El santo padre Francisco encontró hoy en el aula Pablo VI más de seis mil seminaristas novicias y personas en camino vocacional, provenientes de 66 países en el marco del Año de la Fe. En un ambiente de mucho entusiasmo e interrumpido frecuentemente por aplausos el papa Francisco no dejó de abordar los temas más diversos incluidos algunos espinosos.
La cultura de lo provisorio
“Mons. Fisichella me dijo, no se si será verdadero, que todos ustedes tienen el deseo de consagrar su vida para siempre a Cristo” dijo el papa que suscitó fuertes aplausos. “Ustedes ahora aplauden porque es tiempo de bodas, pero cuando termine la luna de miel ¿qué sucederña?”. Recordó que un seminarista decía “quiero servir a Cristo por diez años” y después iniciar otra vida.
“También nosotros estamos bajo la presión de la cultura del provisorio”, recordó, me caso mientras dure el amor, soy monja o religioso pero no se que pasará. “Esto no va con Jesús” reiteró. Reconoció que “una elección definitiva hoy es más difícil que en mis tiempos! Porque “somos víctimas de una cultura de lo provisorio”, e invitó a reflexionaran sobre como “no aceptar esta cultura”.
Y sobre el tema recordó una poesía en español: “Esta tarde Señora la promesa es sincera, pero por las dudas no te olvides las llaves afuera”. Y alertó que “si uno deja siempre la llave afuera no va, tenemos que aprender a cerrar la puerta desde adentro”. Y recomendó que si no estoy seguro me tomo un tiempo y comunicando con Jesús, “cuando me siento seguro cierro la puerta”.
La alegría
Comentando la alegría que se encontraba en la sala se preguntó: ¿La alegría de un seminarista nace de haber ido a bailar el fin de semana con los amigos? O se centra en el tener, por ejemplo en tener el último modelo de smart phone, o el escooter más rápido. El auto que se hace notar, “les digo verdaderamente, a mi me hace mal cuando veo a un cura o una monja con un auto último modelo. ¡No se puede!. El auto es necesario, pero uno más humilde “y si te gusta un auto lindo “piensa solamente a cuantos niños en el mundo mueren de hambre”.
Precisó que la verdadera alegría no viene del tener, pero del encuentro de las relaciones con los otros, del sentirse amados y comprendidos. Porque la alegría nace de la gratuidad de un encuentro. La alegría “del encuentro con Jesús” y de “sentirse amados por Dios”.
“Cuando uno se encuentra --prosiguió el santo padre-- con un seminarista o una novicia demasiado triste uno piensa algo aquí no funciona, porque falta la alegría del Señor, que lleva el servicio, del encuentro de Jesús que te lleva a encontrarse con los otros” y mencionó el dicho de santa Teresa “Un santo triste es un triste santo”. E invitó a no ser de esos “con cara de pepinos en vinagre”.
Fecundidad pastoral y celibato
El papa indicó: “Un cura o monja sin alegría es triste” e indicó un problema de insatisfacción. Profundizó que es un problema de celibato, porque los religiosos tienen que castos y al mismo tiempo fecundos, porque tienen que ser padres o madres de la propia comunidad.
Coherencia y autenticidad
El santo padre subrayó además la importancia de la coherencia y autenticidad, recordó como Jesús apaleaba a los hipócritas y la doble faz. “Si queremos jóvenes coherentes seamos nosotros coherentes” dijo.Hacer como san Francisco, recordó el santo padre, porque él invitaba a enseñar el evangelio, también con la palabra. O sea principalmente con la autenticidad de vida.
Pobreza
“En este mundo en que la riqueza hace tanto mal es necesario que nosotros seamos coherentes con nuestra pobreza”. Cuando se ve que una institución o una parroquia piensa primero al dinero, no hace bien, es una incoherencia. Porque “es en nuestra vida que los otros tienen que leer el evangelio”.
Transparencia con el confesor
Y el papa preguntó ¿hay aquí en el aula alguien que no haya nunca pecado? E invitó a tener transparencia con el confesor “y no tengan miedo de decir, padre he pecado”. Porque “Jesús sabe la verdad y te perdona siempre pero quiere que le digas lo que Él ya sabe”. Qué triste, constató, “cuando un sacerdote o monja peregrina en los confesionarios para esconder su verdad”.
Preparación en diversas dimensiones de la vida
El pontífice invitó a prepararse culturalmente “para dar razón sobre la fe y la esperanza”. El contexto en el que vivimos “nos pide dar las razones, no dar nada por descontado”, dijo.
Vida comunitaria
Una preparación que una las diversas dimensiones de la vida, en particular la “vida espiritual, intelectual, apostólica, la vida comunitaria”. Y precisó: “Es mejor el peor seminario que ningún seminario, porque es necesario la vida comunitaria”.
No hablar mal de los otros
Recordó también las relaciones de amistad y fraternidad y del daño de los 'chismes' en una comunidad. Y esto en nuestro mundo clerical y religioso es común. También yo caí en eso, tantas veces y me avergüenzo de esto, no está bien, el ¿has oído? Es un infierno eso en una comunidad. Si tengo un problema con alguien se lo digo de frente y no por detrás.
Una vez una monja me dijo que había hecho la promesa al Señor de nunca hablar mal de los otros. Y si hay que decirlo hacerlo al superior. Nunca a quien no puede ayudar. Fraternidad.
Advirtió además del peligro de dos extremos: “sea el aislamiento que la disipación “ y que la verdadera amistad evita esto.
Dos dimensiones: trascendencia y el prójimo
“Salgan ustedes para predicar el evangelio y para encontrar a Jesús” dijo. Una salida es la trascendencia y la otra es hacia los demás para anunciar a Jesús. Una sola no va.
Y recordó a madre Teresa de Calcunta que “no tenía miedo de nada”, porque esa monja se arrodillaba dos horas delante del Señor”.
Una Iglesia más misionera
Querría una iglesia más misionera y menos tranquila. Y recordó su emoción al saludar a religosos que están en lugares de evangelización. Den la contribución a una Iglesia fiel al camino de Jesús. No aprendan de nosotros, ese deporte que los viejos practicamos muchas veces, el del lamento, el culto de la diosa lamentación.
Y dio algunos consejos finales: Sean capaces de encontrar a las personas más desaventajadas; no tengan miedo de ir contra corriente; recen el rosario; tengan a la Virgen con ustedes en vuestra casa como el apóstol san Juan y recen también por mi, que soy un pobre pecador pero vamos adelante. Y concluyó invitando a no ser “ni solterones ni solteronas” sino a tener fecundidad apostólica.