En poco más de dos meses de existencia, la sección “Santos y beatos: epopeyas de amor. Ejemplo del día” parece haber ido calando en los lectores y quizá para un gran número de ellos se haya convertido ya en una especie de columna de lectura cotidiana. Los testimonios que han ido haciendo llegar a su autora a través de la vía que Zenit pone a su disposición así lo prueban. Sea esta una oportunidad para agradecer el ramillete de emociones que cada uno ha deseado compartir poniendo de relieve, una vez más, la actualidad de la vida santa y la bondad de su lectura. Se podrá o no acertar en la expresión o en el enfoque de los hechos –no es fácil satisfacer las expectativas del gran número de lectores que se asoman a esta ventana al mundo que ofrece Zenit–, pero estos matices no podrán ensombrecer en manera alguna la trayectoria ejemplar, edificante de estos heraldos del Evangelio, hombres y mujeres de todos los tiempos que continúan alumbrando al mundo con admirables testimonios. Y de eso se trata.
A este mundo globalizado, que demanda la constatación empírica de los hechos, y le urge su propio tiempo, que anda imbuido en preocupaciones y quehaceres sin dejar espacio en numerosas ocasiones para establecer un diálogo con Dios, la manifestación concreta del impacto que a muchas personas causa la lectura de la vida de un determinado santo o beato no debería resultarle indiferente. Entre otras cosas, viene a corroborar algo conocido, pero de lo que no siempre se habla: que el hedonismo no es la óptica primordial del devenir del momento presente, y que ciertas expresiones no pueden considerarse únicamente fruto de una afición o tendencia hacia un género histórico o literario; es decir que aunque suscite emoción, hay algo más profundo.
Cuando se ponen al descubierto con entera libertad impresiones referidas a la lectura de la vida santa de la que se va dando cuenta en este santoral de ZENIT, como se ha hecho, hay que pensar en la bondad fehacientemente constatada durante siglos de la hagiografía. Esos entrañables testimonios, algunos abrumadores por su delicadeza en la forma de expresar lo que significa para ellos el trabajo de la autora, alientan a seguir avanzando en esta línea a la que auguran bendiciones: “He visto muchos días la vida de los santos. Felicitaciones, creo que ello producirá un gran bien”; “Esa santa semilla que tan admirablemente vas sembrando produce y producirá, sin duda alguna, excelentes frutos”; “¡Que bonito escribiste en Zenit! Santas Gertrudis, Matilde etc. Me gustó mucho y disfruté leyendo. Gracias”; “Leo siempre los santos en Zenit y me gusta mucho el estilo y la forma en que lo expresas, pero casi siempre desconocidos. Hoy me gustó san Francisco Javier, bien bonito; te felicito y deseo que muchos lo lean y se edifiquen…”; “¡Enhorabuena y mil gracias, querida Isabel! Me envían la actualidad de Zenit, pero no siempre la leo detenidamente. ¡Te seguiré!”; “Felicidades por tu trabajo en Zenit. ¡¡Es fantástico!!”; “Acabo de leer tu escrito sobre el beato don Manuel González y te felicito”; “Ya he leído algunas páginas de Zenit, con tu firma. Muy bien. Te felicito de corazón”; “Precioso artículo, queridísima Isabel. Que Dios te siga bendiciendo por tanto bien como derramas a tu alrededor”. “Enhorabuena por tus magníficos artículos de Zenit”, etc.
Indudablemente, y esto tampoco es nuevo, siempre hay alguna vida en particular que llega a lo más hondo. También han ido llegando mensajes de esa naturaleza, como estos: “Beata Regina Protmann: ¡especialmente bello y edificante!”. O este último, bien reciente, que alude a santa Josefa María de santa Inés, publicada el pasado 21 de enero: “No sé si es por estar trabajando con algunos ancianos y otras personas de muy bajos recursos; o por mi edad por los de los cambios bioquímicos en el cerebro (50 años); o porque me sentí tocado por lo poco que acabo de leer en línea de este testimonio del amor de Dios para con sus más pequeños. Lo cierto es que después de haber leído generalmente en línea sobre la vida de otros sant@s y beat@s esta historia me ha tocado, sobre todo el hecho de ser una niña huérfana, maltratada, ignorante en cuanto al mundo pero tocada por la gracia en lo espiritual, sobre todo ese venero oculto al cantar los salmos que luego reveló. Quisiera saber más sobre la vida de Santa Josefa María de Santa Inés, en lo posible”.
Aún estamos casi en el preámbulo de esta tarea de seguir ofreciendo el imponente testimonio de estos gigantes del amor a Dios y al prójimo. Es de suponer que esta breve muestra de parabienes y comentarios que se ha incluido aquí incrementarán el deseo de continuar asomándose a las páginas de ZENIT que pone al alcance de todos expresiones concretas y palpables de la heroicidad, que salen a nuestro encuentro y nos interpelan no solo desde épocas pasadas, sino de las más recientes. Muchas gracias a todos.