El Santo Padre ha recibido esta mañana a los obispos de la Conferencia Episcopal de México, en ocasión de la Visita ad Limina. En estos días, los prelados mexicanos están reuniéndose con el papa Francisco en pequeños grupos así como han visitado los distintos dicasterios de la Curia Romana.
En el encuentro y antes de entregarles el discurso, el Papa ha subrayado que, a pesar de los graves problemas que enfrentan, la Iglesia en México está consolidada sobre pilares muy fuertes y les ha instado a ser siempre fieles a la »doble trascendencia»: la primera en la oración con el Señor, y la segunda con la cercanía a su pueblo.
El en texto entregado a los obispos, Francisco recuerda que, como en muchos otros países latinoamericanos, «la historia de México no puede entenderse sin los valores cristianos que sustentan el espíritu de su pueblo» destacando la figura de la Virgen de Guadalupe.
Francisco subraya que en la actualidad, «las múltiples violencias que afligen a la sociedad mexicana, particularmente a los jóvenes, constituyen un renovado llamamiento a promover este espíritu de concordia a través de la cultura del encuentro, del diálogo y de la paz». Por eso, recuerda que «a los Pastores no compete, ciertamente, aportar soluciones técnicas o adoptar medidas políticas, que sobrepasan el ámbito pastoral; sin embargo, no pueden dejar de anunciar a todos la Buena Noticia: que Dios, en su misericordia, se ha hecho hombre y se ha hecho pobre».
El Santo Padre a manifestado conocer «vuestros desvelos por los más necesitados» así como «vuestra preocupación por las víctimas del narcotráfico y por los grupos sociales más vulnerables, y del compromiso por la defensa de los derechos humanos y el desarrollo integral de la persona». Todo esto, indica el Pontífice, «es expresión de la íntima conexión que existe entre el anuncio del Evangelio y la búsqueda del bien de los demás, coopera, sin duda, a dar credibilidad a la Iglesia y relevancia a la voz de sus Pastores».
Francisco también ha querido recordar que «la tarea de los fieles laicos es insustituible. Su apreciada colaboración intraeclesial no debería implicar merma alguna en el cumplimiento de su vocación específica: transformar el mundo según Cristo». La misión de la Iglesia -ha indicado- no puede prescindir de laicos, que, sacando fuerzas de la Palabra de Dios, de los sacramentos y de la oración, vivan la fe en el corazón de la familia, de la escuela, de la empresa, del movimiento popular, del sindicato, del partido y aun del gobierno, dando testimonio de la alegría del Evangelio.
Otro tema abordado por el Papa es la piedad popular, que es “el modo en que la fe recibida se encarnó en la cultura y se sigue transmitiendo constituye un imprescindible punto de partida para conseguir que la fe del pueblo madure y se haga más profunda”.
Además, el Pontífice indica que «la familia, célula básica de la sociedad y primer centro de evangelización, es un medio privilegiado para que el tesoro de la fe pase de padres a hijos. Los momentos de diálogo frecuentes en el seno de las familias y la oración en común permiten a los niños experimentar la fe como parte integrante de la vida diaria». Por eso, les anima a intensificar la pastoral de la familia para que, frente a la cultura deshumanizadora de la muerte, se convierta en promotora de la cultura del respeto a la vida en todas sus fases, desde su concepción hasta su ocaso natural.
Sobre la pastoral de la iniciación cristiana pide que cuenten «con catequistas apasionados por Cristo, que, habiéndose encontrado personalmente con Él, sean capaces de cultivar una fe sincera, libre y gozosa en los niños y en los jóvenes». Asimismo, destaca la importancia que tiene la parroquia para vivir la fe con coherencia y sin complejos en la sociedad actual. «Además de promover espacios de formación y capacitación permanente, ha pedido a los prelados mexicanos no olvidar el encuentro personal con cada uno de los fieles, «para interesarse por su situación, alentar sus trabajos pastorales y proponerles una y otra vez como modelo, de palabra y con el ejemplo, a Jesucristo Sacerdote, que nos invita a despojarnos de los oropeles de la mundanidad, del dinero y del poder».
Sobre los consagrados y consagradas, Francisco afirma que «con la riqueza de su espiritualidad específica y desde la común tensión a la perfecta caridad, pertenecen indiscutiblemente a la vida y santidad de la Iglesia». Por tanto, «su integración en la pastoral diocesana es también incuestionable, como ‘centinelas’ que mantienen vivo en el mundo el deseo de Dios y lo despiertan en el corazón de tantas personas con sed de infinito».
Finalmente, manifiesta que piensa con esperanza en los jóvenes que sienten el llamado de Cristo. Francisco ha exhortado a los obispos a que «cuiden especialmente la promoción, selección y formación de las vocaciones al sacerdocio y la vida consagrada». Éstas, «son expresión de la fecundidad de la Iglesia y de su capacidad de generar discípulos y misioneros que siembren en el mundo entero la buena simiente del Reino de Dios».
El Papa también indica su alegría al ver que en los planes pastorales, el episcopado mexicano ha asumido «las indicaciones de Aparecida, de la que en estos días se cumple el 7o aniversario, destacando la importancia de la Misión continental permanente, que pone toda la pastoral de la Iglesia en clave misionera y nos pide a cada uno de nosotros crecer en parresía».
Para concluir el discurso, Francisco pide que llevan su saludo al pueblo mexicano, «pidan a sus fieles que recen por mí, pues lo necesito. Y también les pido que le lleven un saludo mío, saludo de hijo, a la Madre de Guadalupe».