Bloomington

WIKIMEDIA COMMONS - Rick Dikeman

Francisco pide a los entrenadores ser ejemplo de integridad y coherencia

El Santo Padre escribe al cardenal Ryłko, con ocasión del Seminario Internacional de estudio sobre deporte cuyo tema es “Entrenadores: educadores de personas”

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“Todos nosotros, en la vida, necesitamos educadores, personas maduras, sabias y equilibradas que nos ayuden a crecer en la familia, en el estudio, en el trabajo, en la fe. Educadores que nos animen a mover los primeros pasos en una actividad nueva sin tener miedo de los obstáculos y de los desafíos que hay que afrontar; que nos animen a superar momentos de dificultad; que nos exhorten a tener confianza en nosotros mismos y en nuestros compañeros; que estén cerca de nosotros tanto en los momentos de desilusión y fracaso como en los de alegría y éxito”. Así lo afirma el santo padre Francisco en su mensaje al presidente del Pontificio Consejo para Laicos, el cardenal Stanisław Ryłko, con ocasión del Seminario Internacional de estudio sobre el tema: “Entrenadores: educadores de personas”.  

De este modo, Francisco indica que también el entrenador deportivo se puede convertir para muchos jóvenes en este buen educador, tan importante en el desarrollo de una personalidad madura, armónica y completa. Al respecto, el Santo Padre advierte en el mensaje, que la presencia de un buen entrenador-educador resulta providencial sobre todo en los años de la adolescencia y primera juventud, cuando la personalidad está en pleno desarrollo a la búsqueda de modelos de referencia y de identificación.

Y en esta fase de la vida –observa el Papa– la responsabilidad del entrenador es grande, porque a menudo tiene el privilegio de pasar muchas horas a la semana con los jóvenes y de tener gran influencia sobre ellos, su comportamiento y su responsabilidad. “La influencia de un educador, sobre todo  para los jóvenes, depende más de lo que él es como persona y de cómo vive que de lo que dice”, afirma Francisco. Por eso, indica, es muy importante que un entrenador sea ejemplo de integridad, de coherencia, de juicio justo, de imparcialidad, pero también de alegría de vivir, de paciencia, de capacidad de estima y de bondad hacia todos y especialmente hacia los más desfavorecidos.

Del mismo modo subraya la importancia de que ellos sean ejemplo de fe. “La fe, de hecho, siempre nos ayuda a mirar a Dios, a no absolutizar cualquiera de nuestras actividades, incluyendo el deporte, ya sea aficionado o de competición, y así tener la distancia justa y la sabiduría para relativizar tanto las derrotas como los éxitos”, añade el Pontífice.

La fe –prosigue– nos da esa mirada de bondad sobre los otros que nos hace superar la tentación de la rivalidad demasiado encendida y de la agresividad, nos hace comprender la dignidad de cada persona, también de las menos dotadas y desfavorecidas.

A propósito, el Obispo de Roma explica que el entrenador puede dar una contribución preciosa para crear un clima de solidaridad y de inclusión en lo relacionado con los jóvenes marginados y con riesgo de exclusión social, tratando de encontrar modos y medios adecuados para acercarles también a ellos a la práctica deportiva y a experiencias de socialización.

Y si tiene equilibrio humano y espiritual, sabrá también preservar los valores auténticos del deporte y su naturaleza fundamental de juego y de actividad socializadora, “impidiendo que esto se desnaturalice bajo el impulso de tantos intereses, sobre todo económicos, cada vez más evidentes”.

Finalmente, Francisco precisa que es necesario “formar a los formadores”. Por eso reconoce que es oportuno que este seminario llame a las instituciones relacionadas con el deporte a prestar la debida atención y a invertir los recursos necesarios para “la formación profesional, humana y espiritual de los entrenadores”. 
(HSM)

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Staff Reporter

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