El santo padre Francisco acudió a una nueva cita con los fieles y peregrinos llegados hasta la plaza de san Pedro para la Audiencia general, con quienes reflexionó acerca de la verdad de fe recitada en el Credo, que habla de la segunda venida de Cristo.
También hizo un llamado para que sean liberados los arzobispos metropolitas greco-ortodoxo y siro-ortodoxo, que habían pasado algunas horas como rehenes en Aleppo, Siria. Sin embargo, durante la tarde hubo noticias sobre su liberación luego no confirmadas (ver: http://www.zenit.org/es/articles/siria-la-liberacion-de-los-dos-obispos-ortodoxos-entre-deseo-y-realidad).
Durante su enseñanza semanal, Francisco advirtió que a menudo, se olvida “la fe en el regreso de Cristo y el juicio final, (porque) a veces no es tan clara y fuerte en los corazones de los cristianos”.
Para sentar bases en este creencia, el papa recordó que con la Ascensión, “el Hijo de Dios ha llevado ante el Padre nuestra humanidad asumida por él, y quiere atraer a todos hacia sí”.
Sin embargo --continuó, este es el "tiempo inmediato", es decir aquel “entre la primera venida de Cristo y la última, que es precisamente el momento que estamos viviendo”.
Esperar a Dios
A fin de comprender aún mejor el misterio, el santo padre se refirió a tres parábolas con las que el mismo Jesús quiso explicar su segunda venida y el llamado Juicio final.
En relación a la parábola de las diez vírgenes (cf. Mt. 25,1-13), explicó que “el Esposo es el Señor, y el tiempo de espera de su llegada es el momento que Él nos da, a todos nosotros, con misericordia y paciencia, antes de su venida final”.
Advirtió por ello, que este es un tiempo para vigilar: “un tiempo en que debemos tener encendidas las lámparas de la fe, la esperanza y la caridad”. Porque es tarea del cristiano “tener abierto el corazón al bien, a la belleza y a la verdad; tiempo de vivir de acuerdo a Dios, porque no sabemos ni el día ni la hora del regreso de Cristo”, dijo.
Lo que se pide de nosotros –continuó el papa--, “es estar preparados para un encuentro bello con Jesús, (para lo que debemos) mantener viva nuestra fe con la oración, los sacramentos (y) no caer dormidos”.
“La vida de los cristianos dormidos es una vida triste, no es una vida feliz”, alertó.
Dar lo mejor de sí
Para explicar este tiempo de espera, Francisco se refirió a la “Parábola de los talentos”, con la que quiso reflexionar sobre “la relación entre la forma en que usamos los dones recibidos de Dios y su retorno, de los cuales se nos preguntará cómo los hemos utilizado (cf. Mt. 25,14-30)”.
En referencia a esta enseñanza de Jesús, el Catequista universal advirtió que un cristiano que se cierra en sí mismo… “¡no es cristiano!”. Esto en referencia a que, si un cristiano no da de sí y no agradece a Dios por todo lo que le ha dado, no es digno de llamarse como tal.
Por otro lado, hizo ver que “la espera de la venida del Señor es la hora de la acción, un tiempo para sacar fruto de los dones de Dios, no para nosotros mismos, sino para Él, para la Iglesia, para los otros…”
Es un momento especial para “abrirse, ser solidarios, estar atento con el otro”, exhortó.
Dado que en la plaza habían muchos jóvenes, volvió a dialogar con ellos, desafiándolos con preguntas como “¿Han pensado en cómo pueden poner al servicio de los demás (los talentos)...? ¡No (los) entierren!”.
Animó a la juventud con frases muy motivadoras: “¡Tengan un alma grande!” “¡No tengan miedo de soñar cosas grandes!”.
Juzgados en el amor
Seguido a esta reflexión, el santo padre se detuvo sobre el pasaje del juicio final, “que describe la segunda venida del Señor, cuando Él juzgará a todos los hombres, vivos y muertos” (cf. Mt. 25,31-46).
Recordó que en el pasaje evangélico, Jesús mismo adelantó que en tal juicio, se sentarán a la derecha “los que han actuado de acuerdo a la voluntad de Dios, socorriendo a quien estaba hambriento, sediento, al extranjero, al desnudo, al enfermo, a quien estaba en prisión”.
Luego quizo Francisco subrayar que había utilizado la palabra "extranjero" para preguntarse, ¿qué se hace en Roma por todos ellos?
Continuó explicando que lo narrado por Jesús habla de que a la izquierda “van los que no han socorrido al prójimo”.
Ante esto, el santo padre fue claro en señalar que “seremos juzgados por Dios en la caridad, en la forma en que amábamos a los hermanos, especialmente a los más vulnerables y necesitados”.
Y si bien, “somos justificados, somos salvados por la gracia, por un acto libre de amor de Dios, que siempre nos precede”, para que esta dé fruto “la gracia de Dios requiere siempre de nuestra apertura a Él, de nuestra respuesta libre y concreta”.
La respuesta al don de su amor “a través de una vida buena, compuesta por acciones animadas por la fe y el amor”.
Finalmente, explicó que Dios ofrece con “misericordia y paciencia” este momento al hombre, a fin de que “aprendamos cada día a reconocerlo en los pobres y en los pequeños, que nos comprometamos con el bien y estamos vigilantes en la oración y en el amor”.
Saludo en español
Ante la presencia de peregrinos de lengua española, el santo padre les dirigió las siguientes palabras:
“Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular al grupo de la Arquidiócesis de Córdoba, Argentina, así como a los provenientes de España, Colombia, México y los demás países latinoamericanos. Invito a todos a vivir este tiempo presente que Dios nos ofrece con misericordia y paciencia, para que aprendamos cada día a reconocerlo en los pobres”.
Para leer el texto completo del papa aquí: