Su Beatitud Sviatoslav. Foto: Extraída del video

Cartas desde la guerra (primer mes): “Les ruego a todos que recen por los que han sido heridos en esta guerra porque ni siquiera sabemos cuántos son”

“Hoy quiero hacer un llamamiento especial a Ucrania y al mundo, a todos los líderes de las potencias mundiales, a los líderes de los grupos religiosos, las iglesias y las confesiones… El mayor dolor para Ucrania es la ciudad de Mariúpol. Hace unas semanas hablábamos de cómo nos impactó el entierro en masa de civiles que vimos allí por primera vez tras la Segunda Guerra Mundial y de las represiones de Stalin… Hoy quiero decirles que la ciudad de Mariúpol está cubierta de cadáveres de cientos, de miles de personas que no tienen nadie que los entierre”

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(ZENIT Noticias / Kiev, 24.03.2022).- A un mes del inicio de la invasión de Ucrania, el arzobispo mayor de los greco-católicos, Su Beatitud Sviatoslav Shevchuk, pone el acento en las personas afectadas, tantas de ellas ya muertas, por el asedio de Rusia a la ciudad de Mariupol, ciudad dedicada a la Virgen María y que, de hecho, lleva su nombre. Ofrecemos a continuación el texto del mensaje en lengua española.

***

¡Alabado sea Jesucristo!

Queridos hermanos y hermanas en Cristo. Hoy es 24 de marzo de 2022 y hoy se cumple un mes que comenzó esta espantosa guerra contra Ucrania, contra el pueblo ucraniano. La guerra, que ya llamamos la “Guerra de la Patria”. Un mes de esta guerra que se ha cobrado ya tantas vidas, que ha traído tanta devastación y destrozos…

En esos días tuve la oportunidad de visitar heridos, visitar a nuestros defensores heridos… he podido hablar con ellos… Y lo que más me impresionó fue que en ninguno de ellos vi una cara triste. Cuando los saludé, cuando sostuve esas manos, esas manos valientes en las mías porque justamente todo el resto del cuerpo estaba cubierto de heridas; ese soldado, esa persona, esa mujer… con una sonrisa me hablaban de la victoria. De la victoria de Ucrania. Y todos ellos me pedían que rezara para poder volver pronto al campo de batalla y para poder pronto unirse hombro a hombre nuevamente a sus hermanos y hermanas en la defensa de nuestra patria. Sus rostros, sus ojos, sus ruegos brillaban llenos de esperanza para todos nosotros. Esperanza en que la verdad terminará por triunfar. En que incluso un solado herido defiende a su patria: la defiende con la oración, con el pensamiento, con una palabra de aliento y con el apoyo a todos los que dudan o quizás están perdidos…

Les ruego a todos que recen por los que han sido heridos en esta guerra porque ni siquiera sabemos cuántos son. ¡Necesitan tanto nuestra atención y apoyo!
Pero hoy quiero hacer un llamamiento especial a Ucrania y al mundo, a todos los líderes de las potencias mundiales, a los líderes de los grupos religiosos, las iglesias y las confesiones… El mayor dolor para Ucrania es la ciudad de Mariúpol. Hace unas semanas hablábamos de cómo nos impactó el entierro en masa de civiles que vimos allí por primera vez tras la Segunda Guerra Mundial y de las represiones de Stalin… Hoy quiero decirles que la ciudad de Mariúpol está cubierta de cadáveres de cientos, de miles de personas que no tienen nadie que los entierre.

Por eso es que hoy quiero alzar la voz en nombre de esta heroica y moribunda ciudad: Salvémosla. Defendamos la vida. Hoy esta ciudad necesita corredores humanitarios. Es necesario que la comunidad internacional ayude a romper la brecha y a llevar los suministros humanitarios que tengamos para aquellos que en estos días poco a poco se van muriendo de hambre.

Todavía la semana pasada la gente sobrevivía gracias a la nieve que derretían y así podían conseguir agua potable. Hoy ya no hay nieve en Mariúpol… ¡Salvemos la ciudad de María! Hagamos todo lo posible para salvar esta ciudad que hoy es un lugar donde combaten el bien y el mal… Un lugar donde se decide la suerte de Ucrania, de Europa y del mundo.

¡Oh María, Madre de Dios, ¡salva a Ucrania! ¡Salvad a vuestros hijos! ¡Oh María, ayúdanos a triunfar sobre esta guerra!

La bendición del Señor y su misericordia descienda sobre ustedes por su divina gracia y amor y permanezcan ahora y siempre y por los siglos de los siglos, amén.

¡Alabado sea Jesucristo!

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Redacción Zenit

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