Nigeria se ha convertido en el paradigma de la persecución religiosa que sufren los cristianos en muchas partes del mundo. En lo que va de año, la cifra de asesinados en atentados contra iglesias y centros religiosos cometidos es incalculable, en su mayoría, por la facción radical Boko Haram, que pretende imponer la sharia (ley islámica) en el norte del país. Muchas de las víctimas mortales son mujeres y niños que han sido ejecutados, quemados vivos o matados a machetazos. El último episodio trágico se remonta a los pasados 14 y 15 de marzo, cuando al menos 100 personas murieron en ataques dirigidos contra tres pueblos cristianos.
“Hay por lo menos 100 cuerpos procedentes de tres pueblos atacados por hombres armados”, declaró a la prensa local Yakubu Bitiyong, diputado del estado de Kaduna, donde se produjeron los hechos durante la noche del viernes al sábado.
Unos 40 asaltantes armados con fusiles y machetes atacaron las localidades de Angwan Gata, Chenshyi y Angwan Sankwai, en el distrito de Kaura, en el sur del estado de Kaduna, y abrieron fuego contra los habitantes en sus domicilio, donde dormían, según relató Bitiyong.
Parte de las víctimas “murieron tiroteadas y quemadas en sus casas y otras fueron seccionadas a machetazos”, precisó.
El comisario de la Policía de Kaduna, Aminu Lawan, confirmó los ataques, pero no quiso dar un balance de víctimas. También se negó a precisar quiénes fueron los agresores, aunque algunas fuentes acusan a los pastores musulmanes de la etnia fulani. Al cierre de esta edición, el numero de muertos podría ascender ya a unos 200.
Por su parte, el gobernador de Kaduna, Mukhtar Yero describió los ataques de este fin de semana como una masacre “impía y bárbara” y se comprometió a ordenar una investigación.
“Esta situación es inaceptable, y vamos a intensificar los esfuerzos para mejorar la vigilancia e impedir que vuelva a ocurrir”, reconoció en un comunicado de prensa. “Oramos para que Dios pudiera exponer a las personas que están causando este problema. Oramos para que Dios toque sus corazones para detener estos actos cobardes o destruir sus malvadas maquinaciones”.
El conflicto territorial entre pastores de religión musulmana y los agricultores de mayoría cristiana en Plateau, Bauchi, Kaduna, Taraba y Adamawa, han dejado miles de víctimas en estos años. Sin embargo, en los últimos tiempos se comienza a detectar un vínculo entre los asaltantes y grupos extremistas islámicos que operan en otras zonas del continente.
Además, la violencia en las provincias cercanas al Sahara no ha hecho más que aumentar, con la sucesión de atentados terroristas, en su mayoría perpetrados por las milicias de Boko Haram.
Desde 2011, han sido asesinados cerca de 1000 fieles y se han producido más de 400 ataques contra iglesias cristianas. Muchos creyentes saben que su vida corre peligro por acudir a la misa del domingo.
Entre las acciones más sangrientas de Boko Haram, cuyo nombre significa «la educación no islámica es pecado», se encuentran los ataques contra iglesias cristianas durante la Navidad de 2011 y la Semana Santa de 2012, que causaron decenas de muertos.
Los ataques de Boko Haram han provocado el éxodo de decenas de miles de personas que han escapado al vecino Níger. El gobierno de Niamey les ha concedido el estatuto de refugiado, pero varios trabajadores de la ONU aseguran que también ha prohibido la construcción de campamentos formales, temiendo que una estructura formal pudiera fomentar aún mayor afluencia de refugiados.