Argentina: 88 años de Evangelio a tiempo completo

La vida plena de la hermana Juliana, de la Congregación del Niño Jesús

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Ofrecemos el testimonio de una vida entregada a la caridad con los más desfavorecidos, un perfil que nos envía el padre Christian Viña, de la Diócesis de La Plata, Argentina, objeto el mismo del celo apostólico de la religiosa que lo llevó primero a la conversión y luego al sacerdocio.

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La querida y admirada hermana Juliana, de la Congregación del Niño Jesús, acaba de cumplir, en medio de sus cerca de 18 horas diarias de intenso apostolado, 88 años. El hecho pasó prácticamente inadvertido, no solo porque ella es enemiga de fiestas y agasajos, sino también porque sucedió en medio del trágico temporal de La Plata y Buenos Aires.

Su sencillez y modestia nada tiene que ver con una pose, ni con calculadas especulaciones mundanas. Llena de Cristo Resucitado sabe, perfectamente, que está en el atardecer de su vida; y que su Esposo amado vendrá a buscarla en cualquier momento.

Muy lejos está, de cualquier modo, de disminuir sus actividades, y de reclamar descanso… ¡Sabe que tendrá toda la eternidad para descansar, en el abrazo amoroso de la Trinidad…!.

Es, desde hace más de treinta años, la gran conductora espiritual y material de un hogar para ancianos de la calle, de la zona de Once y Congreso, hoy ubicado en Moreno 2472, de la Capital Federal; y que fue fundado, en 1982, por el sacerdote jesuita Luis Kukovica, en la iglesia Regina Martyrum.

Igualmente, desde 1971, lleva adelante un comedor para empleadas domésticas, trabajadores ocasionales, y jubilados que cobran los haberes mínimos, en Hipólito Yrigoyen 2401.

La conozco desde 1990, en que recién llegado de Rosario, me instalé en el altillo de un hotel familiar de Congreso.

Eran tiempos en los que estaba bastante lejos de la Iglesia. Ella, de cualquier modo, con su testimonio alegre y ferviente, contribuyó notablemente con mi conversión.

Por entonces, ella era para mí una simpática nota periodística. Con el paso de los años, y especialmente en mi camino al sacerdocio, pasó a ser un referente insustituible de lo que Cristo hace en un alma consagrada sin tibiezas.

Jamás le gustó la fama; y menos aún que fuera yo mismo quien intentara hacerla famosa. Lejos de los aplausos, su único halago son las ollas humeantes; que con admirable empeño y sacrificio, busca llenar cada día, para los pobres más pobres.

En uno de mis libros, le dediqué un capítulo de homenaje: Sembrando el Evangelio entre el guiso y la soledad. No le gustó nada que hablase de ella. Escriba sobre los pobres –me replicó- la hermana Juliana es una figurita repetida…

Por sus queridos pobres –como le dije ayer, se lo repito, querida hermana- escribí aquellas y hoy escribo estas líneas.

Sé que su mayor anhelo no son los halagos ni la popularidad; sino prepararse, debidamente, en esta recta final hacia el Cielo…

Tómelo como un aporte al reconocimiento de sus excluidos y abandonados. Y en una sociedad neopagana, en que ser religioso, sacerdote y consagrado es motivo las más de las veces de toda suerte de ironías y desprecio, recíbalo como un aporte a la Nueva Evangelización de estas tierras.

Necesitamos muchas hermanas Julianas, y que sus obras se difundan por todos los medios. En definitiva, usted puede hacer lo que hace porque el único protagonista de su vida es Cristo. Y por Él bien valen todos los sacrificios, incomodidades e incomprensiones…

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Cristian Viña

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