En el magnífico escenario de la Capilla Sixtina, Benedicto XVI bautizó hoy a veinte niños, en coincidencia con la fiesta del bautismo de Jesús, en una ceremonia perfumada por el incienso, amenizada por las armonías de la música sacra entonada por el coro de esta capilla, y en la que no faltaban algunos llantos de los niños.
El papa en su homilía recordó que vivimos “en una sociedad que muchas veces considera afuera de la moda y del tiempo a quienes viven la fe en Jesús”. Y advirtió el riesgo de entender la relación con Jesús como algo que limita propia realización personal.
Quien tiene esta visión, precisó “demuestra que no ha entendido nada sobre la relación con Dios”, porque a medida que se procede en el camino de la fe, Jesús nos hace salir de nuestro egoísmo para “conducirnos a una vida llena en comunión con Dios abierta a los otros”.
Poco antes de iniciar el rito del bautismo, el santo padre interrogó a los papás allí presentes y visiblemente emocionados: “Queridos hermanos y hermanas, ¿qué es lo que sucede con el bautismo que hoy administraré a vuestros hijos?”
“Sucederá nada menos que esto: serán unidos de manera profunda y para siempre con Jesús, sumergidos en el misterio de esta su potencia, de este su poder, o sea en el misterio de su muerte que es fuente de vida, para participar a su resurrección y para renacer a una vida nueva”.
El papa –que con paramentos blancos celebró la misa junto al obispo Giuseppe Saccia, vicesecretario del Gobierno de la Ciudad del Vaticano y monseñor Guido Pozzo limosnero de su santidad- añadió: “También para vuestros hijos el cielo se ha abierto, y Dios dice: estos son mis hijos, los hijos de mi complacencia”.
Y, a los padrinos y madrinas de los niños, el santo padre les confió “la importante tarea de sostener y ayudar la obra educativa de los progenitores, poniéndose a su lado en la transmisión de la verdad de la fe y en el testimonio de los valores el evangelio”. Esto, precisó el papa, “para hacer crecer a estos niños en una amistad cada vez más profunda con el Señor”.
El santo padre interrogó a los papás sobre el nombre que le daban y lo qué pedían a la Iglesia –recordándoles el empeño que asumen de educarlos en la fe–, después de que dibujó el signo de la cruz en la frente de los niños.
Siguieron la oración de exorcismo y unción prebautismal, la renuncia de los padres y padrinos y madrinas al pecado y a Satanás; la profesión de fe con las respuestas al Credo, y el bautismo impartido por Benedicto XVI a los niños, que eran acercados por su padre o madre, a la fuente bautismal. Seguido por la unción con el crisma bendecido durante la ceremonia, y la entrega de la vestidura blanca y de la vela que los papás encendían en el cirio pascual.
Además del impresionante fresco del Juicio Final de Miguel Angel, en esta ocasión, las cámaras del Centro Televisivo Vaticano que transmitieron el evento a diversas partes del mundo, se detuvieron diversas veces en el cándido fresco sobre el Bautismo de Jesús en el Jordán, pintado por El Perugino.