Palabras del Papa en la audiencia a los integrantes del Camino Neocatecumenal

Recordarse en donde se vaya que el Espíritu de Dios llega siempre antes que nosotros

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Este sábado primero de febrero de 2014, el Santo Padre dirigió las siguientes palabras a los aproximadamente ocho mil miembros del Camino Neocatecumenal, presentes en el Aula Pablo VI, en el Vaticano. 

Queridos hermanos y hermanas,

agradezco al Señor por la alegría de vuestra fe por y el ardor de vuestro testimonio cristiano. Gracias a Dios. Les saludo a todos cordialmente comenzando por el equipo responsable internacional del Camino Neocatecumenal, junto a los sacerdotes, seminaristas y catequistas. Un saludo lleno de afecto dirijo a los niños, presentes aquí en gran número. ¿Podemos ver a todos los niños? !Que lindo, gracias!

Mi pensamiento va de manera especial a las familias que viajarán a diversas partes del mundo para anunciar y dar testimonio del Evangelio. ¡La Iglesia les agradece esta generosidad! Les agradezco por todo lo que hacen en la Iglesia y en el mundo!

Y justamente en el nombre de la Iglesia, nuestra Madre, nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica, como amaba llamarla San Ignacio de Loyola, quiero proponerles algunas simples recomendaciones. La primera es la de tener el máximo cuidado para construir y conservar la comunión dentro de las Iglesias particulares, en las que irán a obrar. El Camino tiene un carisma propio, una dinámica propia, un don que como todos los dones del Espíritu tiene una profunda dimensión eclesial. Esto significa ponerse a la escucha de la vida de las Iglesias en las cuales los responsables del movimiento les envían, para valorizar las riquezas, a sufrir por las debilidades si necesario, y a caminar juntos como un único rebaño bajo la guía de los pastores de las Iglesias locales.

La comunión es esencial: a veces, sucede que es mejor renunciar a vivir todos los detalles que el itinerario exigiría, con tal de garantizar la unidad entre los hermanos que forman la única comunidad eclesial, de la cual es necesario siempre sentirse parte.

Otra indicación: en cualquier lado en que vayan, les hará bien pensar que el Espíritu de Dios llega siempre antes que nosotros. El Señor siempre nos precede, piensen a Felipe, cuando el Señor lo envía a ese camino y sobre la carroza estaba ese ministro de economía, el Espíritu había llegado antes, él leía al profeta Isaías, no entendía lo que leía, pero el corazón ardía, y así cuando Felipe se acerca está preparado para la catequesis y el bautismo.

El Espíritu siempre nos precede. Dios siempre está antes de nosotros. Mismo en los lugares más lejanos, mismo en las culturas más diversas, Dios esparce por todas partes las semillas de su Verbo. De aquí nace la necesidad de poner una atención especial al contexto cultural en el cual se irá a obrar: se trata de un ambiente muchas veces muy diverso del que uno proviene.

Muchos fatigarán para aprender el idioma local, a veces difícil, y este esfuerzo es apreciable. Aún más importante será el empeño para aprender –lo he dicho a Kiko– las culturas que encontrarán, sabiendo reconocer la necesidad del Evangelio que hay por todas partes, pero también aquella acción que el Espíritu Santo ha cumplido en la vida y en la historia de cada pueblo.

En fin, les exhorto a cuidarse con amor los unos a los otros, en particular a los más débiles. El Camino Neocatecumenal, como itinerario de descubrimiento del propio bautismo es un camino exigente, durante el cual un hermano o una hermana podrán encontrar dificultades imprevistas. En estos casos el ejercicio de la paciencia y de la misericordia por parte de la comunidad es signo de madurez en la fe.

La libertad de cada uno no tiene que ser forzada, y se debe respetar también la eventual elección de quien decidiera buscar, afuera del Camino, otras formas de vida cristiana que lo ayuden a crecer en la respuesta a la llamada del Señor.

Queridas familias, queridos hermanos y hermanas, les animo a llevar por todas partes, también en los ambientes más descristianizados, especialmente en las periferias existenciales, el Evangelio de Jesucristo. Evangelicen con amor, lleven a todos el amor de Dios. A todos los que encuentren en las calles de vuestra misión indiquen que Dios ama al hombre así como es, mismo con sus límites, con sus errores, mismo con sus pecados. Y por eso envió a su Hijo para que Él tomara los pecados sobre sí.

Sean mensajeros y testimonios de la infinita misericordia del Padre. Les confío a nuestra madre María, para que les inspire y sostenga siempre en este apostolado. Siguiendo la escuela de esta tierna Madre sean misioneros celantes y alegres. ¡No pierdan la alegría!

Leer también: 
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(Traducido por H. Sergio Mora)

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ZENIT Staff

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