amor, de mis invocaciones y de mis deseos. Porque la fiesta de navidad es la fiesta de la venida de un Líder a nuestras vidas, su nombre es Jesucristo. Es él quien nos conducirá a su Padre celestial, dándose el mismo a nosotros por la acción del Espíritu Santo en nosotros. Cuando éramos esclavos del pecado y habíamos sucumbido bajo el peso de nuestras cargas, las entrañas de Dios se abrieron de ternura hacia nosotros, y así comienza la obra de salvación. El Líder divino actúa según nuestras necesidades distinguiéndose de la mayoría de los Líderes de la tierra que actúan según sus propios intereses.
La única ganancia de Dios encarnándose es la de vernos victoriosos y ganarnos una salvación que éramos incapaces de realizar por nosotros mismos. Por su plan eterno, cuando se cumplió el tiempo nos hizo pasar de la tierra de nuestras preocupaciones de nuestra soledad a un cielo a donde él mismo llevó nuestras preocupaciones.
Antes estábamos inscritos en las listas de nuestros proyectos personales. Por ello éramos prisioneros de la historia encerrada sobre sí misma, hasta que se instaló en nosotros y entre nosotros un Líder que inscribió nuestra existencia en pleno corazón de la existencia de Dios.
Gracias a él nosotros tuvimos un lugar en “la agenda” de Dios que nos amó con un amor eterno y salvífico.
Nos amó por nosotros mismos y no por El mismo, después que el amor propio nos consumió ignorando el amor de Dios y el amor del prójimo e incluso el amor de los enemigos. El Líder divino nos ama por nosotros mismos.
En navidad, Dios nos dirige por Jesucristo, hacia las verdades divinas a fin de gustar el esplendor que no tiene fin. Verdades que nos hablan desde lo alto hacia donde nos atrae la gloria de Dios para arrancarnos de la nada a la cual nos lanzamos. Verdades que nos invitan a apasionarnos con el Verbo encarnado entre nosotros. Antes estábamos acostumbrados a frecuentar las cosas efímeras que no nos alegran. Y por estas verdades nos hemos puesto a contemplar en nosotros la imagen del espíritu. El Líder divino hace estallar en nosotros la fuerza de la inteligencia para elevarnos por la humildad hacia el vasto Reino, nacido en una gruta.
Solo la meditación de las cosas inmutables nos libera para hablar de la grandeza de la gruta que encierra el cielo. Damos testimonio del Niño de la gruta que nos conduce por la humildad a fin de revestir la luz que brota del establo y nuestros ojos se ejercen en mirarle después de estar acostumbrados a reposar en las tinieblas.
Entonces las tinieblas no nos tentarán más porque nos hemos revestido de Cristo que ha tomado nuestra humanidad para hacerla habitar en los locales de la divinidad. El es el Líder que se ha encarnado para divinizarnos.
En Navidad el divino Niño nos conduce de la tierra del miedo al paraíso de la fe y del tiempo de la violencia al reino de la paz por El nos hacemos muy fuertes primero contra nosotros mismos, contra nuestro espíritu estéril, contra nuestro corazón enfermo porque Dios está ahora con nosotros, Enmanuel. Dios se ha convertido en nuestra arma en el combate lo mismo que en nuestro casco y en nuestro escudo. El es el Líder que camina delante, es el primero en morir por nosotros para que la muerte sea siempre victoriosa en nosotros, mientras que la mayoría de los Líderes de la tierra nos hacen morir por ellos para que ellos estén sanos y salvos.
En Navidad Cristo nos conduce al cambio, El que ha cambiado la mirada de la historia dividiéndola en dos para que seamos nosotros mismos en una nueva alianza, que es el tiempo de la renovación y en el firmamento de la adhesión en la historia cristianizada y abierta sobre la eternidad. Ya no somos prisioneros del cuerpo, porque el que no tiene cuerpo ha habitado en un cuerpo para librarnos de la servidumbre del cuerpo y lanzarnos en los dominios ilimitados de espíritu. Nosotros ya no elegimos la muerte destrozando la esclerosis de nuestros pensamientos enfermos y de nuestras conciencias adormecidas.
En Navidad nos despertamos del sueño del deseo de la vida y de la ausencia del perdón. En Navidad nos despierta la fuerza de nuestro propio perdón, encadenados por el complejo de culpabilidad y del perdón de los otros, para ver aparecer la luz del conocimiento en el mundo. Porque a nosotros que adoramos los dioses del odio, del egoísmo, de la droga, y de la venganza…los magos nos enseñan a adorar el Sol de justicia, Cristo nuestro Dios.
En esta Navidad condúcemos oh divino Niño a salir de nuestras crisis y de nuestras desesperanzas, como individuos y como comunidades. Conduce a nuestro Oriente hacia la paz y hacia el respeto a la libertad de conciencia, de las creencias y de la dignidad humana, conduce amnuestro Occidente y a las grandes potencias a creer en Dios y en la justicia, a renunciar a la carrera para armarse y armar a los otros, y a reanudar las soluciones pacíficas de los conflictos mundiales. Oh Niño de la misericordia y de la salvación, ten piedad de los niños de Siria y de su pueblo, llévales la paz. Protege a Egipto, Líbano, Palestina, Jordania, Irak, Sudán y a nuestras patrias que tienen miedo del futuro y de su destino. Bendice a Canadá, así como a nuestra diócesis, nuestras parroquias e instituciones, y danos la gracia de la unidad y del progreso. Bendice a nuestros sacerdotes y colaboradores en el servicio pastoral y danos, al clero y laicos, una buena voluntad y un amor universal.
Os deseo seáis colmados por la alegría del nacimiento de Cristo y que el nuevo año 2013, sea un año bendecido de Dios, por la intercesión de María, Madre de Dios y Madre de nuestro Líder divino.
¡Cristo ha nacido! ¡Glorificadlo!
Traducido del francés por Raquel Anillo