La educación, el mejor regalo de Reyes

‘Palabra y Vida’ del arzobispo de Barcelona

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La noche de Reyes tiene un encanto especial para muchos niños, también en estos tiempos de crisis en que peligran aquellas necesidades fundamentales que tienen los niños, como la alimentación suficiente y la educación. En vísperas de la fiesta de los Reyes, pienso en el trabajo que hacen especialmente estos días muchas instituciones religiosas o laicas para que a nuestros niños no les falte la ilusión de un juguete, porque los niños necesitan jugar.

Sin embargo quisiera insistir en que el mejor juguete es una buena educación. Esto me hace pensar en el deseo y el sueño de todos los padres de educar bien a sus hijos. La educación es la tarea más noble y, a la vez, la más delicada. Es ciertamente el arte de las artes.

Me parece que todos coincidimos en que lo más importante que se puede hacer por los hijos es educarlos en los valores y especialmente en el amor. La persona no puede ser auténticamente feliz y realizarse plenamente si no es amada. Por ello, otros años he dicho que el mejor regalo que los padres pueden hacer a sus hijos es que vean y sientan interiormente que sus padres se aman y los aman. El verdadero amor dignifica a la persona.

Los padres y las madres cristianos ejercen con la educación cristiana de los hijos un verdadero servicio a la sociedad y también a la Iglesia. Hoy es fácil que haya padres y madres que no saben muy bien cómo educar a los hijos. Esto pone de relieve la necesidad de una preparación y una formación permanente para hacer de padre o de madre. El amor a los hijos se supone y es el factor fundamental que habla sin palabras -pero con la fuerza de los hechos- a los hijos; a menudo, sin embargo, también hace falta la ayuda de lo que se ha denominado escuelas de padres, que hacen su trabajo con diversas modalidades, pero con muy buenos resultados.

Otra ayuda importante para los padres en la educación de los hijos pueden ser los abuelos. Benedicto XVI nos lo recordó en su viaje a Valencia con ocasión de la Jornada Mundial de las Familias que se celebró en esa ciudad. Y el papa Francisco, siempre muy preocupado por la educación, a menudo nos pide que no olvidemos la voz de los abuelos ni la de los jóvenes. En su documento La alegría del Evangelio escribe que «unos y otros son la esperanza de los pueblos. Los ancianos aportan la memoria y la sabiduría de la experiencia, que invita a no repetir estúpidamente los mismos errores del pasado» (EG 108).

La educación debe ser muy madrugadora, debe empezar en la más tierna infancia. Por ello, una buena educación es sin duda el mejor regalo de Reyes.

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Luís Martínez Sistach

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