«La Cuaresma es un tiempo de oración, una oración más intensa, más prolongada, más asidua, más capaz de cuidar de las necesidades de los hermanos», ha afirmado el papa Francisco durante la celebración del Miércoles de Ceniza; es un tiempo para una «oración de intercesión, para interceder ante Dios por las muchas situaciones de pobreza y sufrimiento». En «este espíritu», la presidencia de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) ha pedido hoy que «en todas las iglesias, el domingo 9 de marzo haya una intención de oración por la paz en Ucrania». Frente a una situación extremadamente delicada, los obispos italianos han hecho suyo también el deseo expresado por el Santo Padre en el Ángelus del pasado domingo, de manera que los diversos componentes de ese país trabajen para superar los malentendidos y construir juntos el futuro de la nación. Al mismo tiempo, han demandado a la comunidad internacional que sostengan “cada iniciativa a favor del diálogo y la concordia».
«La oración a la que invita la CEI – explican en un comunicado difundido por la Oficina Nacional para las Comunicaciones Sociales – quiere ser un signo tangible de cercanía a la gran comunidad de los ucranianos que residen en Italia, comprensiblemente preocupada por la suerte de sus familiares que viven en Ucrania». Mientras tanto, informa la Oficina de la CEI, «se ha formado un grupo de trabajo, que implica a diferentes Cáritas nacionales europeas, incluida Caritas Italiana, que desde hace años están trabajando en el terreno con programas de apoyo a la población ucraniana».
En los últimos tres meses, cientos de miles de manifestantes han salido a las calles de Kiev en la mayor protesta ciudadana desde la Revolución Naranja, en 2004. Los ucranianos se han movilizado ante la negativa del expresidente, Viktor Yanukovich, a firmar un acuerdo de asociación con la Unión Europea (UE) y fruto de un creciente descontento ante las prácticas corruptas de los gobernantes. El conflicto se ha cobrado decenas de muertos, ha provocado un cambio de Gobierno y una escalada de tensión entre Rusia y la Unión Europea y Estados Unidos.
Las tensiones separatistas crecen en la península tras la caída de Yanukovich, mientras el primer ministro ucraniano, Arseni Yatseniuk, asegura que «nunca» entregarán la región. Moscú ha afianzado el control de la zona en los últimos días. Los rusos que viven en esta república autónoma celebraron la autorización del Senado ruso del envío de tropas a Crimea. La expansión militar rusa en la república autónoma está además dividiendo las lealtades de los uniformados al servicio del Estado ucraniano, sin que sea posible aún valorar la envergadura de la fragmentación y sus consecuencias.
La escalada de la tensión ha intensificado los movimientos diplomáticos para evitar una guerra en Ucrania. El pasado 26 y 27 de febrero, los ministros de Defensa de la OTAN subrayaron la independencia y soberanía de Ucrania, y este lunes, los ministros de Exteriores de la UE suspendieron las negociaciones sobre el libre acceso de los ciudadanos rusos a los Estados miembros, como respuesta al despliegue de tropas en Crimea por parte de Moscú.
Por su parte, Estados Unidos ha adoptado medidas contundentes en contra de Rusia. Washington ha congelado las relaciones comerciales y militares con Moscú. El vicepresidente, Joe Biden, ha pedido además a Rusia que facilite el despliegue inmediato de observadores internacionales en la zona. El presidente norteamericano, Barack Obama, ha comunicado a su homólogo ruso, Vladimir Putin, que su empeño de intervenir militarmente en Crimea tendría consecuencias: la ausencia de la cumbre del G-8 que se celebrará el próximo mes de junio y un posible aislamiento económico y político.