El evangelio de las Bodas de Caná (Jo 2,1-11) trae nítidamente el ejemplo de la relación de amor entre hijo y madre, y viceversa, porque la Madre intercede por sus hijos junto a su Hijo que la escucha.
María al hablar con Jesús y comunicarle que falta vino en la fiesta de bodas, muestra en realidad su atención hacia las carencias de los hombres.
Ella fue la primera discípula y la más perfecta, abriendo el camino a todos aquellos que desean seguir a Jesús. La primera maestra de los discípulos… aquella que intercede por las necesidades de los hombres (1), enseñando la esperanza, la caridad y la confianza en Dios. Y movida por la compasión lleva a Jesús a revelarse y a dar inicio a sus milagros, para que todos conozcan al Mesías, el Hijo amado de Dios, y glorifiquen al Padre.
Todo sucedió porque ese día faltó vino, en esa fiesta, del mismo modo que está faltando amor en la vida y en las relaciones, en los hogares, en las cunas, en las gestaciones, entre los cónyuges. Ese sentimiento que hoy resulta tan banalizado, es la esencia del ser humano que fue generado por Aquel que es amor.
Todos necesitamos recibir amor, entretanto los niños necesitan que se les declarade este amor incondicional, esta dedicación sin igual, este sentimiento que acoge, para que crezcan y sean ejemplo y señal de humanidad, de solidaridad y de esperanza en el mundo.
Faltó vino en la fiesta, así como está faltando la presencia de los padres en la vida de los hijos y el respeto de los hijos hacia los padres.
Es necesario revalorizar la paternidad y maternidad responsable, que son compromisos sociales y cristianos de los padres con la sociedad ¡y principalmente con Dios!
Faltó vino en la fiesta así como falta la paciencia en la educación y la perseverancia en la práctica de las virtudes. Los hijos son el reflejo del comportamiento de los padres: se volvieron agresivos o pacíficos, bondadosos o indiferentes, de acuerdo a las vivencias que tienen cada día.
Faltó vino en la fiesta, así como falta la orientación de los padres para que sus hijos caminen junto con ellos de la mano de Jesús, dando ejemplo de fe y siendo espejos que reflejen los pasos que han que seguir.
En la familia, como en una iglesia doméstica, los padres deben, con la palabra y el ejemplo, ser para los hijos los primeros heraldos de la fe y favorecer la vocación propia de cada uno, especialmente la vocación sagrada.
Falto vino en la fiesta, así como falta en el mundo la fe en Jesucristo, entretanto en Caná, María aparece como quien cree en Jesús: su fe provoca el primer milagro, que contribuye a suscitar la fe de los discípulos. María es la discípula que nos lleva hasta Jesús y nos enseña a obedecerle, despertando la fe en los corazones.
¿Está faltando vino en nuestra casa? Es necesario ser como María, tener a Jesús a su lado y la confianza en que solamente Él puede transformar el agua (signo de humanidad) en vino (signo de una vida envuelta en la divinidad).
Los papás y los catequistas necesitan ser ejemplos y enseñar a los niños a realizar también su parte, llenando de agua las vasijas de la vida, ejercitando las virtudes y practicando actitudes cristianas, creyendo que Dios las acepta y las transforma en vino nuevo, o sea en amor, sentimiento que vuelve el mundo más humano, más justo y más fraterno.
Traducido del portugués por H. Sergio Mora
Rachel Lemos Abdalla es fundadora y presidenta de la Asociación católica Pequeñitos del Señor y coordinadora de la catequesis de las familias de la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores en Campinas, San Pablo, Brasil.