La recompensa del Señor es abundante

Cartas desde la guerra (día 71): “la presencia de la vida de Dios aquí entre nosotros, en medio de este valle de lágrimas, es el motivo de nuestra alegría”

“Hoy, en medio de esta desesperación, de esta guerra y de este dolor, quisiera reflexionar con ustedes sobre la bienaventuranza final del Evangelio. Una bienaventuranza que es aliento y es bendición. Esta bienaventuranza resume, y, por tanto corona todas las bienaventuranzas evangélicas que nos hablan sobre la obra de Dios en el hombre”, dice Su Beatitud Sviatoslav Shevchuk.

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(ZENIT Noticias / Kiev, 05.05.2022).- El arzobispo mayor de los greco-católicos termina su serie de mensajes en torno a las bienaventuranzas con una comunicación llena de fe, esperanza y aliento. No sabemos qué tema seguirá ahora pero sí sabemos del bien que ha hecho a muchos de nuestros lectores.

***

¡Cristo ha resucitado!

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy es 5 de mayo de 2022 y Ucrania vive ya 71 días de la confrontación nacional que causa la agresión inhumana y brutal de Rusia contra nuestra Patria.

Al sentir la dinámica de esta guerra, escuchamos de todas partes que la intensidad de los combates está aumentando. El enemigo está tratando a toda costa de avanzar en lo profundo de Ucrania. Pero nuestro ejército se defiende.

Una vez más, muchas partes de nuestra querida Ucrania han sido bombardeadas por misiles rusos. Esta mañana, la ciudad ucraniana de Kramatorsk fue atacada y 25 personas resultaron heridas.

Todos rezamos por nuestra Mariúpol, por la heroica Azovstal, por los civiles y militares que resisten desesperadamente a los ocupantes rusos allí. De hecho, toda la comunidad mundial está tratando de salvar vidas humanas en un lugar que el enemigo ha convertido en un gran cementerio.

Cada día se encuentran nuevos entierros masivos, nuevas fosas comunes. Especialmente en aquellos territorios que han sido liberados del ocupante ruso. Se parte el corazón al ver los signos de tortura inhumana: personas con miembros disparados y rotos, personas con uñas arrancadas, con las manos atadas. Y se trataba de civiles… gente común y corriente.

Hoy, en su lugar, en esa fosa común, podríamos haber estado ustedes o yo… Por eso hoy rezamos por todos los inocentes asesinados y hacemos todo lo posible por salvar la vida de las personas.

Hoy, en medio de esta desesperación, de esta guerra y de este dolor, quisiera reflexionar con ustedes sobre la bienaventuranza final del Evangelio. Una bienaventuranza que es aliento y es bendición. Esta bienaventuranza resume, y, por tanto corona todas las bienaventuranzas evangélicas que nos hablan sobre la obra de Dios en el hombre.

Esta bienaventuranza dice lo siguiente: “Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa es grande en el cielo”. Hoy por hoy no es fácil para nosotros alegrarnos y regocijarnos, aun celebrando la Pascua. Más bien dan ganas de permanecer en la tristeza y llorar. Pero sentimos que esta alegría de la que Jesucristo nos habla como bienaventuranza, no es simplemente un sentimiento humano, una emoción. No es un entretenimiento. Esta alegría es la presencia del Reino de los Cielos entre nosotros y la presencia de la Vida Eterna y feliz presente ya desde ahora en el hombre. Es por esta recompensa por la que debemos alegrarnos. Esta recompensa, que en su plenitud poseeremos en el Cielo, no es algo lejano y desconocido para nosotros. Ya desde ahora la tenemos a esta recompensa celestial como un anticipo. Como una semilla, tal vez la semilla que todavía tiene que caer en la tierra, que todavía tiene que morir y nacer. Pero esa semilla ya está ahí. Y justamente la presencia del poder celestial, de la vida de Dios, aquí entre nosotros, en medio de este valle de lágrimas, en medio del dolor de la muerte, es el motivo de nuestra alegría. Tenemos esperanza en la plenitud de lo que ya poseemos. Nos alegramos de que el Señor Dios ya ha comenzado su obra, su presencia. Ya comenzó su reino aquí en la tierra, entre nosotros. Es por esto justamente que nosotros estamos llamados a construir y a difundir esta alegría.

El gozo, la alegría estará en el Cielo… y debemos esforzarnos por conseguirla. Pero entonces… con este poder de Dios, con estas bienaventuranzas evangélicas sobre las que hemos meditado en los últimos 9 días, démonos ánimo, fortalezcámonos a nosotros mismos y a los demás con ellas.

Que Dios complete en nosotros la obra que ya ha comenzado. Que Él complete y manifieste esta victoria sobre el diablo, sus siervos y sus ángeles en nuestro pueblo ucraniano. La victoria sobre el mal y la muerte. Obra que ya ha comenzó cuando se levantó del sepulcro.

Oh Dios, bendice a Ucrania. Oh Dios, bendice al ejército ucraniano. Oh Dios, fortalécenos a todos en el Espíritu. Envía tu Espíritu Santo sobre nosotros, como el Espíritu de la Alegría en nuestros corazones. Para que ésta, Tu alegría celestial, la alegría Tuya sea nuestra fuerza invencible, que sea nuestra fortaleza, y nos lleve a la victoria.

La bendición del Señor y su misericordia descienda sobre ustedes por su divina gracia y amor y permanezcan ahora y siempre y por los siglos de los siglos, amén.
¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!

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Redacción zenit

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