Ubicación del estado del Chiapas (Google maps)

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Hacia una Iglesia autóctona

Nuevas ordenaciones de diáconos en Chiapas. Son indígenas de las cinco etnias: tseltales, tsotsiles, ch’oles, tojolabales y zoques

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+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas

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¡Con cuánta emoción, hasta las lágrimas, hemos vivido las ordenaciones de nuevos diáconos permanentes! ¡Con cuánta ilusión esperamos las próximas ordenaciones de tres nuevos presbíteros y de un diácono transitorio! Todos ellos son chiapanecos, nacidos en nuestro territorio diocesano. ¡Son autóctonos! Casi todos los diáconos permanentes que tenemos son indígenas de las cinco etnias: tseltales, tsotsiles, ch’oles, tojolabales y zoques. Pasaron varios años para que la Santa Sede nos permitiera continuar ordenando diáconos permanentes, después de muchos diálogos y habiendo hecho las precisiones necesarias. El diálogo eclesial, en fe y oración, da frutos.
Contamos ya con 11 sacerdotes indígenas, nativos de aquí. De los 68 alumnos de nuestro Seminario, 21 de los cuales cursan Teología, más de la mitad son indígenas. De los casi 8,000 catequistas que trabajan en la evangelización, la gran mayoría con comunidades y adultos, sin descuidar a los niños, un alto porcentaje son indígenas. Y esto es natural, pues nuestra diócesis, con una población de un poco más de dos millones de habitantes, tiene un 75 por ciento de población indígena, que vive su cultura en su vida ordinaria, y no la reduce a un folcklor, ni la guarda en un museo. No podríamos dejar de dar los pasos necesarios para lograr ser una Iglesia autóctona.
Sin embargo, un connotado arzobispo, ya emérito, en una de nuestras asambleas episcopales me increpaba el por qué yo usaba esa expresión. Le sonaba como a algo no acorde con la doctrina y la praxis de la Iglesia. De igual modo, algunos cardenales en Roma, ahora ya retirados, me insistían que dejara de usar ese término. Que mejor hablara de Iglesia inculturada, encarnada, pero no autóctona. Siempre respondí que lo dejaría de hacer cuando hubiera un Concilio Vaticano III, que prohibiera lo que había ordenado el II.
PENSAR
En efecto, el Concilio Vaticano II, en su Decreto Ad gentes, en el No. 6 claramente dice: “Deben crecer de la semilla de la Palabra de Dios en todo el mundo Iglesias particulares autóctonas suficientemente fundadas y dotadas de propias energías y maduras, que, provistas suficientemente de jerarquía propia, unida al pueblo fiel, y de medios apropiados para llevar una vida plenamente cristiana, contribuyan, en la parte que les corresponde, al bien de toda la Iglesia. El medio principal para esta plantación es la predicación del Evangelio de Cristo. Para anunciarlo envió el Señor a sus discípulos a todo el mundo, a fin de que los hombres, renacidos por la Palabra de Dios, ingresen por el bautismo en la Iglesia, la cual, como cuerpo del Verbo Encarnado que es, se alimenta y vive de la Palabra de Dios y del pan eucarístico”.
“Deben crecer… en todo el mundo Iglesias particulares autóctonas”. Es un imperativo: “Deben crecer”.
Es lo que estamos procurando llevar a la práctica, con el gozo de ir teniendo más y más una “jerarquía propia”, con las vocaciones nativas que Dios, por pura gracia y misericordia, nos está regalando.
Hemos de advertir lo que mi predecesor, Don Samuel Ruiz García, indicaba en la nota No. 1 del III Sínodo Diocesano: “Autóctono no debe confundirse con autónomo. De acuerdo con el Concilio Vaticano II nosotros, en este documento, no hablamos de una Iglesia autónoma, sino de una Iglesia autóctona… La Iglesia particular mantiene diversidad de prácticas en la unidad de la fe… Es católica precisamente por su situación geográfica, por su diversidad cultural y, principalmente, por su unidad en la fe. Su catolicidad se realiza al estar en comunión con otras Iglesias locales, bajo la presidencia de la Iglesia de Roma”.
Y más adelante: “En nuestra Diócesis sabemos que una Iglesia autóctona no es una Iglesia independiente, separada de las demás… Una Iglesia autóctona católica siempre estará en comunión con las demás Iglesias particulares y con la Iglesia que preside quien está a la cabeza de la caridad; siempre será una Iglesia fiel a la Tradición; abierta a las experiencias de las Diócesis hermanas que puedan enriquecerla, y también consciente de su vocación misionera hacia otras naciones, aun cuando tenga escasez de clero”.
ACTUAR
Oremos para que el Señor nos siga regalando variadas vocaciones nativas y sigamos esforzándonos por ser muy fieles a la Iglesia universal, con Pedro y bajo Pedro, con un corazón abierto a los pueblos originarios que conforman nuestra Iglesia local.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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