¿Familias cómo conejos?

Reflexiones del obispo de San Antonio de las Casas

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Mucho revuelo causó lo que dijo el Papa Francisco a los periodistas, en su viaje de regreso de Filipinas a Roma (18-I-2015), en relación con el número de hijos que una familia debería tener. La prensa resaltó sólo la primera parte de esta su afirmación: “Algunos creen –perdonadme la palabra– que para ser buenos católicos debemos ser como conejos. ¡No! Paternidad responsable. Esto está claro”. Con sólo la primera parte de su respuesta, quienes abogan por una total reducción de la natalidad se sintieron aprobados y confirmados en sus tesis. Sin embargo, hay que analizar cuál es el pensamiento completo del Papa a este respecto.

Así como es verdad que algunos esposos han tenido muchos hijos, formando familias numerosas que son una bendición, también es cierto que algunos lo hicieron en forma irresponsable, no sólo porque no tenían suficientes recursos económicos para sostenerlos y educarlos, sino porque muchas veces faltaba la presencia responsable del padre y la madre tenía que desvivirse por los hijos, sin tomar en cuenta su salud y su descanso.

Pero lo más frecuente hoy no son familias numerosas, sino todo lo contrario. Apenas se quieren tener dos hijos, y cuanto mucho tres. Hay jóvenes que quieren casarse, incluso por la Iglesia, pero no tener hijos, con lo cual hacen nulo el matrimonio desde el inicio. No vale su casamiento, ni aunque se casen ante el Obispo o el Papa. No quieren tener hijos para no perder su “libertad”, sus comodidades, sus viajes, su disponibilidad económica, sus vacaciones. Tienen el corazón cerrado sobre sí mismos, y lo que van a cosechar es su propia soledad.

Yo vengo de una familia no muy numerosa, pero sí amplia: fuimos siete hermanos y hermanas. Los he disfrutado mucho, tanto en las alegrías como en las penas. Sufrimos limitaciones, pues no venimos de una familia rica, pero nos ayudamos unos a otros y nunca nos sentimos solos. ¡Cuánto se disfruta una familia numerosa, si hay unidad, armonía y trabajo!

PENSAR

Antes de esa frase de los “conejos”, había expresado el Papa Francisco: “La presencia de las familias numerosas es una esperanza para la sociedad… El hecho de tener hermanos y hermanos nos hace bien; los hijos e hijas de una familia numerosa son más capaces de comunión fraterna desde la primera infancia. En un mundo marcado a menudo por el egoísmo, la familia numerosa es una escuela de solidaridad y de fraternidad, y estas actitudes se orientan luego en beneficio de toda la sociedad” (28-XII-2014).

En el avión, dijo a los periodistas: “La apertura a la vida es la condición del sacramento del matrimonio. Hasta el punto de que, si se puede probar que éste o ésta se ha casado con la intención de no estar abierto a la vida, ese matrimonio es nulo. Es causa de nulidad matrimonial… Esto no significa que el cristiano tiene que tener hijos en serie. Esto es tentar a Dios. Y quizás algunos no son prudentes en esto. Hablamos de paternidad responsable. Ese es el camino».

Ante las malas interpretaciones que algunos comentaristas dieron a sus palabras, dijo en días posteriores: “Da consolación y esperanza ver a tantas familias numerosas que acogen a los hijos como un verdadero don de Dios. Ellos saben que cada hijo es una bendición. He escuchado decir que las familias con muchos hijos y el nacimiento de muchos hijos están entre las causas de la pobreza. Me parece una opinión simplista. Puedo decir, podemos decir todos, que la causa principal de la pobreza es un sistema económico que ha quitado a la persona del centro y ha puesto al dios dinero, un sistema económico que excluye, excluye siempre, excluye a los niños, ancianos, jóvenes sin trabajo… y que crea la cultura del descarte en la que vivimos. Nos hemos acostumbrado a ver personas descartadas. Este es el motivo principal de la pobreza, no las familias numerosas” (21-I-2015).

ACTUAR

Jóvenes: anímense a casarse por la Iglesia, para que Dios bendiga su matrimonio y gocen de una necesaria estabilidad, y decídanse a tener los hijos que responsablemente puedan sostener y educar. No sean egoístas; den vida con generosidad, y disfrutarán mucho su maternidad y paternidad.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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