El viernes día 21, cuando se cumplían 510 años de la aparición de la imagen de la Virgen del Mar en la playa de Torregarcía, el alcalde de Almería, España, Luis Rogelio Rodríguez-Comendador, hizo entrega del bastón de mando a la Virgen colocándolo a sus plantas. El acto tuvo lugar en el marco de una celebración eucarística, con abundante presencia de fieles, que llenaron el santuario.
Según informan la página web de la diócesis y la prensa local, en la celebración cantó la Coral Virgen del Mar y en el ofertorio el alcalde ofrendó la vara de mando del Ayuntamiento, que luego llevó a los pies de la Virgen del Mar tras subir al camarín. El alcalde fue acompañado por el obispo, el deán del Cabildo Catedral y el prior de la Orden de Predicadores, que custodia la iglesia de la patrona de Almería.
Antes de subir al camarín, la jefa de protocolo de la corporación municipal leyó el acta del pleno que concede la distinción a la patrona de Almería nombrándola «alcaldesa perpetua honoraria», dada la devoción que la población le profesa desde hace siglos, y hoy sigue invocándola.
Ese día 21, hacía quinientos diez años que apareció sobre las olas de la playa de Torregarcía la imagen de la Virgen, que desde entonces como Nuestra Señora la Virgen del Mar es venerada por la población de Almería y de su alfoz [término árabe que alude a lasaldeas y zonas rurales dependientes de la villa]que, transcurridos años de devoción, quiso tenerla por patrona.
Tras la celebración al comienzo de la pasada década de los quinientos años de la aparición de la imagen de Santa María, diez años después, el Ayuntamiento depositó a los pies de la patrona el bastón de mando de la corporación municipal.
“No se trata de un gesto confesional –aclaró el obispo González Montes en su homilía–, sino de la expresión pública del sentimiento mayoritario de la población, que se profesa católica y que tiene en el cristianismo la referencia de su propia historia y concepción de la vida. El pueblo de Almería ama a la Santísima Virgen porque María es la Madre de Cristo Redentor, en cuya fe todos nosotros hemos crecido y nos hemos comprendido como comunidad históricamente cristiana”.
“Hoy conviven con los católicos, muchos otros ciudadanos que no son cristianos o han dejado de serlo –explicó–, o son cristianos de otras confesiones, cristianos ortodoxos, que tanto aman a la Virgen María invocada como Theotókos (Madre de Dios), y cristianos evangélicos que se han asentado en Almería y en María contemplan la obra de la gracia. También conviven con nosotros ciudadanos que profesan otros credos religiosos, como los inmigrantes de religión musulmana, que desde una visión distinta de la historia de Cristo y de María ven en la Virgen la mano de Dios”.
Con todo, siguió el obispo, “la mayoría de la población sigue siendo amplia y mayoritariamente católica”. Por ello, dio gracias a Dios y, “con todo el respeto que debemos a las demás confesiones religiosas y a cuantas personas carecen de nuestra fe”, expresó el deseo de honrar a la Madre de Dios, con el convencimiento “de que la veneración de María no sólo ha sido y sigue siendo una nota distintiva del catolicismo español, sino por esto mismo viva expresión de nuestra identidad cristiana como pueblo”.
“¿Cómo no sobrecogerse ante la multitud que cada año, en la fiesta de la Patrona, se agolpa en las calles de la capital para ver pasar la imagen de la Virgen, para encomendarse a la bienaventurada Madre del Hijo de Dios? ¿Cómo no hacernos eco de las visitas reiteradas al santuario de la Virgen de los fieles que acuden a saludarla y a pedir su protección y amparo maternal? ¿Cómo no alegrarnos con los miles de fieles que cada año acuden a la peregrinación a su ermita de Torregarcía en una jornada de romería llena de tipismo y fervor mariano?”, se preguntó el prelado almeriense.
“Cuando contemplamos a la multitud que acude a orar ante la imagen de la Virgen, recordamos las palabras de Isabel, que al recibir el saludo de María, sintió cómo la criatura que llevaba en su vientre, con la que Dios la bendecía ya entrada en años, se llenaba del Espíritu Santo, y bendijo proféticamente a la madre del Señor: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! (Lc 1,42). Isabel reconoce en María a la que es bienaventurada por su fe, contraponiendo así la fe de la Virgen a la incredulidad de Zacarías, el esposo de Isabel, a quien el ángel anunció el nacimiento del Precursor de Jesús, Juan el Bautista, cuando ofrecía en el santuario el incienso que por turno sacerdotal le correspondía presentar al Altísimo, quedando mudo por su incredulidad”.
“La desconfianza con la que Zacarías acogió el anuncio de Gabriel se torna entera confianza en María y, una vez que se ha cumplido lo que el ángel anunció a Zacarías e Isabel “ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible” (Lc 1,36-37), María aparece en toda su grandeza ante los ancianos esposos, que se gozan con la llegada de la madre de su Señor. La incredulidad se ha transformado en Isabel en el gozo inefable de quien reconoce su humilde condición ante aquella que ha sido llamada a ser madre del Mesías, exclamando:“«¿Quién soy yo para que me visite la madre del mi Señor?” (Lc 1,43)”.
Desde aquella hora, recordó, en los albores de la era cristiana, María ha sido saludada por todas las generaciones con el entusiasmo de Isabel, la anciana que en su humildad fue agraciada por Dios con la maternidad anhelada.
“Del mismo modo –dijo–, María será contemplada como la figura y la imagen de la Iglesia por todos los que han creído en el Hijo de Dios nacido de María como el Salvador. Así la contemplamos nosotros, viendo en ella la imagen perfecta de la humanidad nupcialmente unida a Dios. La Iglesia aplica a la Virgen María cuanto se dice de la comunidad del pueblo elegido como esposa de su Dios”.
Recordó palabras de san Ambrosio, en el comentario al evangelio de Lucas, que ese día se leía en el oficio de lectura, que “engarza unos bellísimos paralelismos entre lo acontecido en Isabel y en María como consecuencia de la maternidad de ambas y la misión de sus hijos”. “La gracia que actúa en Juan, destinado a ser precursor de Jesús, llena de gracia a su madre Isabel; pero la gracia llega a Juan con el hijo de María –añadió–, porque, antes de visitar a Isabel, María ya es la llena de gracia que por obra del Espíritu Santo ha concebido a Jesús. María lleva a Jesús hasta Isabel y su presencia es sentida por Juan, llenándose Isabel del Espíritu” (cf. San Ambrosio, Exposición sobre el evangelio de san Lucas 2, 19-27: CCL 14, 39-42).
“También nosotros –afirmó monseñor Adolfo González Montes- sentimos la presencia del Señor que nos viene por María y en su presencia alentadora nos llenamos de esperanza en las dificultades, y sentimos cómo la gracia divina que nos trae Cristo nos recupera de nuestros pecados y nos salva”.
“Hoy –concluyó- como siempre acudimos a María como hijos espirituales, que esperan de ella amparo y protección. Que ella nos lleve a Cristo para que la esperanza crezca en nosotros y por su intercesión nos veamos libres de cuantos males nos aquejan. Con Isabel felicitamos hoy a María y la invocamos con los versos de Isabel y los de la Salve: ‘¡Bendita tú entre las mujeres, María! Dios te salve, Reina y madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te salve’”.