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Siria, ¿qué sucede, cuál es la situación? ZENIT lo preguntó a monseñor Silvano Tomasi, Observador Permanente del Vaticano ante las Naciones Unidas. En la primera parte de la entrevista indicó la existencia de una nueva tipología de conflictos, con situaciones de guerra civil promovida por una galaxia de grupos opositores al gobierno que instrumentalizan la religión para obtener recursos y el poder. (link de la primera parte de la entrevista)
Aquí el observador del Vaticano ante la ONU indica que en el país medioriental ya existe una intervención externa, y que otra acción armada por parte de occidente no aseguraría la paz. El primer objetivo por lo tanto, es detener la violencia y llevar a todos cuanto antes a una negociación. Objetivo no fácil visto que muchos de los grupos armados no aceptan sentarse con otros en la misma mesa.
Excelencia, ¿en Siria cuál es la situación?
— Mons. Tomasi. Siria desde hace dos años está en un ciclón de violencia, de un conflicto interno. Corre el riesgo de terminar siendo un Estado que ha fracasado. Es necesario absolutamente evitar esta situación y sobretodo hacer que la evolución política lleve lo más rápido posible a detener la violencia y a suspender los combates. Urge encontrar una armisticio o una tregua, de manera que junto con todas las fuerzas involucradas se pueda negociar un nuevo consenso en Siria y se abra una vía hacia la esperanza y la reconstrucción.
¿Por qué subraya ‘la presencia de todas las fuerzas involucradas’?
— Mons. Tomasi. Porque si no participan todas las fuerzas sociales al diálogo, la proyección de un futuro no es objetiva. Existen elementos fanáticos y fundamentalistas, y rigideces que no permiten las condiciones suficientes para un diálogo que haga salir al país de la violencia, de la muerte de decenas de miles de personas y de la continua destrucción de casas y de infraestructuras. De hecho, cuanto más de atrasa un acuerdo, más toman fuerza los pequeños grupos violentos que crearán ulteriores dificultades y volverán la convivencia más difícil.
¿Grupos armados que no aceptan la participación en los negociados de otras minorías ?
— Mons. Tomasi. Querer ser interlocultor solamente con los grupos que uno acepta, sin admitir todas las fuerzas que componen el país, significa no comenzar nunca a negociar, y esta es una preocupación inmediata.
Una segunda preocupación es que la comunidad internacional exija garantías para que las minorías, todas las que componen este país -que está compuesto por minorías: cristianos, alawitas, sciitas, drusos, curdos- tengan una voz activa y real en el diálogo y en la gestión futura del Estado. Y que la ciudadanía sea la base de la vida civil.
Y tercera, en modo particular una atención que se centre en las minorías cristianas, porque muchos las perciben como aleadas del régimen al poder. Este es un hecho que preocupa, porque hasta ahora si bien no en perfecta libertad, todas las minorías cristianas y no cristianas podían vivir de manera decente. En cambio en este momento se vuelven objetivo de algunos grupos que tienden a eliminar a los cristianos, usando también la excusa de que eran aleados del gobierno presente.
¿Por lo tanto los cristianos como blanco de los fundamentalistas?
— Mons. Tomasi. La realidad es que toda la población de Siria vivía y vive con el Gobierno que existe. Y por lo tanto no podía hacerlo de otra manera. Tenemos que ser muy prudentes y cautos cuando juzgamos y ponemos condiciones para los eventuales negociados. Entretanto el primer paso consiste en detener la violencia para poder entrar en negociados.
¿Intervenciones externas podrían ayudar a resolver la situación?
— Mons. Tomasi. Según voces serias que vienen desde Siria, testimonios directos, ya hay allí fuerzas externas que complican el conflicto, y no lo dice solamente el Gobierno, sino observadores internacionales. La población nativa de Siria no está convencida de que estos grupos rebeldes traigan algo mejor. La solución tiene que venir de la misma población siria, sin dar a los pequeños grupos violentos la posibilidad de dominar, facilitando una rápida salida de la crisis actual a través de un proceso político y una respuesta seria a las necesidades reales de la población, que hasta ahora no tiene relaciones con los fundamentalistas.
¿Quién manda entre estos grupos?
— Mons. Tomasi. Se han multiplicado los grupos de oposición, son talmente tantos y tan diversos entre si, que se corre el riesgo de crear una fuerte confusión y sin un objetivo preciso. Sería un gran error tener un gobierno o una coalición nueva que no sea suficientemente universal como para abrazar los intereses básicos de todos los grupos que componen esta nación de Medio Oriente.
¿Y si hablamos de una intervención tipo la de los Cascos Azules?
— Mons. Tomasi. Hemos visto que el resultado de la primera intervención externa no solicitada por Siria ha traído un recrudecer del conflicto. Si hay otra intervención organizada por parte de los países occidentales ¿qué consecuencias traerá? La incerteza es muy grande. La experiencia de Iraq y Afganistán, demuestra que no se obtuvo ni la paz ni grandes mejoras, pues según parece la violencia sigue.
¿Y entonces?
— Mons. Tomasi. Hay que entender que la guerra y la violencia no resuelven los problemas, por el contrario los acentúan, los vuelven más drásticos y más dañosos. Hay que escuchar la sabiduría de la Iglesia que sigue diciendo siempre, a través de los diversos papas y ahora con Benedicto XVI: la guerra es la vía de no retorno, la vía que destruye, que se sabe cuando inicia pero no cuando termina ni ha que punto lleva la destrucción.
De otra parte la población tiene el derecho fundamental de vivir serenamente, un derecho que permite mejorar la calidad de la vida, porque la economía florece en tiempo de paz y no durante la guerra.
El derecho a la paz y los beneficios de la paz se vuelven una exigencia más clara que nunca delante del panorama que observamos en el mundo de hoy. Delante de los varios focos de conflicto y de incertidumbres políticas es necesario encontrar soluciones que protejan la dignidad de las personas y de los pueblos, según el plan de Dios.