“Ver en todo peregrino o visitante el de un hermano que Dios pone sobre vuestro camino”. Estas palabras que serían impensables por parte de un jefe de Estado al cuerpo de policía de su país, dichas por Benedicto XVI y dirigidas al Cuerpo de Gendarmería del Vaticano, que cumple también el rol de policía local, son iluminadoras.
Y quien frecuenta el Vaticano sabe que este cuerpo es bien rígido y disciplinado, una policía como desearían tener tantos países y jefes de Estado. Benedicto XVI consideró el trabajo de los gendarmes del Vaticano como una función delicada, útil y con grandes calidades humanas.
Estas y otras recomendaciones fueron hechas por el papa el jueves pasado, al recibir al Cuerpo de la gendarmería y los bomberos del estado de la Ciudad de Vaticano.
Según comunicó la sala de prensa del Vaticano, el papa deseaba manifestarles su aliento y gratitud, después del caso de fuga de documentos reservados Vatileaks, en el que los gendarmes desempeñaron un rol de primer plano.
El cardenal Giuseppe Bertello, presidente del Gobierno; el secretario Giuseppe Sciacca y el cardenal Secretario de estado Tarcisio Bertone estaban presentes, así como los capellanes de los gendarmes, los padres Gioele Schiavella y Sergio Pellini.
El papa rindió homenaje al servicio cotidiano que los gendarmes realizan al sucesor de Pedro, “ofreciendo, con una disponibilidad loable, su acción preciosa, día y noche, en el estado de la Ciudad de Vaticano”.
Expresó con intensidad su estima y su profundo reconocimiento por el generoso trabajo cumplido con discreción, competencia y eficacia, y no sin sacrificio”.
Benedicto XVI, que encuentra diariamente a los gendarmes, en la ciudad del Vaticano, saludó su profesionalidad, que garantiza la vigilancia del papa y el orden para todos los que residen en el Estado de la Ciudad del Vaticano, o que participan allí en los encuentros, incluidas las grandes obras de arte de los Museos Vaticanos.
El papa invitó al cuerpo de la gendarmería a “acoger con cortesía y amabilidad a los peregrinos y visitantes del Vaticano, que vienen de Roma, desde Italia y desde todos los rincones del mundo y a “ver en todo peregrino o visitante el rostro de un hermano que Dios pone sobre vuestro camino”, y les pidió acoger y ayudar este hermano de la gran familia humana con amabilidad.
El papa deseó que su “la presencia en el corazón de la cristiandad sea una invitación a intensificar la dimensión espiritual de la vida y a profundizar su fe cristiana dando testimonio valiente de una una vida coherente”.
Les invitó, siguiendo el ejemplo de la Virgen María, a mirar con atención y a guardar en el corazón, las grandes cosas que Dios cumple cada día en la historia. Esta actitud, añadió el papa, “les ayudará a ver en la vida cotidiana la intervención constante de la divina Providencia, que guía todo con sensatez y amor”.
Benedicto XVI al concluir les aseguró sus oraciones los encomendó al amparo de sus santos patrones: el arcángel san Miguel y santa Bárbara. Después de lo cual les confirió su bendición apostólica.
Adaptado del original francés por H. Sergio Mora