El papa Francisco recibe este jueves al presidente de Estados Unidos Barack Obama, que trabajó a comienzos de la década de los ochenta como organizador comunitario de los servicios sociales de un grupo de parroquias católicas en el área del South Side de Chicago.
“Esos tres años fueron la mejor educación que he tenido. Mejor que la recibida en la facultad de Derecho de Harvard”, ha admitido el presidente estadounidense, que en el libro “Los sueños de mi padre” dedica casi una tercera parte a ese periodo de su vida.
Para conocer de primera mano lo vivido en ese período por Barack Obama se puede recurrir también al discurso que el mandatario pronunció en el mes de mayo de 2009 en la Universidad católica de Notre Dame.
En su intervención, el presidente norteamericano recuerda con afecto el tiempo que estuvo involucrado en un proyecto de asistencia social en los barrios pobres de Chicago –financiado por algunas parroquias católicas para contrarrestar los problemas debidos al desempleo masivo causado por el cierre y los ajustes de plantillas de las acerías del sureste de Chicago en la década de los ochenta– del que participaban también voluntarios protestantes y judíos.
En el “Proyecto de Desarrollo de Comunidades de Chicago” a Obama le tocó encontrar personas acogedoras y comprensivas. Vio en medio de ellos el espectáculo de las obras buenas alimentadas por el Señor y fue “atraído por la idea de ser parte de la Iglesia”. Explica el mandatario que “ha sido a través de este servicio que fui conducido a Cristo”.
En sus sentidas palabras, hace también un elogio conmovedor del gran cardenal Joseph Bernardin, que era entonces obispo de Chicago. Lo define como “un faro y un crucero”, amable en su modo de persuadir y en su intento continuo de “acercarse a las personas y encontrar un terreno común”. En aquella experiencia, dice Obama, “palabras y obras de las personas con las cuales trabajé en las parroquias de Chicago tocaron mi corazón y mi mente”.
“Era idealista cuando llegó, pero las calles de Chicago le hicieron práctico y realista”, ha reconocido Jerry Kellman. Este judío converso fue el encargado de entrevistar al entonces joven graduado de una universidad de la prestigiosa “Ivy League” para un trabajo sufragado por las parroquias católicas del sur de Chicago, con un sueldo anual de 10.000 dólares.
La tarea desempeñada esos tres años se convertiría en el principal activo de Obama para demostrar luego en su carrera política su temprana vocación de servicio público con las clases más desfavorecidas.
El evidente interés del líder estadounidense por los que sufren desigualdades será, sin duda, un importante punto de encuentro con el primer papa que asume el nombre del “Pobrecillo” de Asís.