Según el foro urbano mundial de Naciones Unidas, América Latina es la zona del mundo con mayor desigualdad en el reparto de la riqueza. Apenas un 20% de la población acapara casi un 60% de la riqueza, y lo que es más triste, este mal que arrastra al continente desde hace décadas, no va a mejor, sino que empeora con los años.
María Lozano entrevista al cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa, y presidente de Caritas Internacional, para el programa “Donde Dios Llora”, en cooperación con la fundación católica Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN).
Es conocido que no tiene reparos en hablar contra la injusticia, sea donde sea, ¿le ha traído esto consecuencias?
–Cardenal R. Maradiaga: Bueno, si somos seguidores del señor Jesús, él nos ha dicho que el discípulo no puede ser más ni menos que su maestro. El nos enseñó precisamente con su vida, que decir la verdad y proclamar el evangelio trae persecuciones y por consiguiente es ocasión de podernos configurar un poquito más con la cruz del Salvador.
Ciertamente, muchas veces insultos, otras veces hasta ataques de tipo físico y también muchas veces por qué no decirlo, apoyos y también oraciones, de tal manera que yo me esfuerzo simplemente por seguir mi conciencia, por seguir la doctrina social de la iglesia y sobre todo el evangelio y trato de hacer lo mejor posible.
Usted es miembro de muchos organismos vaticanos: Congregación para el Clero, para Justicia y Paz; Comisión Pontificia de Comunicaciones Sociales, Especial para América, y es presidente de Caritas Internacional. Yo me preguntaba, ¿cuándo y dónde encuentra usted tiempo para reponer fuerzas?
–Cardenal R. Maradiaga: Bueno, Don Bosco nos decía que el salesiano descansará en el cielo y por consiguiente esperamos que por la misericordia del Señor pueda llegar a la patria. Ahora bien, es bueno que siempre reservemos tiempo sobre todo para la oración, para mí es un descanso, es un momento de reparar fuerzas sobre todo espirituales, y es un momento que yo considero importantísimo en mi vida, la oración personal, la oración comunitaria, la celebración de la Santa Eucaristía, y especialmente la Lectio Divina que alimenta muchísimo nuestro espíritu, ese es mi descanso.
No vamos a volver a los acontecimientos políticos de Honduras en 2009 porque tomaría mucho tiempo, se explicó mucho en aquella época. Usted explicó o dijo que había gente que estaba intentando implantar sistemáticamente un odio de clases en Honduras que antes no existía, ¿ha dejado huellas en este sentido esta crisis?
–Cardenal R. Maradiaga: Así es, y esto continúa todavía, hay un lenguaje que creíamos ya superado, que era el lenguaje que utilizaban los marxistas. Parece que se quería revivir esta ideología que tuvo como consecuencia tanto dolor, tanta muerte, tanto odio y esto todavía permanece. El mundo habla mucho de tolerancia, a mi no me gusta esa palabra, porque tolerancia quiere decir de mala gana lo soporto. Para mí, hay que llegar más delante de la tolerancia y es aceptación, yo te acepto como ser humano, te acepto como hijo de Dios, respeto tu pensamiento aunque no coincida con el mío. Creo que debemos dar ese paso, la tolerancia es un paso intermedio, pero tiene que ser la aceptación.
Pero, ¿se pueden aceptar cosas que no están bien?
–Cardenal R. Maradiaga: Se pueden aceptar como punto de partida para un diálogo, y yo no diría tanto aceptar cosas, aceptar las personas.
Hablando todavía de lucha de clases, porque el problema de este odio que se intenta no solo afecta a Honduras, sino a muchos otros países en Latinoamérica, ¿no es cierto que es un dilema eterno en muchos países, esa desigualdad entre ricos y pobres?, hemos dicho antes que hay una gran desigualdad en la distribución de la riqueza, en Brasil es incluso un 10% de la población el que tiene más de la mitad de la riqueza del país.
–Cardenal R. Maradiaga: Así es, yo creo y estoy convencido de esto después de 32 años de episcopado, de muchos diálogos con instituciones financieras internacionales, de haber estudiado economía por cuenta propia, porque cuando era secretario general del CELAM [Consejo Episcopal Latonoamericano] y me encomendaron un diálogo con el mundo de la economía, no encontraba interlocutores. Los economistas nos decían: “qué saben los curas de economía…” Entonces dije “esta no me la repiten”, y estudié por mi cuenta la Ciencia Económica. Después de todos estos años, yo estoy convencido que el sistema actual es un sistema injusto, que produce desigualdad y entonces el camino, y es para mí el camino nuevo que debe seguir la opción preferencial por los pobres: No quedarse en simplemente en discursos. La opción preferencial por los pobres debe enfocar hoy día los cambios necesarios en el sistema económico. ¿Quién los tiene que hacer? Los economistas claro, pero lógicamente a la Iglesia le toca anunciar los grandes principios en los cuales se debe basar la economía también, que es el bien común, y es el principio que está ausente. Porque el sistema económico actual busca el bien de unos pocos, llámense países, llámense corporaciones, llámense grupos de poder en los distintos países. Esto lo planteé hace ya bastantes años, durante la época de los noventa, en diálogos con el Banco Interamericano de Desarrollo, y recuerdo que una vez dije, “¿dónde están los premios Nobel de economía que no son capaces de buscar un sistema alternativo que produzca más igualdad?… nadie me respondió, y después en uno de los intervalos, uno de los economistas de ellos vino y me dijo: “mira, es que no les interesa buscarlo porque están muy cómodos con ese sistema… ese es el problema…”.
O sea que quizás una de las iniciativas que tendrían que fomentarse más es el estudio de la ética, la búsqueda del bien común en el estudio de las ciencias económicas y yo pienso que también quizás políticas…
–Cardenal R. Maradiaga: Exactamente, y el papel de la jerarquía eclesiástica es volver atraer ese tema a la mesa de discusión, no se puede pensar simplemente con los criterios financieros, con los criterios monetarios, ni solamente políticos, tiene que entrar el tema ético sobre todo que es el gran ausente. La crisis económica mundial no vino porque estalló la burbuja de las instituciones inmobiliarias, la crisis vino porque había estallado antes la crisis moral, porque se buscaban solamente ganancias sin importar quiénes iban a ser los perdedores.
La Iglesia habla ya hace mucho tiempo de la opción por los pobres y la justicia social, pero, ¿cómo la ponen en práctica?
–Cardenal R. Maradiaga: Bueno, quiero decirle que, desde el principio, y hablando de América Latina, quiénes hicieron las primeras escuelas, quiénes hicieron las primeras universidades, quiénes hicieron los primeros hospitales… fueron sacerdotes misioneros. Ahí tenemos al santo hermano Pedro de Betancourt, en Guatemala, que llegó como un laico de las Islas Canarias a ayudar a los que morían en las calles, y así empezó una orden hospitalaria. Toda la historia de la Iglesia está cuajada de esto, usted no va a encontrar una sola congregación religiosa del inicio de la evangelización que no haya tenido como objetivo principal los pobres. Y luego, ya en los tiempos modernos, después del Vaticano II la aplicación del concilio tuvo precisamente un gran impulso con las palabras del beato Juan XXIII, que dijo: “la Iglesia tiene que ser la iglesia de los pobres”. La conferencia de Medellín empieza enfatizando la opción preferencial por los pobres, que ha seguido a través de Puebla, de Santo Domingo, y luego de Aparecida. Para mí, hay que dar un paso más…
¿Cuál sería este paso?
–Cardenal R. Maradiaga: El paso es motivar los cambios del sistema económico mundia
l. No podrá haber opción por los pobres si no cambia el sistema; es más, si no cambia el comercio mundial, y yo pienso que allí es un punto neurálgico, la Organización Mundial de Comercio lo único que hace es dar rondas, rondas que no llevan a ninguna parte, parecen círculos viciosos, primero fue la ronda de Uruguay, ahora es la ronda de Doha, pero siguen patinando…
¿A qué obedece ese círculo?
–Cardenal R. Maradiaga: Al proteccionismo del comercio para unos pocos países…
…que dominan y hacen que todo gire como una órbita en torno a ellos…
–Cardenal R. Maradiaga: …así es…nosotros por ejemplo no podemos exportar como queremos nuestro banano que fue una de las producciones más grandes, actualmente ya no lo es, no podemos exportar debidamente el café porque todo se decide en Londres… ¿por qué?… ¿por qué?…esto es una parte de las injusticias…
¿Y qué podría cortar este círculo?…
–Cardenal R. Maradiaga: …se habla del libre comercio, pero el comercio no es libre. Con proteccionismos y con subsidios no podemos hablar de libre comercio, pero es que el sistema está diseñado así, para proteger a unos cuantos países… mire, todos los economistas y los políticos me pueden decir: “Pero así es el mundo”. Claro, si quieren que sigamos así, va a continuar la desigualdad, va a continuar la pobreza, y van a continuar las inmigraciones motivadas, no solo por motivos políticos sino también por motivos sociales, por la pobreza.
¿Y no es cierto también que teniendo una población pobre, se la tiene también bajo control, porque el que es pobre no puede muchas veces hacer otra cosa que lo que está haciendo?
–Cardenal R. Maradiaga: Claro, y aquí tenemos otra de las causas, por lo menos en América Latina, una de las causas graves de la pobreza es la falta de familia. La gran cantidad de hijos de madres solteras que pueblan nuestros países y lo cual perpetúa la pobreza, cuando hay hogar constituido y hay un padre responsable, él procura dar educación a sus hijos y ahí viene la segunda causa, falta de familia y falta de educación. La educación pública lamentablemente está en una situación de postración, yo le digo, en mi país a veces en las escuelas no hay ni 200 días de clases al año, por huelgas…
¿Son huelgas de profesores?
–Cardenal R. Maradiaga: Sí, porque los gremios de los maestros a veces tienen razón, si no les pagan puntualmente cómo van a vivir. Pero a veces también porque se han convertido en grupos ideológicos que quieren defender sistemas y se vuelve un círculo vicioso. Si no tenemos educación de calidad no podemos salir de la pobreza. Qué puede hacer en el mundo globalizado un chico que solo hizo cinco grados de la primaria.
A los católicos muchas veces cuando hablamos de la pobreza se nos dice: “sí, pero mira al Vaticano, mira a los obispos, mira los cardenales”. ¿Qué nos aconsejaría responder en estos casos?
–Cardenal R. Maradiaga: Simplemente vean las realidades, comparen el presupuesto por ejemplo del Vaticano, que está publicado. Cuando lo ve cualquier corporación de este mundo dice: “es mínimo, no es nada”. La riqueza que hay en el Vaticano es una riqueza de obras de arte. ¿Quién en este siglo podría tener los recursos necesarios para edificar la basílica de San Pedro? Nadie… Pero eso está conservado ahí como un patrimonio artístico, cultural de la humanidad, y sería equivocado pensar que vender las obras de arte es la solución. ¿Vendérselas a quién?
A mí me pueden ustedes, si quieren, investigar, yo he hecho un voto de pobreza en la congregación salesiana desde hace 50 años y lo vivo. Yo tengo las cosas que ha dado la gente que no son mías sino que son de la diócesis y el día que el Señor me llame, pues quedarán allí para los sucesores.
Otra cosa que tiene que ver mucho con la pobreza es la corrupción. Este fenómeno, creo que estas son palabras también suyas, es un cáncer que corroe hoy en día muchos países. ¿Este “cáncer” es un mal antiguo o un mal nuevo?
–Cardenal R. Maradiaga: Yo diría que es muy antiguo, y es casi un sistema diseñado para enriquecer ilícitamente a algunos políticos que llegan a los gobiernos y después quieren pasar el resto de sus días sin trabajar. Yo participé en un Concejo Nacional Anticorrupción. Fue una idea muy bonita del Banco Mundial, para decir: bueno, vamos a seguir apoyando a los países, pero ustedes luchen contra la corrupción. En muchos países existe hoy en día una fiscalía contra la corrupción, tratan de perseguir el enriquecimiento ilícito, pero entonces se topa con el problema político. Cuando un político ha sido corrupto y se ha enriquecido ilegalmente…
…tiene que defenderse…
–Cardenal R. Maradiaga: Exacto y ¿cómo se defiende?… se defiende a través de la corrupción. Entre nosotros a veces se dice que la justicia es como una serpiente que muerde solamente al que está descalzo, al que tiene botas no le pasa nada y esto tiene un significado muy grande. Qué triste que todavía haya una gran impunidad en nuestros países por la debilidad de la justicia. Yo opino, que deben seguirse fortaleciendo todas las instituciones de justicia. Hay otro ingrediente que es letal y se llama la droga. Hoy día la droga, el narco-negocio, no solo el tráfico, el narco-negocio ha invadido nuestro continente, usted puede ver por ejemplo en México que es una auténtica guerra civil entre los cárteles de la droga, el ejército y el gobierno porque se adueñan del territorio, y las matanzas que existen es porque un determinado cártel tenía delimitado un territorio y cuando hay otros que quieren invadirlo, tienen que morir, y estamos sufriendo esto, porque la droga tiene tanto, tanto poder, que es capaz de comprar jueces, de comprar operadores de justicia. A mi juicio, la única manera de detener este comercio inmoral, este comercio criminal, porque termina vidas humanas, es confiscando los bienes de los narcos y quitándoles sus riquezas ilícitas, porque sin dinero no pueden comprar a nadie.
¿Qué podría hacer una persona cualquiera? porque a veces uno piensa, corrupción, narcotráfico, yo aquí, me siento… ¿qué puedo hacer por luchar por esa justicia y por luchar contra la desigualdad y contra la corrupción…
–Cardenal R. Maradiaga: Sí, sí se puede hacer. A través del propio voto. La fuerza que tiene el pueblo en la democracia es el voto; y entonces, si los corruptos saben que el pueblo toma conciencia y que no va a votar por un corrupto, ahí empieza el cambio. El arma del ciudadano es el voto y hay que darlo a conciencia. Esto falta en nuestros países; en mi país por ejemplo hay gente que vota porque su padre fue de ese partido, porque su abuelo también, y entonces tiene que ser leal al partido y no leal a su conciencia. Son consecuencias también de esta educación deficiente que hay en valores también políticos.
Muchas veces ha hablado usted de esperanza. La esperanza de un mundo solidario y justo. ¿De dónde sacar la esperanza cuando se conoce tanta pena, tanta injusticia, además usted como presidente de Caritas ha vivido muchas de estas desigualdades, pobreza…
–Cardenal R. Maradiaga: Yo digo, si nosotros somos cristianos, nuestro ejemplo es el de Jesús, y el señor Jesús tuvo que luchar contra toda esperanza, san Pablo lo dice claramente…“contra toda esperanza luchar…”, y de ahí sacamos la fuerza, sabemos que Dios quiere un cielo y una tierra nueva, y esto no lo va a hacer por un toque de una varita mágica, esto lo hará a través de cada uno de nosotros los cristianos, cuando vamos construyendo ese reino ya desde aquí, desde esta vida. Por consiguiente, la comunidad como tal es el elemento básico de nuestra fe para vivir la esperanza. Me encantó la primera encíclica de Benedicto XVI, pero la
segunda es la guinda del pastel, porque verdaderamente Spe Salvi es toda una fuerza que especialmente en América Latina nos da el magisterio de Benedicto para llevarla adelante.
La entrevista fue conducida por María Lozano para el programa semanal de radio y televisión Donde Dios Llora, realizado en cooperación con Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN).
Más información: info@DondeDiosLlora.org; www.acn-intl.org