¿BAILAMOS?

Catequesis para la familia, semana del 27 de Enero de 2014

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Dios elige siempre «al más pequeño», lo llama por su nombre y entabla con él una relación personal: es por ello que para dialogar con Él es necesario, ante todo, ser «pequeños». Lo recordó el Papa Francisco en la misa del martes 21 de enero.

Nuestros hogares deben favorecer esta relación personal de cada uno de la familia con Dios.

Para los pequeños solo existe lo que ven. Necesitan imágenes y símbolos para comprender y conocer. ¿Cómo van a entablar una relación personal de amor con Dios si no tenemos su imagen en nuestra casa?

Está bien rezar juntos unas oraciones determinadas, pero también es muy importante que los niños puedan darle besos al niño Jesús y hablar con ellos y contarles sus cosas. Los mayores damos ejemplo cuando colocamos esa imagen en un sitio accesible, donde nos reunimos en familia y nos preocupamos de ponerle flores o de tener detalles de cariño.

A mi hijo David le encantaban las piedras y fue acumulándolas al lado de la Virgen y del Niño, eran su regalo cuando volvía de jugar.

Una amiga me contaba que a ella, de pequeña, le encantaba bailar delante de la imagen de la Virgen de Montserrat que presidía el salón de su casa. Se divertía con ellos.

Recuerdo a mi madre poniéndoles siempre las rosas más bonitas.

Otro lugar donde es bueno que tengan su propia imagen es en su mesita de noche. Nos hace mucha compañía y cuando uno tiene miedo siempre puede agarrarse a la Madre de Dios.

Siempre digo que cada familia es única así que depende de cada uno decidir el lugar, el número de imágenes y su colocación. Es verdad que no podemos decorar nuestras casas como lo hacían nuestros padres, pero utilicemos nuestra creatividad y buen gusto para que Jesús y su madre vuelvan a presidir nuestros hogares.

Y nosotros…aprendamos de los niños y ¡bailemos!

Alguien me dijo una vez que la liturgia es algo así como el baile nupcial de Dios con su esposa, la Iglesia. Pues, entonces, también se podría decir que la familia es el lugar en donde se aprende a “bailar”. Estos gestos no son propiamente litúrgicos, pero evidentemente constituyen la mejor preparación para la liturgia.

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Eva Carreras del Rincón

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